Antes o después tenía que pasar. La Unión Europea está conformada por 27 países. 27 naciones en las que hay diferentes intereses comerciales y reguladores. Las políticas medioambientales europeas buscan unificar normativas con un fin común, pero el problema es que hay países que se juegan mucho más que otros en ese nuevo horizonte. Hace unas semanas el Parlamento europeo ratificó la prohibición de vender coches de combustión a partir de 2035. Si bien la medida fue aprobada por mayoría, ahora hay países que empiezan a declarar su rebeldía y a meter presión a las autoridades.
Hace unos días, Italia fue la primera que alzó la voz en contra de la decisión europea, más concretamente sobre la normativa Euro 7 que entrará en vigor a partir de 2025. Los fabricantes tendrán que limitar aún más las emisiones contaminantes de sus coches y eso supondrá desviar un gasto significativo al desarrollo de nuevos y complejos sistemas de neutralización. Los italianos se han puesto a buscar potenciales socios dentro de las fronteras de la Unión Europea y desde el principio Francia y Alemania vieron con buenos ojos las críticas.
Mientras que los franceses no se han posicionado al respecto, los alemanes sí que han declarado estar en contra de la política europea. Sin embargo, a diferencia de Italia, los germanos se posicionan directamente en contra del uso exclusivo de coches eléctricos a partir de 2035. Alemania exige que el Ejecutivo de la UE presente una propuesta para eximir a los vehículos que usen combustibles sintéticos neutrales para el medio ambiente. La postura no es novedad ya que en el pasado la Unión Europea se vio obligada a tener en cuenta los biocombustibles dentro de su agenda de sostenibilidad.
Marcas como Audi o Porsche han invertido grandes cantidades de dinero en el desarrollo de los futuros combustibles sintéticos de cero emisiones. Un gasto que se perdería con la aplicación exacta de la normativa. Otros países como Polonia y Hungría también han declarado su oposición al plan, aunque dichas críticas pueden llegar tarde. La prohibición de motores de combustión está muy avanzada y un enfrentamiento en este momento podría resultar tan inocuo como tóxico. Europa quedaría muy debilitada ante una guerra interna por las políticas medioambientales.
La presión de Alemania es considerable teniendo en cuenta que hablamos del mayor productor de coches dentro de Europa y el quinto a nivel mundial. La industria del automóvil germana es una de las más poderosas del mundo. En el país se instalan grandes conglomerados con intereses en todo el mundo como Daimler, BMW o el mismísimo Grupo Volkswagen. La admisión de los combustibles sintéticos dentro del marco de la reglamentación de 2035 abriría la puerta a una menor dependencia de las baterías de fabricación china. Europa se enfrenta a un grave problema comercial.
El ministro de Transporte de Alemania, Volker Wissing, ha dejado bien clara su postura en una entrevista a la cadena pública ARD: “Necesitamos combustibles electrónicos ya que no hay alternativa si queremos operar nuestra flota de vehículos de una forma neutral para el clima. Quien se tome en serio la movilidad climáticamente neutra debe mantener abiertas todas las opciones tecnológicas y también utilizarlas. No entiendo esta lucha contra el automóvil y por qué la gente quiere prohibir algunas tecnologías”.