Hay denominaciones de coches que nunca desaparecen con el tiempo. Volkswagen Beetle, Chevrolet Corvette, Ford Mustang, Porsche 911, Toyota Corolla. Generación tras generación, sus fabricantes han cambiado el coche completo manteniendo el nombre como parte importante de campaña de marketing. A veces, solo el nombre es ya una razón de venta y eso los fabricantes lo tienen claro. Sin embargo, en esta nueva etapa electrificada, la diferenciación y la búsqueda de un significado relacionado con la electricidad está llevando a algunos coches a tener un nombre absurdo y a veces impronunciable.
Así lo piensa David Placek, fundador de Lexicon Branding, una empresa de marketing estadounidense creada en 1982 que se centra en la selección de marcas para empresas y productos. Para que el nombre de un coche perdure en la memoria de las personas y en la historia de la industria, suele haber ciertos elementos que contribuyen a su longevidad y reconocimiento: originalidad, coherencia, simplicidad, evocación emocional e histórica, innovación.
Es importante tener en cuenta que, si bien estos factores pueden contribuir a la perdurabilidad de un nombre de coche, también hay otros elementos que influyen, como la calidad del automóvil en sí, el éxito comercial y la forma en que el modelo se conecta con su público objetivo.
Nombrar un coche nuevo es una oportunidad muy valiosa. En los últimos años, el desarrollo de coches eléctricos ha acelerado el ritmo de bautizo. Los fabricantes compiten por electrificar su gama y lanzar nuevos modelos a un ritmo frenético que no se había visto en las últimas décadas.
Las nuevas dinámicas que generan los coches eléctricos en la conducción como el cuidado del medioambiente, el silencio o la eficiencia llevan a los ejecutivos de las marcas a buscar nombres nuevos que, precisamente, evoquen estos factores y hagan deseable la compra de estos vehículos.
¿Cuál es el resultado?
Como consecuencia de todo esto, el resultado tiene sus caras y sus cruces. Quizás una de las cruces es la de Toyota, asegura Placek. El fabricante japonés ha tardado en decidirse a llevar al mercado su primer coche eléctrico. Desde 1990, cuando comenzó a desarrollar su tecnología híbrida, han pasado 32 años hasta que ha llegado al mercado el bZ4X.
Un nombre complejo que precisa ser explicado y que, por lo tanto, no llega con fuerza a los compradores. La primera parte “bZ” son las iniciales de “beyond Zero” (más allá de Zero) con lo que el fabricante se refiere a las cero emisiones. El “4” se refiere a su tamaño, perteneciente al segmento D, y la “X” a su formato SUV. Un tanto confuso si lo comparamos con “Corolla”. Otro fabricante japonés, Honda, tras lanzar el Honda-e, decidió complicarse algo la vida y, para su segundo coche eléctrico, eligió el nombre e :Ny1, incluida la separación entre la “e” y los dos puntos.
Jaguar no quiso liarse con tantas letras, pero probablemente sí las confundió. Así el Jaguar E-Pace debería ser la opción eléctrica de la marca, pero no es así puesto que este coche lleva un motor de gasolina. De manera que, para su primer coche eléctrico, se decidieron por el I-Pace.
En Volkswagen arrancaron su familia eléctrica con una nomenclatura basada en las letras “ID.” y un número que correspondía al tamaño y tipo de vehículo. Luego añadieron una “X” a las versiones tipo cupé. Sin embargo, en la marca no parecen estar muy satisfechos con esta nomenclatura y han tratado de variarla. Así han llamado ID. Buzz a la versión eléctrica de su furgoneta más popular y se barajan otros nombres como ID. Polo o incluso ID. Golf para sus próximos vehículos.
Stellantis, con una gama eléctrica cada vez más numerosa, ha optado por otra estrategia. Al utilizar la misma carrocería tanto para las versiones de combustión híbridas como las eléctricas, sus nombres son mucho más sencillos. Mantienen el nombre original añadiendo una “e” o un apellido que indique su tecnología al nombre principal, que es el que realmente identifica al vehículo (Peugeot e-208, 2008, 3008, 508, Citroën ë-C4 o Corsa-e).
Tras el Zoe, Renault ha decidido recurrir a su historia y convertir en eléctricos sus nombres de toda la vida. Por eso, ya es eléctrico el Megane, lo serán el Renault 4 y el 5 y también el Scenic. Y son híbridos (enchufables o no) toda la gama superior a estos.
“Honestamente, muchos de estos nombres suponen un esfuerzo exagerado”, asegura Placek. En su opinión, el nombre de un coche debe cumplir tres condiciones: debe ser “fácil de memorizar, digno de mención y debe distinguirlo dentro de su categoría”. En conjunto, el nombre ha de ser “fácil de procesar”. En su opinión, “muchos de los nuevos nombres de los vehículos eléctricos se quedan cortos”. O se apegan demasiado a la tradición para sentirse dignos de mención o se extienden tanto para distinguirse que son difíciles de memorizar.
Placek cree que, aunque el nombre de un vehículo puede importar menos que su precio, sus especificaciones técnicas o su estética, como ejercicio de marketing, “los coches eléctricos representan una oportunidad perdida”. Destaca el caso de Tesla. El fabricante americano trató de deletrear la palabra “SEXY” con sus cuatro primeros modelos. Sin embargo, Ford se cruzó en su camino porque tenía registrado el Model E seis años antes de que Elon Musk lanzara el Model 3. Pero el intento fue tan bien acogido, que finalmente la estrategia de marketing hizo su función.
En algunos casos, los nombres de los coches eléctricos también resaltan la desconexión existente entre el I+D y la planificación del producto. Casi todos los fabricantes han establecido una estrategia para pasar a fabricar solo vehículos eléctricos. Y eso ha provocado, en su opinión, que modelos como el Kia EV6 o el GMC Hummer EV no vayan a envejecer bien, porque dentro de cinco años, la etiqueta “EV” habrá sido sobrepasada.
Otro ejemplo. Audi lanzó su primer coche eléctrico con el apellido “e-tron", quizás un nombre que atraía cuando solo existía un modelo en la gama, pero que ahora se confunde cuando se han generalizado sus variantes eléctricas a toda la gama.
Y lo mismo le ocurre a Mercedes con la etiqueta EQ, seguida de la letra de la Clase a la que pertenecen: EQS, EQA, EQB y EQE, y también sus variantes SUV: EQS SUV, EQB SUV y EQE SUV. A los que hay que añadir las variantes de AMG. Una auténtica ensalada de letras. Lo mismo ocurre con otras marcas, como Polestar, que han decidido numerar sus coches en función del tamaño, pero que, llegado el momento, se quedarán sin números que quieran decir algo.
En definitiva, Placek cree que el mejor nombre para un coche eléctrico no está compuesto por acrónimos o revoltijos de letras: “debe ser un nombre fresco, sustantivo y divertido de decir”. General Motors tomó esta ruta inicialmente con su Chevrolet Bolt y actualmente con el Cadillac Lyric. Igualmente, Hyundai, que, tras un comienzo algo confuso, se decidió por convertir Ioniq en una gama distintiva completa. Algo parecido han hecho Lucid con el Air, Fisker con el Ocean o Subaru con el Solterra. Nissan también ha acertado con el Ariya, un nombre sánscrito que significa noble o admirable. El Porsche Taycan, que evoca a una escurridiza bestia de la jungla, también está en este “exitoso grupo”.
De aquí en adelante, en los próximos años los fabricantes tendrán muchas oportunidades de lucirse con nuevos nombres. Que se lo digan a Toyota que, a pesar del bZ4X, 25 años después, ha vuelto a confiar en el icónico nombre del Prius para mantener vivo un coche que continúa siendo todo un símbolo del cuidado medioambiental, de electrificación y de eficiencia.