Desde hace varios años, BMW viene adoptando una estrategia muy ambiciosa hacia la electrificación de su flota. La marca bávara ha presentado su proyecto Neue Klasse, una nueva generación de vehículos 100% eléctricos, diseñados desde cero para maximizar la eficiencia y la autonomía. Esta nueva plataforma permitirá a BMW lanzar una amplia gama de modelos eléctricos en los próximos años, cubriendo diferentes segmentos del mercado.
Además de la Neue Klasse, BMW ha invertido fuertemente en el desarrollo de baterías de alta densidad energética y sistemas de carga rápida. La marca busca ofrecer a sus clientes una experiencia de conducción eléctrica lo más similar posible a la de un vehículo de combustión interna, en términos de rendimiento y autonomía. BMW también se ha comprometido a utilizar energía renovable en todo su proceso de producción y a reducir su huella de carbono en general.
La coyuntura frena la estrategia: ventas, normativas, ayudas y aranceles
El CEO de BMW, Oliver Zipse, ha expresado recientemente su preocupación acerca del objetivo de prohibir las ventas de coches de combustión interna en la Unión Europea para 2035, señalando que este objetivo "ya no es realista". Durante su intervención en el Salón del Automóvil de París, Zipse advirtió sobre el impacto significativo que esta medida podría tener en la industria automovilística europea, anticipando una posible "contracción masiva" en el sector.
Zipse subrayó que, aunque la transición hacia los vehículos eléctricos es necesaria, Europa no está suficientemente preparada para abandonar por completo los motores de combustión interna, tanto de gasolina como diésel, en el plazo previsto. Según el directivo, las subvenciones actuales para los vehículos eléctricos, que han sido fundamentales para impulsar su adopción, "no son sostenibles" a largo plazo, lo que podría poner en riesgo la estabilidad de la industria.
El CEO destacó además el papel crucial de los fabricantes europeos, no solo como actores clave en la producción de automóviles, sino como pilares del ecosistema industrial del continente. Señaló la existencia de una "amplia cadena de pequeñas y medianas empresas" que fabrican componentes esenciales para los vehículos de combustión, como pistones y sistemas de escape. Según Zipse, muchas de estas empresas podrían verse gravemente afectadas por la transición hacia los vehículos eléctricos, que requieren menos componentes o diferentes piezas respecto a los coches tradicionales.
A pesar de los desafíos que enfrenta la industria, Zipse reconoció la necesidad de adaptarse a las nuevas exigencias del mercado. Sin embargo, advirtió que el ritmo de la transición, junto con la retirada gradual de las ayudas públicas, podría desestabilizar a los fabricantes europeos. Además, señaló que la creciente competencia de las marcas chinas en el mercado de vehículos eléctricos añade una presión adicional sobre los productores locales.
Finalmente, Zipse alertó sobre el riesgo de que las medidas impuestas por la Comisión Europea, si se mantienen en los términos actuales, podrían amenazar la competitividad de la industria automovilística europea en su conjunto. Según su visión, sin una estrategia más equilibrada y realista, la prohibición de los motores de combustión podría tener consecuencias profundas y negativas para el sector en los próximos años.
Este mensaje resalta la necesidad de un enfoque más pragmático en la transición hacia la movilidad eléctrica, uno que considere tanto las metas ambientales como las realidades económicas e industriales que afectan a miles de empresas y trabajadores en Europa.