La autonomía que pude llegara ofrecer un coche eléctrico ha sido desde siempre la primera preocupación de quien se decidía a considerarlos para la compra de su nuevo automóvil. Tanto es así, que en el diccionario de la movilidad eléctrica la "ansiedad de la autonomía" era un término empleado en casi todas las conversaciones. Describía el estado de ánimo del conductor cuando se subía a uno de estos coches y veía que el marcador le indicaba los mismos kilómetros disponibles que cuando se encendía la luz de reserva de su anterior coche de combustión. Pero las cosas han cambiado por varias razones. La más importante es que muchos coches eléctricos ya implementan baterías con autonomía muy por encima de los 300 kilómetros. La segunda es que ya comienza implantarse una nueva forma utilizar del automóvil que tiene en cuenta las diferentes maneras de recargarlo, vinculada, oportunidad y rápida, que se pueden utilizar según cada necesidad.
El principal problema que han tenido los coches eléctricos es que, como en la mayoría de las cosas de la vida, una situación se juzga basándose en experiencias vividas en el pasado. La sociedad está acostumbrada a pensar en automóviles de combustión interna: cinco minutos de llenado del depósito y cientos de kilómetros de autonomía hasta el siguiente repostaje. Una ecuación absurda si se tiene en cuenta que entre ellos el coche se detiene muchas veces y ha estado transportando un peso extra que no le hacía falta.
Un coche eléctrico que "solo" hace 300 kilómetros parece un escenario aterrador y poco práctico para esta costumbre. Excepto porque no funcionan así y no se les puede juzgar con este criterio. La gasolina y el diésel son capaces de almacenar una gran cantidad de energía en un depósito relativamente pequeño que se rellena rápidamente. Un coche eléctrico es diferente. Su batería no tiene porqué recargarse de una vez. Puede hacerlo "a pequeños sorbos" todos los días en la propia vivienda, en el trabajo, mientras se compra o mientras se ve una película en el cine. En caso de tener que realizar un viaje largo, la recarga ultrarrápida que permite recuperar el 80 % de la capacidad en 30 minutos será la opción más lógica, pero será la que menos se utilice, porque la mayoría de los desplazamientos serán de pocos kilómetros. Con la ventaja de que cada recarga es un ahorro económico en relación con repostar un combustible fósil.
El Nissan Leaf de 2011 apenas podría recorrer 150 kilómetros con cada carga. En la práctica, recargando el 80 % de la capacidad de su batería para preservarla de la degradación, la autonomía era todavía menor. Pero muchos compradores adquirieron uno poniendo en práctica una perspectiva diferente para utilizarlo.
El uso diario de un coche eléctrico
El promedio de kilómetros que recorre un coche diariamente es de menos de 60 kilómetros. En Estados Unidos, donde las distancias suelen ser mayores, las estadísticas de la Administración Federal de Carreteras aseguran que el promedio mensual es de 1.188 millas (65 kilómetros al día). Cualquier coche eléctrico del mercado, incluso los de primera generación, tiene autonomía de sobra para cumplir con este requisito.
Muchos fabricantes recomiendan cargar al 80 % para el uso diario para preservar la longevidad de la batería, reservando las cargas al 100 % para los viajes largos que pueden requerir mayor autonomía. Del mismo modo, no dejar que el porcentaje de batería caiga por debajo del 20 % también es una buena práctica para la vida útil de la batería y garantiza una "autonomía de reserva" si es necesario. La misma buena práctica que repostar combustible antes de llegar a la reserva.
Con estas prácticas, el rango operativo diario de la autonomía diaria de un coche eléctrico es del 60 % de lo que anuncie su homologación. Y con ese criterio ya es posible elegir el modelo que más se ajuste a cada necesidad (para el caso de los trayectos diarios). Se puede ir incluso un poco más y contar con que en 10 años la batería puede llegar degradarse hasta un 20 o un 30 por ciento, según indican los contratos de garantía para tener en cuenta el uso que va a permitir el coche cuando llegue ese momento.
La recarga en el garaje
Hoy en día comprar un coche eléctrico sin disponer de un garaje que permita la recarga vinculada diaria puede no ser una buena idea. En este caso el propietario debe utilizar la red de recarga pública de alta potencia para acudir a ella de la misma forma que lo haría con un vehículo de combustión. El problema es que estas estaciones no son todavía lo suficientemente abundantes y fiables como para confiar ciegamente en ellas. Además, esto implicaría dejar el vehículo cargando durante más tiempo y el precio de la recarga no sería tan ventajoso en comparación con los combustibles fósiles como lo es la recarga vinculada.
Por lo tanto, hoy en día, mientras la red de recarga rápida y pública no mejore, la necesidad de un punto vinculado parece clara. Aunque también parece claro que esta situación irá cambiando porque ni los fabricantes ni los gestores de los servicios de recarga querrán que su mercado se limite a aquellos que dispongan de una plaza de garaje. Además, al menos en Europa, ya se ha fijado una fecha para prohibir la venta de coches de combustión por lo que en los próximos 15 años las estaciones de recarga pública serán tan abundantes y fiables como las gasolineras.
Las grandes autonomías se pagan
Quien quiera hacerse con un coche eléctrico con una gran batería que le proporcione mucha autonomía tendrá que pagarlo a la hora de la compra. Hace cinco o seis años, la batería representaba el 50 % del coste total de producción del vehículo. Con la mejora de la tecnología y la economía de escala, este porcentaje se habrá reducido hoy en día a un tercio del coste, y se prevé que seguirá cayendo en los próximos años.
Aun así es necesario plantearse la necesidad de pagar más por algo que puede que no se vaya a necesitar casi nunca.
Viajar lejos
A la hora de hacerse con un coche eléctrico es importante plantearse con qué frecuencia se realizan viajes de larga distancia. En un estudio de 2018, el Instituto de Investigación del Transporte de la Universidad de Michigan concluyó que los propietarios de un vehículo eléctrico ahorraron alrededor de 600 dólares al año para alimentar sus vehículos, ya que gastaban 485 dólares en electricidad frente a los 1.117 dólares necesarios para un vehículo de gasolina.
Hoy, con los precios de la gasolina mucho más altos el ahorro económico sería mucho mayor. Y en este estudio no se tuvieron en cuenta las ventajas económicas que disfrutan los conductores de un vehículo eléctrico en mantenimiento. Estos ahorros podrían servir para alquilar un vehículo de combustión cada una de las veces que durante el año se necesita realizar viajes de larga distancia.
Sin embargo, cada vez es más fácil viajar sin recurrir a los vehículos de combustión. Las estaciones de recarga ultrarrápida en carretera son cada día más abundantes y poco a poco existirá una red que permita encontrar un punto de recarga siempre que se necesite. Y la tecnología y la economía de escala permitirán mayores potencias de recarga con la consiguiente reducción de los tiempos de espera. En unos años, recargar un coche eléctrico en carretera se parecerá mucho a repostar combustible.