Hay veces que la realidad supera a cualquier expectativa. Cada vez hay más coches eléctricos en las calles. Nuevas marcas, modelos, tamaños o carrocerías seducen a los conductores en España, Europa y el mundo. La diversidad y competitividad es bien recibida y siempre hay algún fabricante que decide apostar por algo diferente. La movilidad eléctrica nos ha permitido redescubrir diseños como el del mítico BMW Isseta. Un microcoche que en los años 50 causó furor por su presentación. Hoy, contamos con el Microlino. Una versión del siglo XXI que está seduciendo a muchos más compradores de los que cabría imaginar.
La movilidad se está convirtiendo en un problema para las grandes ciudades. Los desplazamientos son cada vez más lentos, los atascos más grandes y los coches también. Muchas marcas están apostando por los segmentos más pequeños del mercado, ideales para incluir alternativas eléctricas. Dacia tiene el Spring, Citroën tiene el AMI y Micro Mobility tiene el Microlino. Cada uno con una presentación diferente, pero con un objetivo común: ofrecer la electrificación como forma de vida urbana.
Lo que sí es cierto es que el Microlino tiene un toque único. Su forma es tan carismática que resulta prácticamente imposible no fijarse en él. Tiene defectos, eso nadie lo pone en duda, pero también se ha convertido en un capricho para muchos conductores. Con hasta 230 kilómetros de autonomía homologada, es mucha más distancia de la que recorremos habitualmente en ciudad. Con una carga completa, el Microlino es capaz de ir y volver del trabajo durante una semana sin parar a recargar. Sólo caben dos personas, muy juntitas, y no hay maletero, pero tampoco supone ningún problema. Su imagen lo dice todo.
El problema está en el precio. Al igual que las unidades originales del Isseta, cuyo cotización ha subido alarmantemente en los últimos años, el Microlino es un capricho de los caros. En España se comercializa a través del Grupo Astara, uno de los mayores importadores del país. El precio de venta no es discreto. Sin ofertas, ayudas estatales o descuentos, el modelo más barato arranca sus tarifas en los 22.990 euros para la versión con 177 kilómetros de autonomía. La unidad más completa y personalizada, bautizada como Competizione, está disponible por un mínimo de 23.560 euros con igual rango homologado. Barato, lo que se dice barato, no es.
Ahora bien, estos costes no han impedido que el Microlino ya pueda ser considerado como un éxito en su primer año de vida. El fabricante italiano acaba de anunciar que ya son más de 1.000 las unidades producidas en la factoría de Turín. Aunque en España todavía no han dado comienzo las entregas, en otros mercados ya lleva tiempo en marcha. Puede resultar absurdo que un coche de semejantes características y precio se venda tan bien, pero es que en cuestiones de capricho no hay nada escrito. En nuestro país está considerado como un cuadriciclo ligero, lo que permite poder usarlo sin estar en posesión del carnet tipo B.
El cofundador y director ejecutivo de la compañía, Merlin Ouboter, se ha mostrado encantado con semejante momento y, de paso, ha aprovechado para lanzar un recadito a aquellos que adelantaron su fracaso: “Ayer, el Microlino número 1.000 salió de nuestra línea de producción en Turín. Qué gran logro y un hito que no puede ser replicado tan fácilmente por los muchos bocazas en nuestra industria. ¡Felicitaciones a todo el equipo, también por aumentar la producción de 10 a 20 autos por día en solo unas pocas semanas!”