La Transpyr es una de las pruebas más exigentes del planeta, con unas cifras que, a primera vista, asustan: casi 750 km y cerca de 18.000 mts de desnivel positivo acumulado a realizar en siete días, lo que significa una media de poco más de 100 km diarios y 2.500 mts de desnivel positivo.
Como ya comentamos en un reciente artículo publicado, hemos asistido a esta carrera para realizar un test en condiciones extremas a la Orbea Rise SL M10, un modelo de reciente lanzamiento (entra dentro de la gama 2025) que ofrece un comportamiento enfocado a ser utilizado casi como uno pulmonar pero que, para esta nueva edición, incorpora un modo de aporte de potencia en el que se desarrolla un par máximo de 85 Nm, a la altura de las eBikes más potentes del mercado, y dotando de esa manera a la nueva Rise de una ‘doble’ personalidad. Pero, las impresiones que hemos obtenido (realmente sorprendentes), las contaremos más adelante cuando tengamos preparada toda la información que hemos ido obteniendo durante estos siete días de carrera.
Ahora toca hablar un poco de la experiencia vital que ha supuesto para nosotros esta prueba: tenemos que reconocer que no sabíamos muy bien cómo nos iba a ir, teniendo en cuenta que para una carrera de tal envergadura hay que tener una preparación física y mental muy alta; asistimos algo ‘decaídos’ mentalmente por la lesión sufrida (esguince de tobillo) unos días antes, que nos dejaron físicamente algo mermados.
Decir que, como nosotros hemos participado en la categoría de bicicleta de montaña en su variante de bicicleta eléctrica (E-Transpyr C2C), vamos lógicamente a tratar dicha modalidad, pero tenemos que comentar también que existe una categoría para bicicletas de carretera, denominada Backroads.
La Transpyr es una carrera de superación
Siete días luchando contra nosotros mismos, contra nuestros miedos: ¿nos dará un calambre a las primeras de cambio? ¿O un tirón? ¿Aguantarán las piernas todos los días? ¿Seremos capaces de realizar etapas, como la 3, la 4 y la 5, con kilometrajes rondando los 120 km y desniveles de 3.000 mts? Todas esas preguntas nos asaltaron nada más llegar y, la sonrisa que teníamos durante el viaje poco a poco se fue desdibujando, viendo la envergadura de este evento: aproximadamente 250 participantes y todo un despliegue impresionante por parte de la organización nos hicieron ver que estábamos ante algo muy grande. ¡Y es que se disputaba la 14ª edición!
Para hacernos una idea, estas fueron las etapas y sus características:
- Roses - Camprodon: 105 km y 1.800 mts de desnivel positivo
- Camprodon - La Seu d’Urgell: 115 km y 2.700 mts de desnivel positivo
- La Seu d’Urgell - Vielha: 130 km y 3.350 mts de desnivel positivo
- Vielha - Bagneres de Bigorre: 122 km y 3.200 mts de desnivel positivo
- Bagneres de Bigorre - Oloron Sainte-Marie: 95 km y 2.000 mts de desnivel positivo
- Oloron Sainte-Marie - Sant Jean Pied de Port: 95 km y 2.750 mts de desnivel positivo
- Sant Jean Pied de Port - Saint Jean de Luz: 80 km y 2.100 mts de desnivel positivo
Con este planteamiento, era necesario ir muy preparado aunque, dicho sea de paso, con una bicicleta eléctrica ‘el sufrimiento es algo menor’. Pero ya contaremos en la prueba de la propia montura cómo fue realmente ese ‘menor’ sufrimiento...
No hay que plantearse una carrera así día a día: hay que visualizarla como ‘un todo’
No se puede salir a realizar una carrera de este tipo pensando únicamente en lo que nos espera ese día: había que cuidarse el cuerpo y mimar la mecánica de la bicicleta, ya que ambos apartados han de estar rindiendo al máximo durante los siete días. Porque, además, la primera etapa era engañosa: relativamente fácil y muy rodadora, daba lugar a ‘emocionarse’ y a exigirse más de la cuenta. Y eso hubiera sido un error.
La idea la teníamos muy clara: no arriesgar. Fue una pena porque había partes en las que nos hubiera gustado habernos exprimido un poco más pero, ya fuera por un terreno peligroso (mucho barro) o por el cansancio acumulado, eso nos podría haber llevado al suelo… como acabó pasando.
Nuestra preparación física no fue todo lo buena que hubiéramos querido por culpa del dichoso esguince. Sin embargo, tratamos de ir todo lo preparados (a nivel mecánico) que pudimos para afrontar casi cualquier tipo de avería. Con nosotros llevamos lo siguiente, algo que recomendamos para cualquiera que se plantee un reto de estas características:
- Medios para reparar un pinchazo: llevábamos los neumáticos 'tubelizados', algo que se nos antoja fundamental para una prueba de estas características. Portamos con nosotros un kit para repararlos que constaba de mechas de caucho para tapar agujeros y bombonas de CO2 para inflar los neumáticos con celeridad. También llevamos una cámara, desmontables y una bomba de mano, por si el problema no se pudiera solventar con las mechas.
- Alicates: para cualquier eventualidad y, sobre todo, para sacar la rosca de la válvula de la rueda en caso de tener que quitarla para poner una cámara de aire.
- Multiherramientas: es básico llevar una, porque nos servirá para casi todo e incluso para realizar esos últimos ajustes de cualquier componente.
- Tronchacadenas: aunque la bicicleta (y, evidentemente, la cadena) era nueva, siempre lo llevamos con nosotros ya que nunca se sabe. Y viendo el terreno por el que transitamos, nos pareció buena idea por la cantidad de ramas que había por los caminos y que bien pudieran haber hecho algún estropicio en nuestra transmisión.
- Aceite lubricante: lo usamos cada día tras el lavado de la bicicleta.
Paisajes de 'escándalo'
Puede parecer normal encontrarse bellos parajes en una carrera de tantos kilómetros pero es que, además, transitamos por Los Pirineos: picos impresionantes, praderas de ‘verde nuclear’, bosques de hayas donde la luz apenas traspasaba, ríos llenos de vida. No pudimos dejar de mirar los paisejes en 'casi' ningún momento, a riesgo incluso de irnos al suelo por no estar pendientes del camino. Nuestro planteamiento de carrera estuvo claro desde el minuto uno: terminarla. Y eso nos permitió disfrutar del entorno al no ir en ‘modo competición’. Y fue un acierto, porque disfrutamos mucho de lo maravilloso del paisaje.
La etapa 3 nos llevó por el Valle de Arán, hasta llegar al Puerto de la Bonaigua tras dejar atrás la estación de esquí de Baqueira. Quizás fue unos de los momentos más especiales, con un paisaje impresionante y un descenso 'épico' hasta Vielha. En ese descenso nos juntamos con tres italianos y tuvimos uno de los momentos más divertidos de la carrera, con continuos adelantamientos y llevando un poco los límites más allá de nuestro planteamiento inicial. Al final, la llegada a Vielha fue espectacular y en la meta nos abrazamos los cuatro. Fantástico. Por cierto, no fue la única estación de esquí que visitamos ya que, en la etapa 2, tuvimos un copioso avituallamiento en La Molina.
Otros paisajes que nos cautivaron fueron los contínuos bosques por los que pasábamos, en especial los hayedos. Era impresionante ver como se hacía prácticamente de noche al entrar en ellos siendo, en ocasiones, muy difícil ver con nitidez. Menos mal que llevamos con nosotros unas gafas fotocromáticas (muy recomendables para etapas tan largas), de esas que se oscurecen o se aclaran en función de la luminosidad.
Nos gustó pasar por la ciudad francesa de Lourdes en la etapa 5, muy bonita y conocida mundialmente por su Virgen y, en el mundillo del ciclismo, por la pasión que existe por el Downhill: llegamos a la ciudad tras realizar un impresionante descenso por el Bike Park del Pic du Jer, algo que nos hizo sentir mejores pilotos de lo que somos. No fue el único Bike Park que tocamos pero, desgraciadamente, por el otro que circulamos la experiencia no fue tan grata…
La etapa 6, la más dura desde nuestra perspectiva, también fue una de las más bellas: rodamos por estrechos caminos sobre laderas infinitas que nos hacían tomarnos las cosas con mucha calma para no despistarnos e irnos unos cuantos cientos de metros para abajo. Hubiera sido fatal. Encantadores los bosques de hayas y los chalets de madera en la montaña d’Iraty a más de 1.300 mts de altitud que divisamos antes de descender hasta San Juan Pie de Puerto (Saint Jean Pied de Port), un bello pueblo en el corazón del País Vasco Francés. Todo esto que contamos es un resumen porque podríamos rellenar muchas líneas con todo lujo de detalles...
La llegada a San Juan de Luz (Saint Jean de Luz) fue muy emotiva, tanto por lo bello del lugar (ver el mar fue impresionante), como por saber que, por un lado, habíamos sido capaces de completar la Transpyr y, por otro lado, éramos conscientes de que nuestra aventura había terminado....
El 'infierno' también existe en la Transpyr
Hubo dos jornadas que, desde nuestra opinión, marcaron esta Transpyr 2024: la etapa 4, entre Vielha y Bagneres de Bigorre, con 122 km y 3.200 mts de desnivel positivo, que ya era una de las más duras de por sí por sus cifras, se acabó endureciendo más por las condiciones climatológicas. Y es que durante los primeros 75 km no dejó de llover, coincidiendo además con el ascenso a la estación de esquí de Val-Louron (Loundenvielle) donde nos encontramos, para redondear la subida, con niebla. Totalmente empapados, a pesar de contar con cinco capas en nuestro cuerpo y coronadas con un chubasquero ‘teóricamente’ impermeable, el frío era tan insoportable que una tiritona continuada se nos iba a meter en el cuerpo, algo que además se acrecentó en la consiguiente bajada, debido a la mayor velocidad. En ese descenso nos encontramos con el Bike Park de Peyragudes: nuestras manos tan agarrotadas no nos permitían siquiera frenar, convirtiendo un descenso que hubiera sido ameno y divertido en un auténtico suplicio.
Así llegamos al avituallamiento en el propio Loudenvielle (kilómetro 65), con imágenes impactantes: mantas térmicas cubriendo a algunos corredores y abandonos por hipotermia. Nosotros nos aferramos a un vasito con caldo hirviendo, el cual se nos derramaba por las manos debido a la tiritona que aún perduraba: lo agradecimos porque ese líquido tan caliente nos hizo, muy poco a poco, ir entrando en calor.
Y, quizás, ese destemple hizo que sufriéramos una de las tres caídas que tuvimos, siendo la peor: la inseguridad en el manejo de nuestro manillar con esas manos tan agarrotadas hizo que estuviéramos indecisos a la hora de cruzar un riachuelo por un puente resbaladizo de madera. Dudamos de si hacerlo en marcha o bajados y, entre duda y duda, pusimos mal el pie y nos caímos al arroyo. ¡Nos volvimos a quedar empapados y helados!
Y es que la tónica de la Transpyr fue el terreno tan resbaladizo: barro, piedra de pizarra y humedad son una mala combinación. Tres veces nos fuimos al suelo y en dos de ellas estuvo presente la mala adherencia.
Otra etapa que nos resultó tremendamente dura fue la penúltima (etapa 6): y, en cifras, no lo parecía tanto ya que no llegaba al centenar de kilómetros. Pero, el cansancio acumulado por un lado y la dureza de muchas de sus rampas hicieron que tuviéramos que ‘portear’ nuestra bicicleta. Menos mal que la Orbea Rise SL M10 no es extremadamente pesada. Además, sufrimos dos percances: por un lado, en un descenso espectacular nos envalentonamos y rajamos el talón del neumático trasero contra una piedra. De nada nos sirvieron las mechas; tuvimos que poner una cámara. Lo peor fue que, a falta de 10 km para la meta, la cámara dijo basta y nos quedamos nuevamente tirados, sin otra cámara que poner. Además, en ese momento rodábamos solos y tardó bastante tiempo en que pasara algún corredor, con la fortuna de que, tras ‘mendigar’ un poco, nos dejaran una cámara para poder terminar la jornada. ¡Gracias! a ese simpático corredor italiano al que no le preguntamos ni el nombre. En meta nos encontramos nuevamente con nuestro ‘salvador’ y le dimos una cámara nueva como agradecimiento.
El trato personal en la Transpyr, vital
No hablamos de ir a hacer una carrera e irnos para casa: la Transpyr es una semana entera conviviendo con muchas personas, ya sean corredores o miembros de la organización. Y en ese sentido, fue un verdadero placer ver como remábamos en la misma dirección: TODOS los miembros de la organización mostraron un trato excepcional, incluso diríamos que con altas dosis de cariño, poco usual en este tipo de eventos. Y, entre los participantes, la camaradería fue total. Es cierto que no tuvimos ocasión de tratar con todos, pero hicimos buenas migas con algunos de ellos. Y, todo hay que decirlo, el trato con los participantes de eBike, durante las propias etapas, fue muy distendido por aquello de que esta categoría no tenía carácter competitivo, por lo que era muy fácil entablar conversaciones y echarse unas risas en los momentos más duros de cada etapa. E incluso, en los pocos momentos libres que tuvimos tras cada ruta, llegamos a sacar algún ratito para tomarnos una cerveza y charlar de las aventuras del día.
Aunque, si ese momento no lo encontrábamos, siempre nos quedaban las cenas para juntarnos y comentar la jornada. La organización, con mucho criterio, llamaba a esas cenas las ‘Pasta Party’. En toda esta aventura, los hidratos de carbono ‘fluían por doquier’ en forma de macarrones, lasaña, arroz y…más macarrones: la dieta ‘mediterránea’ se quedó en ‘medi’. Eso sí, tenemos que decir que no tuvimos ni un solo problema muscular: está claro que la gente de la Transpyr sabía muy bien cómo alimentarnos.
Desde aquí, queremos mencionar el cariño desplegado hacia nosotros por los vallisoletanos Gonzalo Martín y Pablo Fernández, así como por los guipuzcoanos y hermanos Hilario, Isaac y Asier. Esperamos vernos otra vez. Gracias a los cuatro.
Transpyr: sólida y solidaria
Esta carrera, como comentábamos, ha celebrado su 14ª edición. Son muchos años a sus espaldas para ir, poco a poco, puliendo detalles. Y eso se ha notado. Excepto imprevistos de última hora en los que ellos tenían poco o nada que ver (cambios de ubicaciones de avituallamientos o pequeñas modificaciones de trazados por causa ajenas a ellos), podemos decir que la caravana formada por tanta gente (corredores, organizadores, voluntarios) ha rodado sin contratiempos. No ha habido nada dejado al azar. Todo estaba perfectamente establecido y, por encima de todo, han cuidado de nuestra seguridad. Esa ha sido su máxima (diversión aparte) y el resultado ha sido una carrera sin incidentes reseñables.
Como siempre, la cabeza visible en este tipo de eventos es quien se lleva ‘las medallas’: Oriol Sallent, el director deportivo y la persona que nos ha contado los pormenores del día siguiente en cada ‘Pasta Party’ (¡y en tres idiomas!), ha sido el más mediático pero no el único (evidentemente) que se ha dejado, literalmente, la piel en esta Transpyr. Cada miembro de la organización sabía muy bien su cometido y podías acudir a ellos con la duda que fuera que, de una manera u otra, te la iban a resolver. Un 10. Por cierto, la Transpyr 2024 ha terminado pero esto no descansa: la Transpyr 2025 está en marcha y las inscripciones ya están abiertas.
En ese sentido, esta Transpyr es una carrera muy sólida. Pero también es muy solidaria y eso dice mucho del papel que puede representar en la sociedad los eventos deportivos: y es que no han de ser solamente para que ‘cuatro’ fanáticos de la bicicleta se desfoguen por los caminos o carreteras. En esta edición hemos podido ver dos acciones solidarias que no queríamos dejar pasar: por un lado, ha participado Jordi García, representante de la Asociación Mou-Te per la Vida. Con él compartimos varios kilómetros de charla en la que nos contaba lo importante que es hacer ver a las personas trasplantadas de corazón que son igual de válidas que antes del trasplante para practicar deporte. Y que esa práctica les va a sacar del sofá de su casa, sitio que parece que ha de ser el destinado a alguien que le han tenido que trasplantar un órgano tan vital como es el corazón. Agradecía, en todo momento, tanto a la organización de la Transpyr como a Orbea la oportunidad que le habían brindado para participar y así poder visibilizar su acción. Nosotros, en la medida que podemos, también queremos dar un espacio a Jordi y a su causa.
Por otro lado, también participaron varios corredores de la Asociación Superacció: sumando huellas. No tuvimos la oportunidad de charlar con nadie de este equipo pero, en resumen, esta asociación basa su existencia en la mejora y en el desarrollo personal de la juventud en riesgo de exclusión social para su posterior inserción social y laboral. Ver a los chavales que formaban este equipo, pedalear en duras condiciones con una tremenda sonrisa en la cara fue un motivo más para acabar adorando esta carrera.
Y, ¿qué tienen qué decir las bicicletas eléctricas en la Transpyr?
¡Mucho! A modo de conclusión, queremos destacar la importancia que la bicicleta eléctrica puede tener (y tiene) hoy en día en eventos de este tipo. Para empezar, dentro de la propia organización: Orbea, como patrocinador de la carrera, había dispuesto varias Orbea Wild que eran utilizadas por diferentes miembros de la propia Transpyr, tanto para abrir carrera (dos de ellos se recorrían cada etapa dos horas antes de que lo hiciéramos los participantes) como para irla cerrando a modo de ‘bici escoba’ (otros dos miembros). En esas condiciones, una bicicleta eléctrica facilitaba el trabajo enormemente.
Por otra parte, a nivel participativo, las eBikes pueden dar un empujón a este tipo de pruebas. Nos comentaban que, aproximadamente, un 30% de los participantes repetían participación. Sin embargo, observamos que ese porcentaje no se trasladaba a los corredores con eBikes ya que, la mayoría, éramos nóveles. Las bicicletas eléctricas pueden ser el revulsivo para que un evento como la Transpyr se siga celebrando y, sobre todo, que la participación vaya en aumento. El horizonte se nos amplía a muchos que, aunque tengamos unas facultades técnicas y físicas destacables, no son las suficientes como para hacer una Transpyr en una bicicleta ‘pulmonar’. Y es que las eBikes nos han permitido a muchos disfrutar del paisaje espectacular de Los Pirineos y, sobre todo, del aroma a ‘aventura’ respirado en esta prueba que, de otra forma, no hubiéramos podido.
Nos hemos encontrado, por lo general, un perfil de ‘eBiker’ que se ha lanzado a la Transpyr única y exclusivamente para pasárselo bien. Algunos celebraban su cumpleaños, otros sus vacaciones. E incluso estaban los que se aventuraban con la eBike como ‘tester’ para, con un poco de entrenamiento, realizar la Transpyr en el futuro con una ‘pulmonar’.
Hemos visto en el último informe de AMBE (Asociación de Marcas de Bicicletas de España) referente a 2023 como, mientras las ventas de las bicicletas de montaña descendían, las de las eBikes aumentaban. La bicicleta eléctrica es una oportunidad para muchos de poder realizar un sueño que con una pulmonar ni en sueños realizarían: correr la Transpyr.