La industria se encuentra en una encrucijada. Si bien todas las apuestas se dirigen al coche eléctrico alimentado por baterías, numerosos fabricantes no ponen toda la carne en el asador confiando en un horizonte multiplataforma. El hidrógeno, a pesar de sus inconvenientes, ha demostrado sus enormes posibilidades. En BMW llevan años trabajando en una tecnología efectiva para el mundo real. El BMW iX5 Hydrogen es la última evolución de ese trabajo. Un SUV transformado que promete normalidad y para ello los de Múnich van a desplegar una flota internacional que lo demuestre.
No hay duda de que BMW es una de las marcas que más apuestan por el hidrógeno como sistema alternativo. Mientras que gran parte de la industria piensa en él como un combustible real para los vehículos más pesados del asfalto, camiones y autobuses, el consejo de administración de BMW, con Oliver Zipse a la cabeza, ha declarado: “Estamos ante una energía versátil que tiene un papel clave que desempeñar en el proceso de transición energética y, por tanto, en la protección del clima. Después de todo es una de las formas más eficientes de almacenar y transportar energías renovables”.
Tras cuatro años en fase de desarrollo, hemos visto crecer el proyecto desde sus pruebas en climas extremos hasta su más reciente etapa de pruebas en el mundo real. A lo largo de todo el proceso, el iX5 Hydrogen siempre ha garantizado la más absoluta normalidad combinada con una pila de combustible de última generación. Cien unidades de pruebas tendrán que demostrar ahora esa importante condición. BMW las desplegará por diferentes países para ser sometidas a diferentes pruebas y con el fin de captar a potenciales clientes.
El montaje del BMW iX5 Hydrogen parte de un X5 convencional modificado para albergar las celdas de combustible individuales desarrolladas por Toyota. Dos tanques fabricados en materiales de alta resistencia y ubicados en la parte inferior almacenan el combustible y lo suministran a las celdas para que se produzca la reacción química necesaria entre el hidrógeno y el oxígeno. El equilibrio resulta esencial para mantener siempre la mecha encendida y así poder generar un máximo de 401 caballos de potencia con una autonomía de 504 kilómetros.
La producción en serie arrancó hace más de dos meses en una planta piloto en Múnich. De forma casi artesanal, 900 empleados se han centrado en exclusiva en el montaje de las 100 unidades de pruebas que recorrerán el mundo. Con 6 kilogramos de capacidad, los depósitos de hidrógeno acumularán el preciado elemento a una presión de 700 bares. Ahora el problema reside en encontrar una estación de repostaje. La infraestructura de hidrógeno todavía es muy primitiva en Europa, aunque BMW espera demostrar que puede ser viable.
