Los coches eléctricos y las tecnologías digitales se complementan de manera intrínseca. Están estrechamente interrelacionados, hasta el punto de parecer indivisibles. De esta unión surgen conceptos que, para aquellos no familiarizados, pueden generar confusión: vehículos eléctricos, automóviles conectados, funciones inteligentes, conducción autónoma, entre otros.
Si bien es cierto que no todos los vehículos eléctricos incorporan necesariamente conectividad y capacidades de conducción autónoma, también existen vehículos de combustión interna, incluso más antiguos, que equipan tecnología avanzada, especialmente sistemas de ayuda a la conducción muy innovadores.
Lo que empezó con Tesla se ha contagiado a toda la industria
Por la propia naturaleza inherente a la fuente de energía que los alimenta y a su sistema de propulsión, los vehículos eléctricos son más compatibles con los sistemas de asistencia al conductor. La electrónica de potencia de un motor eléctrico y los sistemas de gestión de las baterías se pueden configurar de manera más precisa que en el caso de los vehículos con motores térmicos.
Todo comenzó con Tesla y sus coches eléctricos desarrollados como si fueran un teléfono móvil, con un sistema operativo dedicado alrededor del que se construye el automóvil. Pero sería muy fácil simplificarlo tanto y pensar que únicamente el fabricante californiano integró rápidamente funciones digitales basadas en la nube y en la inteligencia en sus vehículos.
Por ejemplo, Ford, con su sistema operativo Sync, diseñado en colaboración con Microsoft, había tomado cierta ventaja. Ya en 2013, un Infiniti Q50S podía leer mensajes de Facebook y Twitter mientras el coche se manejaba mediante un sistema de dirección por cable que eliminaba la conexión física entre el volante y las ruedas.
Más allá de la conectividad: la integración
El verdadero éxito de todas las tecnologías embarcadas en un coche eléctrico está en la integración. Gigantes como Google, Apple, Amazon o, incluso, Netflix han desarrollado a lo largo de los años auténticos ecosistemas compuestos por software y hardware que aseguran la continuidad de sus servicios en cualquier contexto.
Lo que hoy parece completamente obvio no lo era tanto hace quince años. Tuvieron que innovar y superar barreras técnicas (y psicológicas) para expandir sus servicios. Así, empresas originalmente centradas en software y comercio electrónico, como Google y Amazon, comenzaron a fabricar sus propios dispositivos: las gamas de teléfonos y relojes Pixel, los ordenadores Chrome en el caso del primero y Kindle y Fire TV en el del segundo. Sin contar con un sistema operativo sobre el que basar todo su funcionamiento y los asistentes de voz que integran con naturalidad sus funcionalidades para hacerlo todo mucho más usable.
Hoy nos parece algo natural empezar a reproducir un video de YouTube en un ordenador y continuar en el teléfono móvil, retomándolo donde se quedó, todo ha sido diseñado para proporcionar una experiencia sin interrupciones en un ecosistema que se ha adaptado casi orgánicamente a los hábitos de su usuario, más allá del interés de estas empresas por saber en cada momento las necesidades de cada uno y venderles lo que precisan.
Parecería lógico que algunos fabricantes de automóviles estén siguiendo hoy en día la misma lógica que los gigantes tecnológicos aplicaron a la movilidad digital en las décadas del 2000 y 2010. Y no lo está haciendo únicamente Tesla y los fabricantes europeos históricos, también se han apuntado al carro esas mismas compañías tecnológicas y, una vez más, los fabricantes chinos, que lideran esta tendencia.
El ecosistema de movilidad del coche eléctrico
Recientemente, NIO ha lanzado su propio teléfono móvil. Apretando solo un botón, permite realizar múltiples interacciones perfectamente integradas con los coches eléctricos de la marca. En la misma línea, Polestar también está desarrollando su propio teléfono inteligente en colaboración con Meizu, con quien el fabricante de automóviles ha establecido una empresa conjunta. Tiene previsto lanzar el dispositivo a finales de 2024, coincidiendo con el lanzamiento del Polestar 4.
Por otro lado, empresas ampliamente reconocidas por su liderazgo en el ámbito de los dispositivos móviles y, más ampliamente, en el de las tecnologías de la información, están entrando con relativo éxito en el mercado de los coches eléctricos. Xiaomi y Huawei son dos casos evidentes, el primero a lo grande, poniendo en el mercado un coche eléctrico completo, y el segundo, integrando software y hardware como base de algunos fabricantes chinos como Avtar o Chery, cuyos primeros prototipos ya han sido avistados o presentados oficialmente. Quizás algo más rezagado, pero con un proyecto al parecer sólido, Sony está desarrollando Afeela, un coche eléctrico diseñado en colaboración con Honda.
En un plano por encima de estos casos, está Google, que ha desarrollado Android Automotive para que pueda ser integrado por cualquier marca que quiera optar por él. Un sistema que hereda algunas características del Android Auto, pero que va mucho más allá. No solo permite disponer de todos sus servicios y aplicaciones sin necesidad de conectar ningún teléfono móvil, añadiendo sincronización con la cuenta del usuario. También se integra en las funciones del coche, adquiriendo los datos necesarios para ofrecer una navegación que tenga en cuenta la carga de la batería con todos los servicios añadidos que puede ofrecer.
Por último, muy en secreto, pero a voces, el supuesto coche eléctrico de Apple sigue su marcha entre confusos rumores de abandono y de lanzamientos casi inminentes.
Conclusiones
Todo esto podría indicar una evolución significativa del concepto de automóvil. Ya no se trata simplemente de integrar enormes pantallas táctiles y, a veces, dispositivos innecesarios. La industria parece estar reconsiderando por completo la forma en que diseña los automóviles, que podrían convertirse en simples terminales agregados a un ecosistema más amplio compuesto por dispositivos móviles y todo ello coordinado por una capa de inteligencia artificial.
Y todo ello en un momento en el que la industria esta experimentando una clara división, con los fabricantes históricos, principalmente los europeos, enfrentándose a nuevos desafíos, mientras que los fabricantes chinos y las nuevas empresas adoptan una perspectiva completamente innovadora, con la idea subyacente de que el automóvil es simplemente otro componente en la continuidad de los usos móviles y que se convertirá en un medio para recopilar la mayor cantidad posible de datos personales.