Las tierras raras son un grupo de 17 elementos químicos entre los que se encuentran el lantano, el itrio, el neodimio, el praseodimio o el samario, entre otros. Y son materias primas fundamentales para las industrias de la electrónica, las energías renovables o el automóvil. De hecho, una buena proporción de los coches eléctricos actuales no podrían funcionar sin ellas, ya que (gran parte de) los motores eléctricos requieren de ellas para funcionar. Los fabricantes de automóviles están reduciendo el uso de tierras raras y el motivo es más una cuestión geopolítica y económica que una preocupación medioambiental.
No es ningún secreto que Estados Unidos y China están en una guerra comercial en la que las tensiones entre ambos, aunque con vaivenes, no dejan de aumentar. Para el mundo Occidental, estar en el lado correcto supone estar de lado de Estados Unidos, lo que llevado al terreno de la industria automovilística significa una cosa: urge la necesidad de reducir la dependencia de China de cara a la «revolución del vehículo eléctrico» que se vislumbra en el horizonte.
Los imanes permanentes son una parte fundamental en una gran parte de los motores eléctricos que se montan en los coches eléctricos. Dichos imanes son capaces de generar un campo magnético constante (permanente), lo que a su vez permite generar la electricidad necesaria para impulsar el vehículo en cuestión. Y la mayoría de estos imanes permanentes están fabricados con tierras raras, en su mayoría neodimio, procedentes de China.
Como ocurre con tantas otras materias primas, entre ellas el cobalto de las baterías para vehículos eléctricos, China domina la producción mundial de tierras raras alcanzando el 90 % del suministro a nivel global. Los fabricantes de coches occidentales dicen estar preocupados por varias razones, entre ellas asegurarse el abastecimiento, los daños medioambientales en la cadena de suministro y las enormes oscilaciones de los precios. Sirva como ejemplo el siguiente dato: el precio del óxido de neodimio se incrementó en más del doble el año pasado. La preocupación es tal que el Departamento de Comercio de Estados Unidos dijo el pasado mes de junio que está considerando abrir una investigación para analizar el impacto de las importaciones de imanes de neodimio en la seguridad nacional del país. Según un funcionario chino relacionado con la industria, «si se dejan de lado los riesgos geopolíticos, la capacidad de China puede satisfacer plenamente las necesidades de la industria automovilística mundial».
La dependencia del neodimio chino, y de tierras raras en general, es una cuestión que indudablemente no es ajena al tablero de juego geopolítico y las balanzas comerciales entre China y Occidente. Pero también resulta una preocupación a nivel empresarial: resulta peligroso poner todos los huevos en una misma cesta (en este caso China) para una pieza fundamental como son los motores eléctricos. Las empresas automovilísticas están invirtiendo miles de millones de euros en electrificación y depender en demasía de un país como China sería una decisión arriesgada y quizá poco inteligente. Y si no que se lo pregunten a Japón, a quien China amenazó en 2010 con cortar el suministro de tierras raras tras una disputa entre ambos países. La consecuencia: los precios se dispararon.
Esta circunstancia está abriendo una brecha entre los fabricantes chinos de vehículos y sus rivales occidentales: mientras los fabricantes chinos siguen fabricando vehículos con imanes permanentes, los occidentales están reduciendo su producción. Según un informe de Reuters, los fabricantes que representan el 46 % de las ventas totales de turismos en 2020 ya han dicho que han eliminado, planean eliminar o están reduciendo el uso de tierras raras en los motores de sus vehículos eléctricos.
Evitar las tierras raras en la medida de lo posible es el objetivo de cada vez más fabricantes para reducir riesgos en cuanto a aumentos de costes y problemas de escasez de suministro. Y de paso, mejorar la sostenibilidad. Las denominadas tierras raras son relativamente abundantes, pero su proceso de extracción y posterior refinado puede llegar a ser altamente contaminante en toda la cadena de suministro.
El popular Renault Zoe no utiliza tierras raras en su motor; el BMW iX3 y el Nissan Ariya tampoco; Toyota, por su parte, está desarrollando motores con hasta un 50 % menos neodimio. Tesla, el fabricante que más eléctricos vende, utiliza dos tipos de motores (asíncronos, sin tierras raras, y síncronos de imanes permanentes), algo que también ocurre en modelos de Volkswagen o Mercedes-Benz.
A pesar de lo anterior, la demanda de imanes de neodimio seguirá creciendo los próximos años
Sabiendo lo anterior, no es de extrañar que estén surgiendo nuevas empresas dedicadas a desarrollar motores eléctricos sin tierras raras y también para impulsar el reciclaje de los imanes utilizados en los vehículos ya existentes. El uso de motores eléctricos sin tierras raras se multiplicará casi por ocho de aquí a 2030, según la empresa de análisis IHS Markit, pero los motores síncronos con imanes seguirán dominando el mercado por su mayor potencia y eficiencia (lo cual repercute en una mejor autonomía).
El negocio de las tierras raras está en expansión: la consultora canadiense Adamas Intelligence prevé que el consumo mundial de tierras raras para imanes ascenderá a 15.700 millones de dólares en 2030, casi cuatro veces más que el volumen de este año. Según la misma consultora, el año pasado la demanda de estos imanes en vehículos eléctricos aumentó un 35 %, a pesar de que la pandemia afectó negativamente a las ventas de coches, hasta las 6.600 toneladas.
Los imanes de neodimio de un coche eléctrico medio pueden llegar a pesar 3 kilos y cuestan más de 300 dólares por vehículo (unos 250 euros), lo cual puede suponer hasta la mitad del coste del motor según el caso. Pero hay otro gran "consumidor" de imanes permanentes de neodimio: los generadores eólicos. Estos aparatos, que generan electricidad a partir del viento, albergan en su interior grandes máquinas eléctricas (generadores) que, en definitiva, están fabricados siguiendo los mismos principios que el motor de un coche eléctrico. El año pasado la instalación de turbinas eólicas creció un 53 % y, según algunos analistas, el creciente aumento en los próximos años podría generar escasez de neodimio.