Europa se encuentra en una importante encrucijada. Esta misma semana el Parlamento Europeo ha ratificado la prohibición de vender coches de combustión a partir de 2035 y la reducción de un 55% de emisiones a partir de 2030. Semejantes objetivos de movilidad y medioambiente llegan cargados de mucha voluntad, pero poco soporte económico. La Unión Europea no ha presentado un programa de incentivos y ayudas a la industria. Por el contrario, al otro lado del charco, la Administración Biden está atrayendo a inversores extranjeros a base de miles de millones de dólares. Northvolt está siendo tentada.
Northvolt es uno de los fabricantes de baterías más importantes del Viejo Continente. La compañía sueca fundada en 2015 ha conseguido establecerse como una de las más reconocidas a nivel mundial por su tecnología y por los diferentes proyectos que ya la unen a otros grandes fabricantes de automóviles, como, por ejemplo, Volvo. Con dos fábricas en su propio país, a finales del año pasado todo hacía indicar que la tercera de las fábricas se situaría en Alemania, pero el giro de guión ha sido sorprendente.
Como a un niño al que se atrae con un caramelo, Northvolt avisó en noviembre pasado que paralizaba el proyecto de la planta alemana. Los suecos querían considerar otras opciones surgidas desde el otro lado del Océano Atlántico. Con una inversión programada de 4.500 millones de euros, el gasto principal corría a cargo de la propia Northvolt. Un coste asumido por inversores secundarios y por otras compañías que buscaban una rentabilidad en las operaciones. Sin embargo, ayer mismo la compañía aseguró que podría recibir hasta 8.000 millones de dólares en créditos fiscales en Estados Unidos. Ante eso, está más que claro que la fábrica pondrá rumbo a territorio americano.
¿A qué se debe? Pues sencillamente a la Ley de Reducción de la Inflación del presidente Joe Biden. La conocida Ley IRA está impulsando la movilidad eléctrica americana. Cientos de miles de millones destinados a atraer capital extranjero. Peter Carlsson, director ejecutivo de Northvolt ha mostrado su interés: “Claramente están impulsando las inversiones a un ritmo muy rápido y existe el riesgo de que estas inversiones estén quitando impulso a Europa”.
Este no es el único caso que hemos conocido esta semana, pues hace un par de días supimos del importante acuerdo alcanzado entre CATL y Ford para la construcción conjunta de una gran fábrica de baterías en Michigan.
Si bien a Europa parece que se le llena la boca con el coche eléctrico, son los americanos los que realmente están tomando las medidas correctas para impulsarlo. La política de beneficios fiscales para fabricantes y clientes ha disparado la producción y las ventas de coches eléctricos en el país. Dentro de ese marco, el Gobierno de Biden también busca una mayor extensión en la red de carga. En este apartado,Tesla es la que está recibiendo casi toda la atención. Si los de Austin quieren recibir miles de millones en ayudas tendrán que cumplir un requisito fundamental: abrir su red de carga a eléctricos de otras marcas. En Europa, ya llevamos meses disfrutando de la medida, los americanos todavía no.
¿Qué puede hacer ante esto Europa? Muchos fabricantes han criticado que, si bien las intenciones son buenas, el acceso a las ayudas es excesivamente engorroso y lento. Se necesitan meses, por no decir años. Ni que decir tiene que las cantidades económicas se acercan a las americanas, de hecho, muchas de las cifras que en su día dio la Unión Europea se basan en diversos programas de transición verde que ya estaban sobre la mesa. La posición de Europa no es nada halagüeña, por un lado, los americanos con sus cheques sin fondo y, por otro, los chinos con un potencial de producción prácticamente ilimitado. La zona euro necesita apoyos. Diversos expertos financieros han cifrado en 268.000 millones de euros la cantidad que será necesaria para deshacernos del yugo extranjero en materia de baterías para coches eléctricos.