Hace ya más de tres años que se celebró la Conferencia de París sobre el Clima (COP21), donde 195 países firmaron el primer acuerdo vinculante mundial sobre el cambio climático. Desde entonces, el planeta ha adquirido un importante compromiso en la lucha contra el calentamiento global, fijándose como objetivo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero lo suficiente como para que la temperatura media mundial no crezca más de 2ºC respecto a niveles preindustriales. Una subida de temperatura que, llegado el caso, podría cambiar nuestro planeta para siempre.
Como consecuencia, la Unión Europea tiene como objetivo para 2030 un 40% de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (en relación con los niveles de 1990), un 27% de cuota de energías renovables en el consumo de energía primaria y un 27% de mejora de la eficiencia energética. Si miramos al horizonte 2050, el objetivo de reducción de emisiones se va hasta el 80% respecto a niveles de 1990.
Estos objetivos serán difícilmente alcanzables si no hay un cambio importante en el modo en el que generamos y consumimos energía. Un cambio que permita consumir menos energía y acelerar de forma significativa la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La electrificación del transporte, el camino correcto
Vivimos en una sociedad que se mueve principalmente gracias al petróleo, al gas y al carbón. Los combustibles fósiles son los encargados de abastecer muchas de nuestras necesidades energéticas diarias, con el transporte y la calefacción como principales consumidores de estas fuentes de energía.
La clave para reducir el consumo de combustibles fósiles, y como consecuencia, las emisiones de gases de efecto invernadero, es electrificar los consumos energéticos en la medida de lo posible. Es decir, cambiar consumos que actualmente se abastecen con combustibles fósiles por otros que se alimenten con electricidad. ¿Por qué electricidad? Básicamente, porque la energía eléctrica es capaz de reemplazar a los combustibles fósiles en multitud de escenarios, y hacer el mismo trabajo de forma mucho más limpia y eficiente. El ejemplo más claro quizá sean los coches eléctricos, capaces de realizar las mismas funciones que los de combustión pero con unas emisiones y un consumo energético mucho menores.
En los últimos años, y como consecuencia de los acuerdos de la COP21, el consumo energético mundial se está electrificando paulatinamente, y todas las previsiones apuntan a que lo seguirá haciendo en el futuro. Por ejemplo, según datos de Bloomberg New Energy Finance, la demanda de electricidad en el mundo aumentará un 57% para el año 2050.
El sector transporte es uno de los principales consumidores de energía en España. En el año 2014, el sector de la movilidad representó nada menos que el 43% del consumo de energía final. Ese mismo año, las emisiones asociadas al transporte fueron de 77,2 MtCO2 equivalentes, un incremento de casi un 50% desde 1990 como consecuencia del aumento en la demanda de movilidad de pasajeros y de una mayor actividad económica.
En total, el sector transporte representa el 25% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero en España, de las cuales el 95% corresponde al transporte por carretera. Ante estos datos, la electrificación del transporte por carretera se antoja clave de cara a conseguir una reducción real de las emisiones derivadas de su actividad.
En cualquier caso, para que la electrificación sea exitosa y se consiga la reducción de emisiones que necesitamos, debe cumplirse obligatoriamente la otra parte de la ecuación: que la generación eléctrica proceda de energías renovables.
Coches eléctricos y energías renovables: el caso de España
Por suerte, España ya tiene parte de los deberes hechos en lo que a energías renovables se refiere, aunque todavía quede mucho trabajo por hacer. Sin ir más lejos, en el año 2017 las energías renovables generaron el 33,3% de la electricidad en España en un año que no fue especialmente bueno. En el año 2016 su contribución fue de 40,8%, en 2015 del 36,9% y en 2014 del 42,8%.
Por fortuna, para el año 2018 y antes de la publicación de los datos definitivos, ese porcentaje se recuperará para llegar hasta el 40%. Todo ello sumado a que cada vez se hace menor uso del carbón -la fuente más contaminante- en la generación de electricidad. Y si además tenemos en cuenta a la energía nuclear, que no provoca emisiones de CO2, la electricidad libre de emisiones en 2018 ha sido del 62,2%.
Con este mix eléctrico, las emisiones de CO2 asociadas a la recarga de un coche eléctrico en España son realmente bajas. Pero para conocer la realidad de cerca lo mejor es ponerle datos. Vamos a comparar las emisiones de un coche de combustión frente a un eléctrico equivalente. Para ello, el modelo elegido ha sido el Volkswagen Golf, disponible tanto en versión eléctrica (en su variante e-Golf) como en diésel y gasolina.
Los modelos a comparar son el Volkswagen Golf 1.5 TSI EVO BlueMotion 130 CV DSG, el Volkswagen Golf 2.0 TDI 150 CV DS y el Volkswagen e-Golf ePower 136 CV. Para el cálculo de las emisiones de los coches de combustión se han tenido en cuenta los datos homologados del fabricante, mientras que para el coche eléctrico se ha tenido en cuenta un factor de emisión de 287 gCO2/kWh según datos de Red Eléctrica de España para el año 2017.
Los resultados son los siguientes:
- El Volkswagen Golf gasolina, con un consumo homologado de 4,8 litros a los 100 kilómetros, tiene unas emisiones de CO2 asociadas de 110 gCO2/km.
- El Volkwagen Golf diésel, con un consumo homologado de 4,3 litros a los 100 kilómetros, tiene unas emisiones de CO2 asociadas de 111 gCO2/km.
- El Volkswagen e-Golf eléctrico, con un consumo homologado de 12,7 kilovatios hora a los 100 kilómetros, tiene unas emisiones de CO2 asociadas de 46,3 gCO2/km (según datos de 2017).
Como se puede comprobar, el e-Golf emite 57% menos de CO2 que sus homólogos diésel y gasolina, aún si tenemos en cuenta los datos de un año que no fue especialmente bueno para las energías limpias. Con los datos de 2018, esa diferencia sería aún mayor.
La buena noticia es que España actualmente se encuentra en pleno resurgir del sector de las energías renovables, con previsiones de instalar en el corto plazo más de 8.000 nuevos megavatios de tecnologías eólica y solar principalmente. Y cada nuevo kilovatio hora renovable que se genere equivale a un kilovatio hora "sucio" que dejará de hacerlo.
Por si fuera poco, la implantación del coche eléctrico es mucho más que movilidad sostenible y reducción de emisiones, sino que sirve como catalizador para el desarrollo de la industria de las energías renovables, el almacenamiento energético o el autoconsumo. Una industria asociada que no hace otra cosa sino contribuir a la reducción de las emisiones gases de efecto invernadero.
Ante este panorama, el futuro es esperanzador. Con una electricidad que es cada vez más limpia y un parque móvil que se electrifica paulatinamente, España está en la senda correcta para la descarbonización de su economía y el cumplimiento de los objetivos marcados por la COP21.