La historia de los vehículos eléctricos se remonta al siglo XIX, cuando la industria del automóvil aún no había definido su rumbo. Los pioneros que buscaban reemplazar la tracción animal con motores mecánicos eligieron la electricidad para sus creaciones. Los primeros coches eléctricos reconocibles aparecieron a principios del siglo XX. Sin embargo, la introducción del Modelo T de Henry Ford hizo que los motores de combustión se convirtieran en la opción más accesible y disponible, relegando a los vehículos eléctricos a un segundo plano, a pesar de ser funcionalmente más prácticos.
Tras su breve protagonismo a principios del siglo XX, la propulsión eléctrica fue dejada de lado en la industria automotriz hasta que la crisis del petróleo en la década de 1970 renovó el interés por esta tecnología. El avance tecnológico comenzó a tener impacto a mediados de los 90, marcando el inicio de la situación actual en la que los vehículos eléctricos están resurgiendo con fuerza. Este coche eléctrico tan especial, puede considerarse un pionero que ahora ha cumplido 53 años.
Una hazaña histórica que tuvo lugar lejos de la Tierra
En los años 60, la NASA comenzó a explorar diversas opciones para mejorar la movilidad de los astronautas durante las misiones Apolo. La idea de un vehículo que pudiera desplazarse por la superficie lunar surgió durante las primeras etapas del programa espacial de Estados Unidos. El objetivo era aumentar el alcance y la capacidad de los astronautas para realizar exploraciones científicas en la Luna. Los ingenieros debían crear un vehículo ligero, robusto y fiable que pudiera ser transportado en el módulo lunar (LEM) y desplegado fácilmente en la superficie lunar.
El 31 de julio de 2024 se conmemoraron los 53 años desde que el astronauta de la misión Apolo 15, Dave Scott, pilotara por primera vez el icónico 'buggy' todoterreno en la superficie lunar. El Lunar Rover Vehicle (LRV) llegó a la Luna empaquetado en un compartimento del módulo de descenso LEM con unas dimensiones de 90 x 150 x 170 centímetros. Desplegado completamente, medía 3,10 metros de largo, 1,80 metros de ancho y pesaba 181 kilos en vacío, incluyendo el sistema de fijación y despliegue.
Boeing, con el apoyo de Delco Electronics de General Motors, construyó tres vehículos LRV. Los otros dos se utilizaron en las misiones Apolo 16 y 17.
Estos vehículos tenían un chasis de aluminio compuesto por tres secciones. La delantera albergaba las baterías, la unidad de procesamiento de información, la unidad direccional del sistema de navegación y el control electrónico de marcha y dirección. La sección central sostenía los dos asientos de los astronautas, la consola de control y la palanca de dirección ubicada entre ambos asientos. La sección trasera estaba destinada al transporte del equipo científico.
La distancia al suelo era de 35 cm y estaba sostenido por cuatro ruedas de 81,8 cm de diámetro y 23 cm de ancho. En lugar de neumáticos utilizaba una estaba malla de acero tejido con cuerdas de piano y se sujetaban mediante un disco de aluminio y titanio. La amortiguación utilizaba un sistema de barras de torsión.
Cada rueda contaba con su propio motor eléctrico, alimentado por dos baterías de 36 voltios, más una de reserva, con una vida útil estimada en 75.000 revoluciones, equivalente a unos 180 km. Además, cada una disponía de un mecanismo de desengrane que permitía que siguiera girando en caso de fallo del motor, permitiendo al LRV moverse a velocidad reducida con solo dos ruedas motrices. Su peso en carga era de 621 kilos y su autonomía de unas 78 horas de funcionamiento durante el día lunar.
El LRV alcanzaba velocidades de entre 3 y 4 km/h, con una máxima de 14 km/h. Recorrió un total de 90,8 kilómetros en la superficie lunar, sin alejarse más de 9,6 kilómetros del módulo para garantizar una distancia de seguridad que permitiera a los astronautas regresar a pie en caso de avería.
Además de transportar a dos astronautas, el LRV llevaba antenas de bajo alcance, repetidores de comunicaciones de radio en directo con la Tierra, cámaras de 16 milímetros, telecámaras, una cámara fotográfica de 70 milímetros, una perforadora del suelo, pinzas para recoger muestras, un magnetómetro, herramientas, repuestos y casetes bajo los asientos.
El Lunar Rover Vehicle representó un avance significativo en la exploración lunar. Permitió la realización de importantes investigaciones científicas, como la recolección de muestras de rocas y suelo de diversas áreas, y facilitó una mejor comprensión de la geología lunar. El éxito del LRV demostró la viabilidad de los vehículos de exploración en entornos extraterrestres y sentó las bases para futuros desarrollos en la exploración espacial.