Los coches contaminan, todos sin excepción. Desde el más grande de los SUV de gasolina al más pequeño de los coches eléctricos. La gran diferencia es que mientras que en uno la contaminación se produce en todo el ciclo de vida del producto, en el otro sólo se vive, mayoritariamente, durante su ciclo de producción. Las baterías de alto voltaje y los motores eléctricos consumen muchos recursos minerales. Extracción de materias primas que disparan las emisiones. Por eso, un grupo de investigadores propone que incluso los coches eléctricos reciban una etiqueta medioambiental particular en función del grado de contaminación que estos produzcan a lo largo de su ciclo de vida.
Salvo por el ciclo WLTP que mide los consumos y las autonomías de un coche eléctrico, la Unión Europea no tiene nada regulado lo que emite un vehículo impulsado con baterías. A partir del año que viene el panorama cambiará significativamente. La nueva normativa exigirá medir todas y cada una de las emisiones contaminantes de un vehículo, desde su punto de origen al final, incluyendo el potencial reciclaje de los componentes. Bruselas se ha puesto tan estricta que incluso medirá las partículas nocivas que salgan de los discos de freno. Hemos pasado de la más absoluta nada al más absoluto todo.
Los coches eléctricos también contaminan, unos más que otros
A pesar de este cambio de normativa, los eléctricos seguirán disfrutando de la etiqueta CERO, algo que no parece muy justo a ojos vista de un grupo de investigadores internacionales. No es justo que un Mercedes G 580 eléctrico reciba la misma etiqueta que un Dacia Spring, por ejemplo. Para reafirmar su propuesta han realizado un estudio con más de 300 coches eléctricos actuales. Según sus análisis, un coche eléctrico compensa sus emisiones después de 20.000 a 200.000 kilómetros. Una horquilla muy amplia que depende de factores como la energía de la recarga, el tamaño de la batería o el lugar de producción. En Europa los coches compensan antes sus emisiones ya que la mayoría de las fábricas consumen energías renovables.
“Estos hallazgos son indispensables cuando se trata de descarbonizar la movilidad”. Muestran que, en términos de equilibrio ecológico, las emisiones de CO2 se pueden reducir a un tercio electrificando los coches. "Se trata de una reducción significativa del impacto climático", afirman los científicos encargados del estudio. “La movilidad con cero emisiones de CO2, tal como está prevista para 2045/2050, requiere más medidas. Los resultados de la investigación muestran el potencial de optimización en este sentido”. Según ellos es necesario tener más datos en cuenta para evaluar la supuesta limpieza y sostenibilidad de un vehículo, por muy eléctrico que este sea.
Mientras tanto, los mercados responden favorablemente a las etiquetas. Convertidas en un argumento más de venta, uno muy importante según la zona en la que se viva, millones de conductores en España buscan la seguridad de las pegatinas CERO y ECO. Necesarias para moverse por las cada vez más habituales Zonas de Bajas Emisiones que habitan en nuestro país. Sin embargo, los distintivos no están exentos de polémica desde su aplicación en 2016. La DGT certifica con la misma pegatina a un Toyota Yaris híbrido que a un Porsche 911 T-Hybrid, aunque obviamente la contaminación es muy diferente. Lo mismo pasa con los híbridos enchufables de etiqueta CERO. Han demostrado ser más contaminantes que algunas de sus correspondientes versiones de gasolina.