Hace ya más de dos años que Europa aprobó una normativa que ha roto todos los esquemas de la industria. Desde estrategias de lanzamiento a dudas comerciales. El 1 de enero de 2035 no podrán venderse, salvo contadas excepciones, coches de combustión en Europa. La impopular medida aprobada y ratificada por el Parlamento Europeo ha puesto la picota sobre los vehículos tradicionales. Sin embargo, los plazos de adopción no se están cumpliendo. Las cifras indican un estancamiento en las ventas y muchos dan por hecho que el horizonte podría modificarse. Ursula von der Leyen acaba de revalidar su presidencia del Parlamento Europeo, pero tiene ante sí numerosos retos para la electrificación total.
El pasado 18 de julio, con un total de 401 votos a favor, sólo necesitaba 360, von der Leyen fue aceptada como la máxima responsable del brazo político europeo. Si bien las negociaciones han sido intensas a lo largo de las últimas semanas, Europa encara un nuevo ciclo político tras las elecciones celebradas el pasado 9 de junio en todo el continente. Europa ha dicho sí a las políticas verdes y al coche eléctrico. Ahora sólo queda por ver cómo se aplica esa agenda. Muchos dan por hecho que no será posible cumplir con los propósitos si no hay profundas modificaciones en el borrador ya aprobado. Las ventas indican que hay una notable diferencia entre lo que se pretende y lo que se está cosechando.
Europa debe tomar medidas para atajar el problema de la movilidad sostenible
El 2024 está siendo un año muy ajetreado en los despachos europeos. La agenda de 2035 marca el paso de la industria. Un paso condicionado por la cada vez más importante presencia de marcas asiáticas. A fin de proteger su industria, Europa ha aprobado la aplicación de nuevos aranceles a la importación de vehículos procedentes de China. Si bien la medida ha sido muy comentada, los fabricantes chinos no parecen haberse inmutado. Los políticos temen que los coches eléctricos sean el próximo caballo de Troya de oriente a occidente. Cada vez más voces apuntan a una modificación o total erradicación de la normativa de 2035, algo a lo que la nueva presidenta se ha opuesto no sin antes abrir la puerta a algunas excepciones.
Tal y como está redactada actualmente la ley de prohibición de vehículos térmicos en 2035, no están contemplados otros sistemas de libres emisiones. Toda la apuesta se centra en lo eléctrico o en el hidrógeno, aunque no muchos lo apuntan como algo posible. Ni siquiera se tiene en cuenta el uso de combustibles sintéticos de cero impacto ambiental. Ahora, por primera vez, Ursula von der Leyen ha declarado que introducirá una enmienda en la política continental que permitirá el uso de combustibles electrónicos. Combustibles que no suponen ningún impacto al medio ambiente y que permitiría mantener con vida los actuales vehículos de combustión con mínimos ajustes. Al menos eso es lo que dice la teoría.
El reto que se abre en Europa no es sencillo. A la guerra comercial iniciada con oriente puede sumarse el regreso de Donald Trump al despacho oval de la Casa Blanca. El candidato republicano ha mostrado su claro rechazo al coche eléctrico, lo que podría suponer un jarro de agua fría para los intereses de las marcas europeas en suelo americano. Además del pacto verde, von der Leyen tiene que atajar el sensible estado de salud de la industria automovilística europea. La producción está cayendo y muchas marcas chinas ya abren la posibilidad de derivar la producción a Europa. La carrera de la UE hacia las cero emisiones está cargada de grandes retos y desafíos cruciales.