Reconocido mundialmente por concentrar algunos de los mayores yacimientos del mundo de este mineral estratégico, el Triángulo del Litio, está conformado por Bolivia, Argentina y Chile. En Bolivia se encuentra el Salar de Uyuni, considerado uno de los depósitos más extensos del planeta, En Argentina, salares como el del Hombre Muerto, ofrecen concentraciones importantes de litio que han impulsado el desarrollo de proyectos mineros de envergadura internacional. Chile alberga el Salar de Atacama, famoso por la calidad y pureza de su litio, lo que lo posiciona como un actor clave en el mercado global de baterías y energías renovables.
Fuera del Triángulo del Litio, existen otros países que destacan por sus importantes reservas y producción de litio. Australia, por ejemplo, se erige como líder mundial en la extracción, concentrando sus recursos en depósitos de minerales como la espodumena, fundamentales para el abastecimiento global. Asimismo, China ha potenciado su posición mediante la exploración de yacimientos propios y la integración de su cadena de valor, consolidándose como un actor estratégico en el sector. En Estados Unidos, regiones como Nevada albergan yacimientos de relevancia para la industria tecnológica y automotriz, especialmente en la producción de baterías para vehículos eléctricos.
El hallazgo chino que lo cambia todo
Una noticia reciente asegura que, por su volumen y por sus implicaciones económicas y medioambientales, el hallazgo de enormes reservas de litio en el Tíbet supone un punto de inflexión en la carrera global por el litio, mineral esencial para la producción de las baterías de iones de litio utilizadas en los vehículos eléctricos.
En un escenario donde la demanda de coches eléctricos y sistemas de almacenamiento de energía crece de forma vertiginosa, contar con una fuente local de litio resulta crucial para reducir costes y acelerar la transición hacia energías renovables.
En concreto, se estima que bajo el Tíbet se esconde una reserva de alrededor de 30 millones de toneladas de litio. Esta cifra, que supera a la de otros países tradicionalmente relevantes en este sector como Australia, Bolivia o Argentina, permite que China aumente su participación en las existencias mundiales, pasando del 6% al 16,5%.
De esta manera, el Gigante Asiático se sitúa ahora en el segundo lugar a nivel global, solo por detrás de Chile. Este hallazgo no solo garantiza una mayor autonomía, reduciendo la dependencia de importaciones extranjeras, sino que también impulsa su industria local en un contexto geopolítico en el que la independencia tecnológica se ha convertido en un objetivo prioritario.
El impacto económico de este hallazgo se traduce en una reducción de los costes de producción de baterías, un sector en el que China ha venido consolidándose durante años. Se estima que el valor económico del yacimiento podría alcanzar los 600.000 millones de euros, lo que generará importantes beneficios en términos de creación de empleo y en la atracción de inversiones en tecnologías verdes.
Además, la caída de los precios de las baterías de iones de litio que es de un 73% en la última década, es una tendencia que podría consolidarse y acelerarse con esta nueva fuente de litio. Este factor es especialmente relevante para el mercado de vehículos eléctricos, ya que una reducción en el coste de las baterías implica una disminución en el precio final de los coches, haciendo que la movilidad sostenible sea cada vez más accesible para todos.
Sin embargo, junto a las ventajas económicas y tecnológicas, surgen importantes desafíos medioambientales. El Tíbet, lugar del descubrimiento, es una región con un ecosistema sumamente frágil, por lo que será imprescindible adoptar medidas rigurosas para evitar daños irreversibles durante la extracción. La gestión sostenible de este recurso es una prioridad, para que este descubrimiento no tenga un coste ambiental demasiado elevado.