China y Europa, Europa y China, están obligadas a entenderse. En un mundo totalmente globalizado, el mercado automovilístico se enfrenta a una disputa comercial como nunca antes vista que tiene en el coche eléctrico el principal foco de atención. Europa intenta mitigar las posibles consecuencias de una oleada de productos procedentes del este, aunque evita hacer autocrítica de una política mal aplicada y unas previsiones excesivamente optimistas. A pesar de las tensiones que reinan entre ambas partes, China y Europa podrían estar más cerca de un acuerdo comercial, aunque no se prevé que haya un final próximo.
Todo arrancó a mediados del año pasado, cuando Europa acusó al Gobierno de Xi Jinping de intentar piratear el mercado automovilístico mundial. Bruselas acusó a Pekín de financiar su industria del motor con el único objetivo de romper el equilibrio internacional. Tras determinar las cuantiosas ayudas del Gobierno a sus marcas, muchas regiones del mundo levantaron barreras arancelarias a los coches eléctricos producidos en China. Europa ha llegado a sancionar a marcas europeas que fabrican en China, como es el caso de CUPRA, MINI, BMW o Tesla. No ha hecho distinción alguna. Si fabrica en China tendrá que pagar impuestos especiales adicionales.
China tiene el poder, pero no ejecuta la máxima presión ante posibles repercusiones
La aprobación, ratificación y posterior entrada en vigor de los aranceles no ha sentado nada bien en China, que se siente con fuerzas para presionar a Bruselas. Las marcas europeas tienen muchos intereses en China. Medidas como los aranceles podrían suponer graves problemas para algunas de ellas, como Mercedes. En 2023, China representó el 36% de las ventas totales de la compañía. Una jugosa parte del pastel que no pueden permitirse perder. Pekín juega con esa posición de dominio. Un mal paso en las negociaciones y gran parte de la industria europea podría sufrir graves consecuencias. Incluso gigantes como Volkswagen están atravesando un importante bache económico ante los altos precios de producción que sufren en Europa.
A pesar de la entrada en vigor de los aranceles, Europa y China siguen negociando posibles vías alternativas, como los precios pactados. Fijar un coste mínimo por vehículo podría ser una solución al problema. Europa ya rechazó una primera propuesta, pero ahora, tal y como informan fuentes chinas, ambas partes podrían haber explorado un nuevo acuerdo sobre los llamados compromisos de precios. Un mecanismo que resulta muy complejo para controlar dado el volumen de exportaciones que ya maneja China. Fuentes chinas aseguran que ha habido “progresos técnicos”. Por su parte, Europa asegura que el acuerdo está todavía muy lejano.
Todavía quedan muchos pasos por dar en esta larga travesía. Europa y China, China y Europa, están obligadas a entenderse. Los chinos tienen más con lo que presionar, aunque tampoco les interesa una industria arruinada. El verdadero damnificado de todo esto es el cliente europeo que sufre los altos costes de los coches de producción continental sin que Bruselas modifique su política medioambiental o su estrategia de apoyo a la industria. El Parlamento Europeo parece enrocado en una posición que puede causar graves consecuencias para las marcas y los millones de puestos de trabajo asociados a la industria. Las marcas han demostrado repetidas veces que se oponen a los aranceles.