Con la electrificación, la industria del automóvil se enfrenta hoy en día a uno de los cambios más radicales de su historia. Una revolución que muchos fabricantes ya están acelerando, pero que tiene una consecuencia directa sobre el empleo de los tres millones de europeos que trabajan en este sector. Es ahora cuando se necesita una respuesta política basada en la capacitación de los trabajadores para la nueva industria. ¿Será suficiente?
Eliminar los motores de combustión tanto en los vehículos particulares como en las flotas profesionales y los medios de transporte público supone un alivio para el medioambiente y para la calidad de vida de las personas, además de eliminar la peligrosa dependencia del petróleo. Es, sin duda, una solución urgente e imprescindible, tal y como pronostican los expertos, para revertir el cambio climático y la destrucción del planeta. Las encuestas reflejan que la mayoría de las personas están de acuerdo con ello, y aceptarían un pequeño cambio en su movilidad siempre y cuando no suponga un sacrificio de la calidad de vida.
La tecnología está comenzando a salvar las desventajas de los vehículos eléctricos frente a los de combustión: la autonomía y la velocidad de recarga. La primera, con baterías cada vez más económicas y con la capacidad suficiente como para eliminar la ansiedad del rango. La segunda con una red de recarga ultrarrápida en carretera que permite recuperar una gran parte de la capacidad de la batería en minutos. Además de esta red para largos desplazamientos, los puntos de recarga vinculada (generalmente lenta) en hogares y los de recarga de oportunidad en las ciudades (semirrápida) en lugares de ocio y trabajo completan una red que asegura la disponibilidad de la recarga.
Cambio en la proporción del empleo total para 23 países de la OCDE, 1995-2015 Incluye los siguientes países: Austria, Suiza, Irlanda, España, Grecia, Dinamarca, Francia, Suecia, Portugal, Reino Unido, Noruega, Países Bajos, Finlandia, Italia, Alemania, Bélgica, Estados Unidos, Eslovenia, Canadá, República Eslovaca, Japón Hungría República Checa. Fuente: OCDE.
El empleo
Sin embargo, para los aproximadamente tres millones de europeos que trabajan en la industria del automóvil, este cambio de paradigma en una importante fuente de ansiedad. Si bien la electrificación obliga a incorporar nuevos elementos mecánicos y sistemas electrónicos en los vehículos, la mayoría de los expertos coinciden en que es probable que los fabricantes de automóviles se vean obligados a reducir sus necesidades de personal al ser los vehículos eléctricos más sencillos en cuanto al número de piezas y componentes necesarios para su fabricación, además de requerir un mantenimiento posterior muy inferior.
La coyuntura tecnológica, social y política tampoco favorece el mantenimiento de estos puestos de trabajo. La llamada industria 4.0, basada en la inteligencia artificial, el big data, los algoritmos de procesamiento y la interconexión de dispositivos, entre ellos y con la nube, es un hecho inevitable que también está reduciendo los empleos en todos los sectores industriales y que en la segunda década de este siglo alcanzará un desarrollo mucho mayor.
Industria 4.0.
El Brexit y las guerras arancelarias que ha emprendido Estados Unidos bajo el mandato de Donald Trump están golpeando también a Europa, provocando una sensación de absoluta inseguridad entre los trabajadores del sector automotriz.
El empleo en números
Un ejemplo de lo que puede ocurrir de forma masiva en el sector son los 38.000 puestos de trabajo que los fabricantes de automóviles han destruido en todo el mundo en los primeros seis meses de este año. El porcentaje de intervención en el PIB europeo de la fabricación de automóviles se ha reducido del 19 al 14 por ciento entre 1991 y 2018.
Ante esta situación, las políticas europeas y nacionales en cada uno de los estados responden de forma dubitativa ante este desafío, confundiendo a los fabricantes y a los trabajadores. Un ejemplo de ello es la interferencia del gobierno francés ante el anuncio de una posible fusión entre Renault y Fiat Chrysler, para crear una compañía capaz de afrontar con mayores garantías el reto de este cambio industrial.
La velocidad con la que la tecnología irrumpe en las empresas no solo sorprende a los trabajadores, también a los políticos que todavía dudan para cuando poner el límite en la normativa para lograr la neutralidad en carbono. Mientras, los fabricantes de automóviles, los sectores relacionados con la electrificación y los suministradores, ya están invirtiendo importantes cantidades económicas para adelantarse a la previsible demanda por parte de los consumidores de productos más limpios. El grupo automovilístico más grande del continente, Volkswagen, ha anunciado una inversión de más de 30.000 millones de euros para el desarrollo de sus nuevos modelos eléctricos, y 50.000 millones en celdas de baterías. Según Herbert Diess, CEO de VW, construir un coche eléctrico "implica un 30 por ciento menos de esfuerzo que construir uno de combustión interna, lo que obligará a movimientos de personal, a jubilaciones anticipadas y a despidos".
Cambio en el número de empleados en el sector del automóvil entre 2000 y 2016. Fuente: OCDE.
Según los estudios realizados por BloombergNEF los vehículos de segmentos más altos podrían ser más baratos que sus correspondientes de combustión en 2022, cuatro años antes de lo que dictaban las previsiones en 2017. La rápida caída de los costes de fabricación de las baterías debería estar haciendo sonar las alarmas sobre las consecuencias sobre el empleo industrial en masa.
¿La respuesta es la capacitación?
IG Mettall, uno de los sindicatos más poderosos de Alemania cree que la capacitación del personal es la mejor respuesta a la previsible pérdida de 75.000 empleos en el sector del automóvil provocado por la electrificación. Alemania ha mostrado su disposición a responder a este cambio con políticas más amplias, poniendo en marcha un fondo de 40.000 millones de euros para apoyar sectores tan activos y tan necesarios como el de las energías renovables, muy relacionada con la electrificación del automóvil. El programa incluye mejoras en infraestructuras y telecomunicaciones, así como el incremento del empleo en los servicios públicos.
La preocupación de Francia va más allá. El débil aumento de la productividad del país y el escaso crecimiento salarial, combinados con la pérdida de empleos y los precios más altos de la energía, podrían provocar una repetición de la crisis de los "chalecos amarillos"
Si el crecimiento económico y la productividad de Europa no repuntan pronto, ¿esta redistribución del empleo será suficiente y sostenible? ¿Puede Europa reemplazar los trabajos de alta capacitación en la industria del automóvil por otros similares?