En octubre del año pasado, y después de dos años de trabajo, el magnate británico James Dyson dio por finalizado su proyecto de coche eléctrico en el que había estado trabajando 523 personas de manera intensiva. Los 165.000 euros que debería haber costado cada una de las unidades le impedían competir en un mercado en el que según el empresario los competidores venden con pérdidas para reducir las emisiones de CO2 de su flota. Las circunstancias económicas, y no el desarrollo técnico, dieron al traste con el proyecto de un SUV eléctrico de lujo que pretendía hacerle sombra al veterano Tesla Model X.
Dyson había permanecido en silencio desde el cierre del proyecto hasta ahora. En una entrevista con el Sunday Times ha desvelado alguno de los detalles que muestran hasta donde había avanzado su equipo. En concreto, la inversión ya había alcanzado los 500 millones de libras (unos 559 millones de euros) que salieron de su propio bolsillo. Aunque Dyson es el hombre más rico de Gran Bretaña, con un patrimonio de 16.200 millones de libras en su haber, el riesgo y el fracaso todavía son motivo "de tristeza y decepción", asegura.
El SUV eléctrico de Dyson para el mercado premium
Dyson había contratado un equipo formado por personas procedentes de la industria, con gran talento, y ya veteranos en la concepción de nuevos modelos, como ex ejecutivo de BMW e Infiniti, Roland Krueger. El proyecto incluía además del desarrollo de un coche eléctrico premium, la construcción e instalación de toda la cadena de montaje en una fábrica que se levantaría en Singapur.
Diseños previos del SUV eléctrico de Dyson.
El coche eléctrico de Dyson ya había alcanzado las primeras fases de diseño. Bajo el nombre interno de N526, el diseño preliminar muestra un SUV eléctrico premium de gran tamaño, con capacidad para siete plazas para ocupantes adultos y un interior minimalista. Sus dimensiones revelan que su rival "natural" sería el Tesla Model X, al que igualaba en todas sus dimensiones: 5.000 mm de largo, 1.700 mm de alto y 2.000 mm de ancho, con un peso de 2.600 kilogramos. Sin embargo, sería muy superior a este en autonomía. En las fases previas, Dyson había anunciado que esta rondaría los 966 kilómetros (600 millas).
El secreto de Dyson estaba en la batería. El magnate nunca reveló su capacidad ni su tecnología, aunque centraba sus investigaciones en lograr hacer real la tecnología de las baterías de electrolito sólido. Estas llegarían en una fase posterior, ya que inicialmente sus primeras unidades montarían baterías tradicionales con electrolito líquido.
De nuevo, la configuración mecánica volvía a ser similar a la del Model X, con dos motores eléctricos gemelos, capaces de ofrecer 400 kW de potencia totales (536 CV) que le permitirían acelerar de 0 a 100 km/h en 4,8 segundos y alcanzar una velocidad máxima de 250 km/h.
En cuanto al interior, el equipo de Dyson había diseñado un conjunto minimalista, que prescindiría de las clásicas pantallas que hoy en día no pueden faltar en ningún coche para transformar el tablero de mandos en un holograma.
Interior minimalista del SUV eléctrico de Dyson.
El riesgo de vender con pérdidas
La inviabilidad económica, y no los fallos de investigación y desarrollo, fueron la causa que llevó el proyecto hasta su final. Sin embargo, la compañía mantiene su intención de invertir 2.750 millones de euros en nuevas tecnologías. En 2015 compró Sakti3, uno de los fabricantes de baterías en estado sólido más importantes en ese momento, pero canceló gran parte de la inversión en 2018. Dyson mantiene el desarrollo de la tecnología, que promete una batería con mayor densidad energética y mucho más segura.
En la entrevista, Dyson asegura que al principio el proyecto sí era viable, pero que no era posible asumir los riesgos que sí han tomado los fabricantes premium de "producir y vender coches eléctricos con pérdidas". Según el magnate, necesitan reducir las emisiones medias de CO2 de sus flotas para evitar las multas de la Unión Europea. "Yo no tengo una flota", lamenta Dyson, "no obtener beneficios con cada unidad vendida pondría en riesgo a toda la compañía".
Dyson estima que el precio al que hubiera tenido el coche para ser viable era de 150.000 libras (167.000 euros), muy por encima de lo que cuesta un Tesla Model X Performance totalmente equipado que ronda los 130.000 euros. Dyson no cierra la puerta a revivir el proyecto más adelante, "cuando la circunstancias comerciales sean las correctas. La puerta del garaje nunca se cierra", concluye en la entrevista.