La industria está cambiando rápidamente. Uno de los sectores más cerrados y conservadores está viviendo una auténtica sacudida desde la llegada del coche eléctrico. La transformación de la movilidad ha cogido a muchos fabricantes tradicionales con el pie cambiado. Ese hueco lo están aprovechando algunas compañías jóvenes para introducir coches muy interesantes. Fisker Automotive es una de las que más se está haciendo notar en los últimos años. Aunque no hablamos de una empresa reciente, su primer SUV 100% eléctrico está llamando la atención de todo el mundo.
La tecnología se ha democratizado. El desarrollo y la producción de un coche eléctrico son mucho más sencillos que los de un vehículo de combustión. Los pequeños fabricantes pueden saltarse pasos a la hora de lanzar un coche al mercado. El tamaño les permite ser flexibles y rápidos, mientras que las grandes corporaciones tardan meses, por no decir años, en aplicar cambios pequeños. Esa ventaja no está exenta de problemas. Los pequeños fabricantes tienen más problemas a la hora de encontrar proveedores y suministros. Les resulta muy difícil crecer y de ahí que estén en una búsqueda constante de colaboraciones y entendimientos.
Henrik Fisker sabe perfectamente cómo funciona la industria. El fundador y CEO de la compañía lleva años pasando de una marca a otra, dejando por el camino algunos coches icónicos y muy queridos. Con ese conocimiento aprendido durante décadas, los pasos dados en el desarrollo y producción del Fisker Ocean han sido de lo más sensatos. Se ha aliado con nombres importantes de la industria, como Magna Steyr. Los austriacos son responsables de la producción, pero esta está teniendo más problemas de los inicialmente imaginados porque las piezas no llegan al ritmo necesario a las líneas de montaje. Esto está suponiendo un verdadero quebradero de cabeza.
Aunque Fisker y Magna han firmado un acuerdo de entendimiento con el que poder escalar la producción del Ocean hasta las 120.000 unidades anuales, las previsiones para este año se han visto recortadas ante la falta de suministros. Las estimaciones apuntaban a una producción de 43.000 unidades, pero, tras los problemas, no ha habido más remedio que recortar esa cifra hasta las 32.000. Se espera que en este trimestre se puedan ensamblar entre 1.400 y 1.700 vehículos. Compradores hay y puntos de venta también. Hace apenas una semana el propio CEO de la compañía entregaba la primera unidad del mundo y abría el primer concesionario de la marca en Alemania.
Dentro de esa competitividad comercial, Fisker se encuentra en una posición privilegiada y a la vez delicada. Si bien la compañía ha anunciado pérdidas de 120 millones de dólares en el primer trimestre del año, las cuentas de la compañía parecen sanas. Las 65.000 reservas del Ocean dan una buena base para el futuro, pero los americanos necesitan estrechar lazos con otros fabricantes. Así lo ha reconocido el propio Henrik Fisker a Reuters: "Los compradores ya no son leales a sus marcas tradicionales. Eso cambia todo. Si colaboramos con alguien, podemos escalar más rápido. Puede ser con proveedores, con otras compañías automovilísticas o tecnológicas. Estamos explorando todas esas vías.”
Fisker no cierra la puerta a nada ni a nadie. Las asociaciones no son nada extraño dentro de la industria, de hecho, son lo más normal desde hace años. Polestar y Smart, ambas compañías pertenecientes al Grupo Geely, ya han mostrado su interés. El próximo lanzamiento de Fisker, el PEAR, se desvelará el próximo 3 de agosto. Su producción la llevará a cabo Foxconn en la planta que posee en el Estado de Ohio, Estados Unidos. Su tecnología y su precio están llamados a revolucionar la industria, pero para que eso ocurra, Fisker debe asociarse con empresas más grandes que le permitan alcanzar un nivel superior.