Los vehículos propulsados por un motor de combustión tienen más de 100 años de historia a sus espaldas y una lucha de décadas para convertirse en la opción predominante de la industria. A principios del siglo XX, también existían los coches eléctricos. La coyuntura económica en ese momento y los avances tecnológicos inclinaron la balanza hacia los motores térmicos. Entre otras cosas, irónicamente, fue la creación del motor de arranque eléctrico lo que hizo que el motor de combustión prevaleciera a partir de la década de 1920.
Los vehículos eléctricos modernos tiene poco más de diez años, por lo que, si bien parece que son la solución final, probablemente es demasiado pronto para asegurar que serán alimentados con baterías. Todavía no ha pasado suficiente tiempo para saber si la solución masiva que se está poniendo en marcha ahora es la que realmente triunfará dentro de dos décadas. Se trata de una tecnología que tiene algunas contradicciones que es necesario resolver.
Primera contradicción: red de recarga contra baterías de gran capacidad
Tesla ha demostrado que los coches eléctricos son viables creando su propia red de recarga para que alimente unas baterías de gran capacidad. Sin embargo, algunos expertos han levantado la voz para hacer notar la contradicción que esto implica, ya que deberían ser excluyentes: baterías de gran capacidad o una red densa de recarga.
Markus Duesmann, CEO de Audi, auguraba en febrero de 2021 que los futuros automóviles tendrían paquetes de baterías más pequeños porque la infraestructura de carga haría sencillo recuperar la autonomía en poco tiempo. Una batería de gran tamaño hace que los vehículos eléctricos tarden en cargarse, sean pesados, poco eficientes y caros.
Los ingenieros y diseñadores persiguen desarrollar coches ligeros porque es la base de la eficiencia energética. Cuanto menos pesen, mayor será su autonomía transportando la misma energía. Pero hoy los coche eléctricos siguen el camino opuesto: baterías grandes con mayor autonomía, con las consiguientes implicaciones en cuestiones de eficiencia, seguridad y coste.
Segunda contradicción: los tiempos de espera y la recarga rápida
Viajar largas distancias en un coche eléctrico implica que las paradas para recargar sean lo más cortas posible. Establecer un tiempo que sea poco más del que se tarda en repostar un tanque de gasolina es el objetivo. La carga a alta potencia es la solución, lo que obliga a trabajar con tensiones muy elevadas (800 V), de por si peligrosas que, por ahora, los fabricantes han sabido controlar. Sin embargo hay algo que no se ha podido evitar hasta ahora: las altas potencias de recarga implican elevar las temperaturas y degradar las baterías.
Por lo tanto, lo que hace funcionales a los coches eléctricos acorta la vida útil de sus celdas. Los fabricantes no recomiendan que se carguen rápidamente con demasiada frecuencia. En algunas ocasiones, es un argumento que se emplea para reducir los términos para la aplicación de la garantía.
Además, hay otro condicionante. Las baterías ternarias NCM (níquel, cobalto y manganeso en el cátodo de sus celdas) no deben recargarse a su máxima capacidad, sea carga rápida o lenta. Por el contrario, las baterías LFP (litio ferrofosfato) deben cargarse al 100% al menos una vez a la semana.
Por lo tanto, lo propietarios de un coche eléctrico deben saber más y ser cuidadosos con su vehículo por su condición de eléctrico, algo que no hacían con los de combustión. Esta contradicción muestra lo necesarias que son las baterías de electrolito sólido con celdas de metal de litio para los futuros vehículos eléctricos. Su mayor capacidad energética permitirá que los paquetes de batería sean más pequeños sin renunciar a la autonomía. Además, teóricamente, también pueden recargarse sin la degradación de las celdas actuales, aunque esta cualidad se comprobará cuando se implementen realmente en los primeros vehículos eléctricos.
Cuando llegue este momento, los fabricantes tendrán que resolver este dilema: baterías pequeñas y baratas para recargar rápidamente en un densa red o tan grandes que no sea necesario hacer paradas intermedias para recuperar la autonomía.
Tercera contradicción: el precio
La mayoría de los coches eléctricos que actualmente están a la venta tiene un precio que está muy por encima de lo que la media de los conductores puede pagar. Por lo tanto, son los bolsillos más pudientes los que tienen acceso a ellos. Sin embargo, son los que tienen menor poder adquisitivo los que conducen coches más antiguos, peor cuidados y, por lo tanto, más contaminantes.
Si el precio de los coches eléctricos no se reduce de manera sustancial, la mayor parte de los vehículos de combustión más contaminantes permanecerá en funcionamiento, ya que no podrá ser sustituido y los objetivos de reducción de emisiones tardarán en cumplirse. La economía de escala es fundamental en este escenario porque, junto con las ayudas a la compra de vehículos eléctricos, es la única manera de reducir el umbral de entrada para la mayor parte de los compradores.
Cuarta contradicción: la durabilidad
Thatcham Research, una empresa de investigación para las aseguradoras, está instando a la industria para crear un marco de reparación sostenible para vehículos eléctricos. Hoy en día, el precio medio de una batería nueva es de aproximadamente 20.000 €. Una cantidad exagerada cuando se trata de reparar un vehículo de más de ocho años (averiado o accidentado), que es el tiempo que cubren habitualmente las garantías. Pero también es una cantidad muy elevada para las aseguradoras, que antes este riesgo, elevarán las cuotas de sus contratos.
La consecuencia de este escenario es que una cantidad importante de vehículos eléctricos acabarán en una planta de reciclaje si no reciben una batería nueva, acortando sensiblemente su vida. Es decir, será una solución de transporte que no envejecerá conforme se tenía previsto para luchar contra el cambio climático y la necesidad de limitar el uso de materias primas.
Resolver las contradicciones
Cuatro razones contradictorias que pueden hacer peligrar el futuro para los vehículos eléctricos alimentados por baterías. Unas contradicciones que muestran que la tecnología aún necesita madurar para convertirse en la solución definitiva. Si no se resuelven, los compradores siempre estarán esperando a que la tecnología ofrezca una solución mejor: celdas de combustible, hidrógeno, módulos de baterías intercambiables.
Todas las posibilidades quedan abiertas hasta encontrar una opción que garantice que el transporte eléctrico sea viable económica, técnica y prácticamente.