El número de fabricantes chinos especializados en coches eléctricos que están desembarcando en Europa es cada vez más numeroso. Con un mercado interior ya consolidado, Europa se destapa ante ellos como un objetivo muy suculento, donde la demanda de coches eléctricos asequibles, por ahora, no está cubierta por la oferta. Por lo tanto, su argumento, el precio, es de mucho peso para instalarse en uno de los mercados tradicionalmente más potentes del mundo.
Si aquí sus precios son atractivos, lo son aún más en su mercado de origen. Un informe de la consultora Jato explica por qué los coches eléctricos son significativamente más baratos en China que en Europa.
Los primeros en llegar
En la década de los 2000, cuando la electrificación del automóvil apenas había comenzado, China vio la oportunidad de pasar de ser un seguidor de un mercado que estaba a punto de explotar a convertirse en su líder. El regreso a China de Wan Gang, ingeniero de Audi en la década de los 90, es clave en este proceso porque, convertido en el ministro de Ciencia y Tecnología, fue una de las cabezas pensantes detrás de esta importantísima apuesta.
Allí, el partido-estado está presente en forma de células dentro de las empresas establecidas en su territorio. Desde 2010 estableció un plan para, desde dentro, desarrollar una vasta política de desarrollo de la industria y de las infraestructuras dedicadas a los coches eléctricos.
Esta estrategia fue posible gracias a la riqueza natural del país en materias primas como el litio, el níquel, el cobalto y el grafito, necesarias para fabricar las baterías. Además implementó sus primeras ayudas a la compra de vehículos de 'nueva energía'.
El desarrollo de un mercado de masas
Al excepcional posicionamiento de China a nivel industrial se sumó una elección estratégica que ha marcado su éxito: centrar el desarrollo de los vehículos eléctricos en modelos urbanos de bajo coste. Una estrategia opuesta radicalmente a la que, de manera natural, ha surgido en los dos mercados más tradicionales: el europeo y el americano. Mientras en occidente son los vehículos premium de alto coste los que sustentan la inversión en el desarrollo de los más económicos, allí es justo al revés, gracias a la intervención estatal.
Cuanto más crecen las ventas de los modelos de precio asequible, más rápido aumenta la producción y se pone en marcha la economía de escala, liberando fondos para invertir en investigación tecnológica. A los esfuerzos del Estado, se sumaron los de las provincias y las grandes ciudades que apostaron por hacer crecer la infraestructura de carga.
En consecuencia, el mercado se ha expandido desde abajo para proporcionar una base sólida para el desarrollo de grupos automovilísticos y fabricantes de baterías locales. Unos estándares menos estrictos que en Europa en cuanto a seguridad de los vehículos y el impacto ambiental de las baterías también contribuyeron a facilitar el crecimiento de las empresas. A pesar de esto, el coche eléctrico sigue siendo una herramienta para la lucha contra la enorme contaminación que inunda las megalópolis chinas.
Por el contrario, en Europa, tras unos primeros vehículos eléctricos pioneros y relativamente asequibles (Renault Zoe, Nissan Leaf, Mitsubishi i-MiEV, Peugeot iOn, Citroën C-Zero), los fabricantes se han centrado en tecnologías de última generación con el objetivo de democratizar el coche eléctrico de arriba a abajo.
Tesla se estableció en Europa con su gama de coches eléctricos premium comprometiendo a las marcas históricas. Con la inercia industrial tirando de ellas, su modelo de negocio se centró en competir con Tesla con los vehículos más top. El resultado: la mayoría de la oferta de coches eléctricos del Viejo Continente está formada por modelos de alta gama con unas ventas limitadas.
Además, la mayoría están equipados con baterías suministradas por fabricantes chinos que deben cumplir unos estándares de seguridad superiores a los de su país, lo que afecta a su coste y por lo tanto al precio final de venta.
Los precios de venta
Según los datos de Jato, en China, el precio medio de los coches eléctricos, ponderado por el volumen de ventas, cayó de 41.800 € a 22.100 € entre 2011 y 2021. En Europa subió de 33.292 € a 42.568€ entre 2012 y 2021. Mientras que aquí un coche eléctrico cuesta de media un 32% más que su equivalente térmico, en China ha caído a un 7%, desde hace unos tres años.
Con una legislación que ya ha establecido la prohibición de la venta vehículos térmicos nuevos en la Unión Europea para 2035, el desafío para los fabricantes es alcanzar a sus competidores chinos. Si bien la primera tanda de fabricantes que aterrizaron aquí lo hizo de la mano de vehículos eléctricos premium, en una segunda oleada, iniciada por MG, el objetivo es conquistar el mercado de volumen todavía no atendido por los europeos. Ahora, a estos les toca luchar en su propia casa contra un competidor que ha tomado una ventaja muy importante en las últimas décadas.