El diseño y la concepción de un vehículo eléctrico tienen que ver con la eficiencia. Las pérdidas de energía deben minimizarse y eso se aprecia en muchos detalles que no pasan desapercibidos y que los diferencian de los vehículos de combustión. La energía almacenada en sus baterías es limitada y maximizar la autonomía es siempre una prioridad. Por eso, los vehículos eléctricos utilizan aerodinámica avanzada, basada en superficies que eliminen interferencias al flujo del aire, neumáticos eficientes con llantas de diseño específico e incluso manecillas en las puertas retráctiles.
Sin embargo, las pérdidas aerodinámicas no son lo único que afecta a la autonomía de un vehículo eléctrico. Cualquier consumo que no se emplea para hacer girar el motor es un despilfarro. Entre los sistemas que más ‘desperdician’ energía está el sistema de climatización del habitáculo. Los vehículos con motor de combustión también pierden autonomía en invierno por esta causa, pero la red de estaciones de servicio nunca hará que eso suponga no poder llegar al destino. Con la red de recarga de vehículos eléctricos actual, los viajes han de planificarse y elevar el consumo en exceso puede hacer que no se alcance la estación de recarga prevista.
La bomba de calor, imprescindible
Muchos fabricantes de vehículos eléctricos recurren a asientos y volantes calefactados y a zonificar el habitáculo para calentar el mimino espacio. Pero, frente a los tradicionales sistemas de calefacción que se montan en todos los coches de combustión a base de resistencias, es el empleo de una bomba de calor lo que más energía ahorra. A pesar de lo que se pueda pensar, Tesla no fue el primero en utilizar este sistema, que fue implementado antes por varios fabricantes. Pero hoy en día todos sus coches lo llevan.
Una bomba de calor es un aire acondicionado funcionando a la inversa. Aprovecha el calor que emiten los componentes de la transmisión y la batería para calentar la cabina, lo que elimina la necesidad de un calentador resistivo. Tesla explicó recientemente los detalles de su funcionamiento, asegurando que este sistema hace que un vehículo eléctrico sea hasta un 20% más eficiente.
El experimento
La web EVCharger Review ha querido comprobar la realidad de esta afirmación. Para ello probaron el funcionamiento de la calefacción resistiva de un Tesla Model 3 de 2019. Para calentar la cabina hasta 22 ºC el consumo energético se elevó en un 26%. Realizaron el mismo experimento con un Model Y de 2022 que sí incluye una bomba de calor. Con él siguieron exactamente la misma ruta, en las mismas condiciones de temperatura exterior y a las mismas velocidades.
Si bien es cierto que no se trata del mismo coche y que sus gastos energéticos son, por lo tanto, diferentes, la intención de la prueba no era comparar el consumo sino sus incrementos en clima frío por la presencia de uno u otro sistema. Para ello, realizaron el mismo recorrido en el Model Y con la calefacción apagada y con ella encendida a 22 ºC. En este caso el consumo de energía tan solo aumentó un 8%.
La diferencia entre los dos sistemas de calefacción es enorme. Esta experiencia puede ser decisiva para aquellos que vivan en climas fríos y estén pensando en adquirir un vehículo eléctrico. Contar o no con este sistema podría decidir la compra hacia uno u otro modelo en función de si lo implementa o no, puesto que no solo puede ser responsable de que realmente cumpla con la autonomía homologada, sino que también hará que viajar con él sea una experiencia más confortable.