La energía termosolar, también conocida como solar térmica, aprovecha la radiación solar para generar electricidad o calor a través de sistemas que concentran la luz del sol. Este tipo de tecnología se ha destacado por su capacidad de almacenamiento energético, lo que permite generar electricidad incluso en ausencia de luz solar directa.
Sin embargo, su implementación a gran escala se enfrenta a múltiples desafíos técnicos y económicos. Crescent Dunes, una de las plantas termosolares más ambiciosas de la última década, demuestra las dificultades que conlleva esta tecnología.
Así funciona la energía termosolar
Las plantas termosolares emplean espejos parabólicos o heliostatos que siguen el movimiento del sol para captar la mayor cantidad de radiación solar posible. Estos espejos dirigen la luz hacia un receptor central o un tubo que contiene un fluido térmico. Este fluido, que puede ser aceite sintético, agua o sales fundidas, se calienta hasta alcanzar temperaturas de entre 300 y 600 grados Celsius.
El calor acumulado se utiliza para generar vapor que impulsa una turbina conectada a un generador eléctrico, produciendo así electricidad. Además, el fluido térmico permite almacenar energía durante varias horas, un factor crucial para mitigar la intermitencia propia de otras fuentes de energía solar. Este ciclo es eficiente en teoría, pero su implementación práctica ha demostrado ser más compleja de lo esperado.
El controvertido caso de Crescent Dunes
La planta termosolar Crescent Dunes, situada en Nevada, Estados Unidos, marcó un hito al ser una de las primeras instalaciones comerciales en integrar tecnología de almacenamiento de energía térmica con sales fundidas. Construida por SolarReserve y operativa desde 2015, prometía una capacidad de 110 MW para abastecer a 100.000 hogares. Su tecnología, basada en 10.347 heliostatos y un receptor central, fue diseñada para ofrecer una solución innovadora frente a los retos de la generación solar convencional.
No obstante, la planta se enfrentó numerosos desafíos técnicos y financieros que culminaron en su quiebra en 2020. Entre los problemas más destacados se encontraban:
En primer lugar aparecieron los fallos técnicos. El sistema de almacenamiento con sales fundidas presentaba fugas y problemas relacionados con las altas temperaturas. Además, los heliostatos, esenciales para la concentración solar, requerían mantenimiento complejo y costoso, exigiendo también ajustes constantes en su calibración.
En segundo lugar, su rendimiento estaba por debajo de lo esperado. La planta nunca logró alcanzar consistentemente los niveles de producción proyectados, afectando su capacidad de cumplir con los contratos de suministro eléctrico. Las interrupciones en su operación, sumadas al alto coste de producción, redujeron drásticamente su rentabilidad.
Por último, llegaron las dificultades económicas. Con un presupuesto inicial de 1.000 millones de dólares, financiado por inversores de renombre como Warren Buffet y Citigroup, el proyecto no generó los ingresos esperados. SolarReserve se enfrentó a demandas por parte de NV Energy y de sus propios inversores por incumplimiento de contrato y mala gestión del capital.
Implicada una importante empresa española
La participación de la empresa española ACS-Cobra, filial del Grupo ACS y co-propietaria de Crescent Dunes, también generó polémica. Según Bill Gould, cofundador de SolarReserve, algunos problemas técnicos, como el diseño del depósito de sales fundidas, contribuyeron al fracaso del proyecto. Gould destacó que el tanque era excesivamente grande, lo que aumentaba el riesgo de fallos debido a las altas cargas cíclicas y variaciones térmicas. Sin embargo, no se presentaron acciones legales contra la empresa.
Tras la quiebra de SolarReserve, Crescent Dunes quedó bajo control gubernamental. En 2021, ACS firmó un nuevo contrato con NV Energy para continuar operando la planta, aunque los costos de generación eléctrica siguen siendo elevados.
Lecciones aprendidas del caso Crescent Dunes
A pesar de los enormes retos a los que se enfrenta, Crescent Dunes sirve como laboratorio para adquirir valiosas enseñanzas para el sector de las energías renovables. Por ejemplo, que la innovación requiere equilibrio. Las tecnologías emergentes, aunque prometedoras, deben ser implementadas con un diseño técnico y financiero sólido para asegurar su viabilidad a largo plazo.
También sacó a la luz la importancia del mantenimiento. Los sistemas complejos, como los heliostatos y el almacenamiento con sales fundidas, requieren un enfoque especializado y constante, lo que incrementa los costos operativos. También destaca lo fundamental que es el almacenamiento como ventaja estratégica. Aunque los problemas técnicos y financieros limitaron el éxito de Crescent Dunes, su capacidad de almacenar energía térmica marcó un precedente en la búsqueda de soluciones para la intermitencia de las energías renovables.
¿Tiene futuro la energía termosolar?
Si bien Crescent Dunes no alcanzó las expectativas, la energía termosolar sigue siendo una tecnología clave en la transición energética global. Mejorar la eficiencia, reducir costes y optimizar el mantenimiento serán esenciales para que proyectos futuros puedan superar los obstáculos enfrentados por esta planta pionera. La innovación, respaldada por experiencias como esta, será fundamental para consolidar el papel de la termosolar en el mix energético mundial.