Llevamos unos años oyendo hablar de la conducción autónoma como una reunión de tecnologías que acabará haciéndose realidad más pronto que tarde. Coches eléctricos, sin pedales ni volante, moviéndose libremente por las carreteras y las calles de las ciudades, transportando a sus despreocupados habitantes que aprovechan los desplazamientos para trabajar o dedicarse al ocio.
Una imagen de una sociedad diferente a la actual que no ha de preocuparse por la movilidad, puesto que será un acto automático. La mayoría de los fabricantes y muchas empresas tecnológicas trabajan en hacer realidad algo que es realmente muy complejo de lograr. La tecnología puede lograr estar a la altura, pero también es necesario cambiar las normativas y la legislación y atravesar una etapa en la que convivan vehículos autónomos inteligentes con vehículos manuales y tontos.
A pesar de este escenario, la industria del automóvil parece convencida de que se hará verdad y trata de convencer de ello a la sociedad. Hace unos días, Elon Musk, CEO de Tesla, reiteraba su intención de que sea una realidad ya, a finales de este año.
Sin embargo, en los últimos tiempos cada vez son más numerosas las voces que discrepan y cuestionan la llegada algún día del coche autónomo. Hace poco, Li Yunfei, portavoz de BYD, lo afirmaba en unas declaraciones realizadas en el Salón del Automóvil de Shanghái: “liberarse de los seres humanos todavía está muy, muy lejos. Incluso es básicamente imposible”. Ahora, es el turno de Gilles Le Borgne, director de ingeniería de Renault, quien afirmó algo muy parecido cuando presentó esta semana su estrategia de "vehículo definido por software".
Según él, la conducción autónoma es una "serpent de mar" (serpiente de mar), una expresión muy utilizada en Francia para referirse a algo que se menciona o de lo que se oye hablar con frecuencia, pero que rara vez se ve o se confirma su existencia.
Asegura que el fabricante francés no va a perseguirla, aunque formara parte de sus planes hace unos años. Por tanto, los coches eléctricos de Renault se limitarán a un nivel 2+ de conducción autónoma, es decir, un control de crucero adaptativo con mantenimiento de carril que puede ajustar su velocidad al perfil de la carretera, acercarse a rotondas y facilitar el adelantamiento. Y este será también el que alcancen en sus sucesivas actualizaciones tanto el Megane E-Tech como el Austral.
Para Le Borgne, lo ideal será alcanzar un nivel 3, un salto enorme respecto al nivel 2+. En ese estadio, el coche es capaz de realizar una conducción autónoma total en determinadas circunstancias, aunque todavía sigue siendo necesario un conductor al que no se exige una respuesta inmediata, pero que debe estar preparado para tomar el control del vehículo en todo momento cuando le pida que intervenga.
Mercedes ya ha logrado llegar a ese nivel, aunque limitado a 60 km/h en autopista, es decir, cuando las condiciones sean de tráfico pesado o congestión. Alcanzarlo supone unas capacidades informáticas muy altas, que obliga a embarcar equipos muy caros que afectarán al precio de compra de los coches. “Consideramos que debemos ofrecer coches asequibles que no son posibles con altos niveles de automatización”.