Los últimos meses han sido un infierno para Fisker, el fabricante de coches eléctricos que tanto potencial tenía, pero que se ha visto obligado a declararse en quiebra, tras agotar los últimos recursos que le quedaban.
Se ha oficializado todo hace unas horas, después de que la empresa reconociera la bancarrota. Una situación que le llega por tener unos pasivos de entre 100 y 500 millones de dólares, unas deudas y obligaciones de pago que no pueden sostener con los activos de entre 500 y 1.000 millones de dólares que han declarado tener.
Nadie ha rescatado a Fisker
Eso ha llevado a la start-up nortamericana a acogerse al Capítulo 11 de la Ley de Quiebras de Estados Unidos, como el camino más viable para salir del pozo en el que están inmersos. Una maniobra a la desesperada, después que no hubiera entendimiento con ningún fabricante para que se encargara del 'rescate', entre los que sonaban Nissan y otros tres gigantes del sector del automóvil, según informaciones obtenidas en abril del consejero delegado de la marca, Henrik Fisker.
Ahora Fisker, que tendría entre 200 y 999 acreedores, tendrá que intentar vender los activos que tiene para salvar la deuda acumulada, o de lo contrario acabara desapareciendo, sin mayores opciones para responder a sus obligaciones económicas. Lo hará ya bajo el manto de la ley, en lo que es una especie de indulto, que permite la reestructuración de una empresa con problemas financieros, antes de tener que hacer liquidación y despedir a todo el personal.
Todo esto llega tras el aviso en febrero de los expertos de que Fisker no podría continuar con sus trabajos normales durante más de 12 meses, y lo cierto es que todo ha saltado mucho antes de que se cumpla un año.
Por el camino, hemos visto la paralización de líneas de montaje que estaban fabricando el Fisker Ocean, y que la empresa sólo entregara 4.929 vehículos en el ejercicio 2023 no era un buen augurio. Eso, teniendo en cuenta que habían invertido casi 905 millones de dólares en labores operativas para ponerlo todo en marcha.
No es una situación nueva para el CEO de la start-up
También vimos una reciente estrategia en la que decidieron bajar el precio del SUV a casi la mitad de su precio original, en busca de que las unidades fabricadas encontraran dueño, y de esa forma recuperar parte de la inversión, sin demasiado éxito.
Para el CEO, Henrik Fisker, no es la primera situación similar que se encuentra, pues ya en 2013, su empresa Fisker Automotive entró en quiebra, dejando el modelo Fisker Karma en manos de Karma Automotive, tras comprar su propietario Wanxiang Group lo que quedaba de la empresa en una subasta. Se pagaron entonces 149,2 millones de dólares.
Habrá que esperar a saber qué suerte corre ahora la nueva empresa de Fisker.