China se ha convertido en el epicentro mundial de la movilidad eléctrica. En apenas unos años, menos de 10, su industria ha crecido a base de miles de millones en inversión, construcción y desarrollo. En estos años se han dado a conocer empresas como NIO, XPeng, BYD y muchas más, pero no es oro todo lo que reluce. Entre bambalinas, otras compañías sufren por subsistir, algunas lo consiguen, pero otras, desgraciadamente no. Hoy estamos ante uno de estos tristes casos, el de la marca Byton. Llegó para comerse el mundo, pero acaban de ser devorados.
La competitividad es brutal. Se estima que el 80% de las startups de vehículos eléctricos en China desaparecen en menos de dos años. Un dato demoledor, pero hay que tener en cuenta la escala a la que los chinos crean nuevas empresas. Con más de 1.000 millones de habitantes, el crecimiento potencial ensombrece al de cualquier otra región en el mundo. Sin embargo, ya hay quien piensa que el mercado empieza a estar saturado de marcas y modelos. Volkswagen ya ha alertado del caos que se está generando en el país.
Byton es una de esas muchas empresas jóvenes que buscaban el éxito en la nueva e incipiente industria del coche eléctrico. Fundada en el año 2016 por antiguos directivos de BMW y Nissan, la compañía tiene, o tenía, su sede en la ciudad de Nanjing, China. En un principio todo parecía prometedor. Buenas ideas, grandes expertos al mando y una ambición desmedida que, lamentablemente, nunca ha conseguido despertar el interés de los inversores. Los problemas financieros han sido la tónica general de la historia de la marca. No es la primera vez que se declaran en bancarrota.
Hay que reconocer que las circunstancias globales no han sido las mejores. En 2019 presentaron su primer coche en el Salón de Frankfurt, el Byton M-Byte. Un impresionante SUV prémium adornado con un diseño espectacular y un interior de primer nivel con una enorme pantalla delantera de 48 pulgadas. Supuestamente, la compañía recibió más de 50.000 pedidos por él. El inicio de la producción estaba programado para unos meses más tarde, pero justo entonces llegó la pandemia de la COVID-19 y el mundo se paralizó. Byton empezó a sufrir rápidamente, declarando la primera de sus bancarrotas al dejar de recibir dinero de sus principales inversores.
Grandes empresas parecían sumarse al carro de Byton, como FAW, Foxconn o el propio Gobierno de la región de Nanjing, pero finalmente nadie aportó el capital suficiente como para poder iniciar la producción en masa. Salvo unas pocas unidades de preserie, el M-Byte jamás ha visto la luz como coche de producción. Los retrasos y los problemas económicos de la empresa matriz, Nanjing Zhixing New Energy Vehicle Technology Development, han sido los últimos clavos en su ataúd.
Tampoco hace falta irse a China para encontrar problemas en las empresas del sector. A principios de este año, en Países Bajos, la compañía Lightyear se declaró en bancarrota al no poder hacer frente a una larga lista de acreedores. Hoy, la empresa sigue abierta, centrada en el desarrollo de un coche más asequible y comercial, pero muchas esperanzas se han desvanecido. Declararse en quiebra no acarrea la desaparición definitiva, pero supone un gran lastre para despegar a medio o largo plazo.
