China ya no es ese gigante dormido que todos hemos conocido hasta ahora. El país lleva años sumido en una revolución industrial que le ha permitido alzarse como el mayor fabricante del mundo. Todas las industrias giran en torno a las fábricas chinas, incluyendo el sector de la automoción. Tal ha sido la velocidad del cambio que las marcas europeas ya temen a sus rivales chinos. El objetivo es poder igualar su competitividad empresarial y el único medio para conseguirlo es reducir los costes drásticamente.
En China no hay problemas ni de mano de obra ni de sindicatos ni restrictivas leyes profesionales. El país se ha levantado a base de esfuerzo y mucho músculo laboral con condiciones que, en ocasiones, rozan lo negligente. Sin embargo, esa libertad les ha permitido recuperar mucho terreno perdido en muy poco tiempo. Basta con mirar las tablas de ventas para darse cuenta de que, hoy por hoy, China ejerce todo el control sobre el sector de la movilidad eléctrica. CATL es el mayor fabricante de baterías para coches eléctricos y BYD es el mayor productor de ellos.
Por costes operativos, las marcas europeas no pueden igualar la competitividad de sus rivales. De hecho, muchos fabricantes del Viejo Continente han derivado a China la producción de algunos de sus modelos. Es más barato producir un coche al otro lado del mundo y exportarlo a Europa que fabricarlo en la zona euro. Las políticas continentales, los conflictos bélicos en Europa del Este, el elevado precio de la energía y el hecho de que China fabrique casi todos los componentes ha llevado a una situación de grave riesgo para las marcas.
Si bien Europa no quiere perder su privilegiado puesto en el organigrama automovilístico internacional, algo que ya está en seria duda, los fabricantes tienen que tomar decisiones serias y rápidas para ajustar su producción al mercado. Los coches eléctricos crecen en ventas cada mes, pero la progresión parece haberse suavizado. El precio es el gran enemigo del coche eléctrico. Son excesivamente caros y las marcas chinas lo saben. El desembarco de productos como el BYD Seagull puede poner en serio peligro a otras marcas históricas como Volkswagen o Renault.
El director financiero de la compañía francesa ha declarado que la mejor manera de protegerse contra la competencia china es que los coches reduzcan sus costes de desarrollo y producción. Renault espera poder reducir las facturas en un 40% a partir del 2027, momento en el que llegará la siguiente generación de eléctricos. El Grupo Stellantis estima que los chinos son capaces de fabricar coches con un 25% menos de gastos. Su CEO, Carlos Tavares, ha reconocido abiertamente que hay que luchar contra ello, describiendo el impulso chino como una “invasión”.
La llegada de coches eléctricos baratos y asequibles se ha convertido en una obsesión para las marcas. Hace tiempo que Volkswagen anunció la llegada de un eléctrico por debajo de los 25.000 euros, el Volkswagen ID.2All. Sin embargo, puede que llegue demasiado tarde. Enfrentarse cara a cara con rivales chinos como BYD puede ser un camino sin retorno. Sólo Tesla es capaz de aguantar el tipo ante las marcas chinas e, incluso Elon Musk, ha mostrado su respeto hacia sus enemigos y a la vez socios asiáticos. El magnate americano reconoce que los mayores rivales de su compañía ya no son los fabricantes tradicionales.