El mundo del automóvil se encuentra sumido en una de las etapas de cambio de mayor calado que ha visto en su historia. La industria pretende dar el salto a maneras más ecológicas de moverse sin dejarse por el camino muchos de los principios a los que atienden los principales fabricantes de coches del mundo, entre ellos el mero hecho de servir al público con productos que puedan comprar y que a su vez ofrezcan prestaciones solventes.
Entretanto, los distintos gobiernos aprietan las tuercas a los fabricantes con límites en forma de nuevas normativas y fechas tope para producir coches impulsados por combustibles fósiles, que han sido el pilar básico de la industria en los más de 100 años que lleva sirviendo a la humanidad.
Tan pronto como para 2035 se pretende que ningún coche nuevo que se vende en Europa sea propulsado por este tipo de motores y esto conlleva, poco a poco, ir limitando el uso de aquellos que se mueven gracias a diésel y gasolina, sólamente, a través de legislaciones que por lo general se están lanzando de manera apresurada y sin contar con la opinión de los propios fabricantes, lo que da lugar a que por el camino se encuentren muchos flecos sueltos, como el que ha descatado de manera muy simple pero contundente recientemente un mecánico español.
Entre estas legislaciones y medidas, por ejemplo, se encuentra el sistema de etiquetas que la DGT implementó en el año 2016. La propia OCU se ha encargado de señalar recientemente en un informe que se trata de un método poco eficiente que no encasilla bien cada tipo de tecnología, como sucede con el ejemplo que destaca Francisco, el mismo mecánico que meses atrás expiso su sincera opinión acerca de los coches híbridos.
En esta ocasión Francisco ha hablado acerca de los híbridos ligeros, que son aquellos en los que la parte eléctrica tiene un menor peso en toda la cadena cinemática. De hecho, no tienen si quiera un sistema eléctrico de alta tensión para propulsar por sí solo el vehículo o asistir de manera contundente al motor térmico. Es cierto que algunos de estos sistemas sí aportan ventajas significativas a la conducción, sobre todos los de última generación, pero en muchas ocasiones están diseñados para adaptarse a la normativa y obtener de manera directa el distintivo ambiental.
Francisco toma como ejemplo un Audi A4 de última generación que a ojos de la normativa merece la etiqueta Eco de la DGT, un 'galardón' que en principio se pensó para destacar, en su mayoría, a coches híbridos cuya parte eléctrica se sustentaba en torno a un sistema de alta tensión o, por contra, a coches capaces de alimentarse de carburantes de bajas emisiones como el GLP, algo en lo que Seat o Dacia son especialistas.
Sin embargo, el Audi A4 que toma com ejemplo Francisco no puede alimentarse de gas licuado de petróleo, ni tampoco tiene llamativos cables de color naranja bajo su capó que alerten tanto al propietario como a mecánicos que se está ante un sistema de alta tensión. En su lugar un alternador "reversible", como lo define el propio profesional, se encarga de asistir al motor térmico.
Apunta Francisco acerca de este tipo de sistemas, quien es poseedor de un coche híbrido de Toyota: "Le ponen un alternador reversible que no tiene fuerza ni para salir solo, ni para mover la carrocería por sí solo, pero automáticamente (...) te cogen y te dan la pegatina Eco".
El profesional señala después cómo la legislación está obligando a muchos conductores de bajo poder adquisitivo a desguazar o dejar de usar coches que, en realidad, por tecnología, consumos y emisiones, tienen el mismo efecto que coches como el que ha usado el propio Francisco como ejemplo.