En la industria de los vehículos eléctricos, Elon Musk es la estrella. Los focos siempre están puestos sobre el magnate sudafricano. Con solo un tuit, puede hundir o relanzar en Bolsa a una empresa, como aquel en el que explicaba su intención de privatizar Tesla, su firma de eléctricos de alta gama, y por el que fue demandado. La compañía anunció recientemente que Robyn Denholm sustituirá a Musk en la presidencia de Tesla. Esto ha motivado que la cadena estadounidense Bloomberg sitúe al dueño de SpaceX o The Boring Company, entre otras compañías, en el ránking de los directivos cuyo asiento puede peligrar en 2019.
Ha sido un año complicado para Tesla, a pesar de algunos indicadores. Superar la barrera de los 200.000 vehículos vendidos siempre es una buena noticia, pero no para la compañía de Musk. La legislación de EE UU obliga a retirar las ayudas gubernamentales una vez que un fabricante haya superado dicha cantidad en ventas. Estas ayudas, que alcanzan un máximo de 7.500 dólares (unos 6.500 euros) dejarán de aplicarse a los clientes de Tesla a partir del 1 de enero del próximo año en un plan anual progresivo.
La compañía también tiene una serie de retos financieros que afrontar. Sus bonos, de 920 dólares (alrededor de 800 euros) en Bolsa han caído a lo largo del año y vencen a partir del próximo 1 de marzo. La cúpula de Tesla espera que los inversores lo cambien por acciones, pero si éstas no alcanzan los 360 dólares –315 euros– la compañía tendrá que devolver el dinero. Actualmente, los títulos de Tesla cotizan a un valor de 347 dólares cada uno.
Tesla ha comenzado a generar efectivo, pero los alrededor de 3.000 millones de dólares que hay en sus arcas no son suficientes para afrontar un pago cuantioso. Musk tampoco ha sido nunca fruto del deseo de los accionistas, y su reciente enfrentamiento con la Comisión de Valores de EE UU ya le costó la presidencia. 2019, el primero sin ayudas, será un año clave en el futuro desarrollo de Tesla, quién sabe si con Musk o no al frente de la compañía.