La decisión por parte de la Unión Europea de hacer una excepción en la prohibición de la venta de coches de combustión en 2035 para los combustibles sintéticos ha causado un auténtico revuelo en la industria. Las posturas están divididas entre los que dicen que serán tan caros que solo los usarán coches de alta gama y quienes piensan que podría ser una tecnología factible. Curiosamente, Dacia, uno de los fabricantes que tiene como ADN la sencillez y el bajo precio de sus coches basada en prescindir de los superfluo, no les cierra la puerta.
Los combustibles sintéticos (mal llamados e-fuels) se producen mediante síntesis química utilizando energía renovable. Se generan empleando CO2 capturado de fuentes industriales o directamente del aire y combinándolo con hidrógeno producido por electrolisis a partir de agua y recurriendo a electricidad renovable. El proceso químico que sigue permite obtener hidrocarburos similares a los presentes en los combustibles fósiles, como la gasolina, el diésel o el queroseno.
Automotive News ha preguntado a Gilles Le Borgne, director técnico de Renault, sobre los proyectos del grupo francés para el uso de combustibles sintéticos en sus futuros modelos. El dirigente ha admitido que esta opción podría ser una solución para que Dacia avance gradualmente hacia la "energía limpia". Una oportunidad para revisar las normas europeas relacionadas con las emisiones para 2026.
Al igual que otros fabricantes como BMW, Toyota o Stellantis, que ya se han interesado por estos combustibles electrónicos, Renault se ha asociado con el gigante saudí Aramco para su desarrollo. El objetivo es que puedan utilizarse en los mismos motores de combustión interna tradicionales y como consecuencia, se convierten en una alternativa más limpia a los combustibles fósiles.
Respecto a esta asociación con Aramco, Le Borgne mencionó que el grupo Renault ya ha recibido muestras de prueba procedentes de plantas piloto. Las primeras conclusiones que han podido extraer es que, además de las ventajas obvias, también hay dos desventajas significativas.
La primera está relacionada con cómo la Unión Europea analiza y cuantifica las emisiones de carbono de los automóviles. La otra está vinculada con el hecho de que se necesita disponer de la suficiente “energía verde" para producir la cantidad de combustibles sintéticos que demandaría el mercado.
Le Borgne añade que empresas como Total, Shell o Aramco operan en países donde hay abundantes horas de sol y mucho viento. Instalar las plantas de producción de combustibles sintéticos en estas áreas podría facilitar su producción en grandes cantidades, lo que reduciría el coste total de la operación.
Como en el caso de otros fabricantes, las incertidumbres sobre el coste real económico y energético de estos combustibles hacen dudar a la industria sobre su viabilidad futura. En el caso de Dacia, cuyos precios limitan las posibilidades de implementar tecnologías costosas con una alta inversión en su desarrollo, es un hándicap extra para optar a su adopción. Sin embargo, la decisión de la Unión Europea de abrirles las puertas ‘obliga’ a explorar sus posibilidades y a considerarlos como una opción más para la movilidad futura.