La llegada del coche eléctrico ha puesto patas arriba la industria del automóvil a nivel internacional. Las políticas globales animan a una transición desde los combustibles fósiles a los más modernos sistemas eléctricos. Sin embargo, los planes no avanzan al ritmo que se esperaban o no de la forma en la que se habían imaginado. Casi todas las marcas tienen dificultades para colocar sus coches eléctricos y muchos CEO animan a suavizar medidas que puedan poner en riesgo los miles de millones de euros invertidos en la senda eléctrica. Ola Källenius, CEO de Mercedes-Benz, ha analizado la etapa que vivimos y ha demandado más flexibilidad por parte de las instituciones.
Hasta hace apenas cinco años los coches eléctricos eran algo prácticamente testimonial en las ventas y en los lanzamientos de las marcas. Sin embargo, el panorama ha cambiado muy rápidamente. Europa ha fijado el año 2035 como el año límite para vender coches de combustión, salvo contadas excepciones. Esta estrategia ha marcado una fecha que puede ser excesivamente breve para reconvertir toda la industria europea. Cambiar el parque del Viejo Continente en poco más de una década es excesivamente agresivo, de ahí que la industria reclame flexibilidad en la transición desde el coche térmico al eléctrico.
En una entrevista concedida a Autocar, Ola Källenius ha analizado la senda de electrificación, incluyendo los numerosos retos a los que se deben enfrentar. En 2039, Mercedes quiere convertirse en una compañía de cero emisiones netas y para ello está invirtiendo miles de decenas de miles de millones de euros. “Sentimos la necesidad de correr, pero la distancia es la de una maratón. No siempre se puede esperar un desarrollo lineal en todos los mercados en todo momento. En la próxima década necesitamos flexibilidad táctica con respecto a los vehículos de combustión electrificados de alta tecnología que también ofrecemos. Estamos en una muy buena posición porque nuestras plantas de ensamblaje son flexibles entre los dos. Pero no nos equivoquemos: claridad estratégica, flexibilidad técnica”.
Esta misma semana el Parlamento Europeo ha decidido suavizar las medidas relativas a la controvertida normativa Euro 7. Muchos han considerado que este paso podría ser la antesala de una relajación de la normativa de 2035 y las cifras no mienten. Si bien hay regiones donde el coche eléctrico ya es algo común y altamente extendido -Noruega o Países Bajos son la muestra más evidente-, hay países que van muy rezagados con la electrificación del parque. España se sitúa en los puestos de cola de la Unión Europea y nada hace pensar que el coche eléctrico vaya a triunfar a corto plazo. Los precios y la red de carga lastran las ventas a la vez que el parque se envejece año tras año de forma alarmante.
Europa quiere pisar el freno de las emisiones, pero no es posible pasar de 100 a 0 en tan breve plazo de tiempo. Muchos países están tomando medidas económicas que animan a la venta de coches eléctricos. Hace unos días, Francia ha mostrado al mundo sus nuevas políticas para la compra de coches ECO y CERO, endureciendo las condiciones para los vehículos fabricados fuera del país. A pesar de ello, las cifras siguen sin salir. Mercedes es un claro ejemplo de ello. Si bien la rentabilidad a nivel de producto es buena, las ventas no despegan. En China, los alemanes han tenido que reducir drásticamente los precios de ventas ante la agresiva política comercial establecida en el país.
La industria se encuentra actualmente en una delicada encrucijada atacada por diversos frentes, políticas continentales, llegada de rivales asiáticos y carreras tecnológicas. Llevamos años escuchando la pronta llegada del coche autónomo, pero por ahora no hay tecnología que pueda demostrar una eficiencia real frente al desplazamiento sin asistencia humana. Mercedes es la compañía que más ha logrado en dicho campo, siendo la primera marca del mundo en ofrecer sistemas homologados para el nivel 4. Los alemanes están invirtiendo enormes cantidades de dinero. Un gasto que se suma al de la electrificación en medio de una guerra comercial con China que, si bien por el momento no afecta demasiado a las cifras, sí que puede suponer un peligro industrial a medio plazo.