Si bien es cierto que el uso del litio para las baterías recargables es algo conocido desde hace un buen puñado de años, el repunte de la oferta y de la adopción de los coches eléctricos desde 2021 no ha hecho otra cosa que disparar la demanda. De hecho, un 85% del litio extraído a nivel mundial se utiliza para las baterías del sector automotriz, según datos de Wood Mackenzie.
Las estimaciones de los expertos apuntan a que el coche eléctrico será el principal destino de dicho material a partir de 2030, ya que algunos fabricantes ya habrán iniciado su proceso de descarbonización real. Eso quiere decir que, para entonces, todos los vehículos que salgan de sus fábricas serán 100% eléctricos.
De las 838.000 toneladas de litio que se espera que utilicen las baterías de los coches eléctricos e híbridos que se construyan en 2024, se pasará a una demanda en 2030 que se cifra en unos 2,1 millones de toneladas, por lo que estamos hablando de casi el triple de lo que se consume actualmente. Aunque en los primeros arranques del vehículo eléctrico preocupaba especialmente la escasez del material, lo cierto es que los principales países extractores ya disponen de un volumen suficiente para cubrir la demanda.
Australia, Chile, China y Argentina, principalmente, disponen de litio suficiente para que la demanda no supere a la oferta hasta al menos 2032, aunque todo dependerá del crecimiento de la movilidad sostenible en todo el planeta y de las decisiones o cambios que pueda haber en la Unión Europa y Norteamérica, entre otros líderes mundiales, respecto a la prohibición de la venta o circulación de los automóviles que utilizan combustibles fósiles.
Que haya un excedente de litio, también permite una bajada en el precio del mismo, tras arrastrar meses en los que ha alcanzado los costes más altos de su historia. Pero, tras esos picos de 2022, llegaron caídas en 2023 y se espera que se mantengan unos precios a la baja. De los 70.000 dólares por tonelada registrados hace menos de dos años, los expertos estiman que se podría volver al coste de 20.000 dólares por tonelada poco antes de que finalice la década.
Con una demanda menor este año y una oferta que en algunos países exportadores de litio llegará a crecer en hasta un 40% a lo largo de 2024, no es de extrañar que el coste del litio haya experimentado una tendencia a la baja. También hay que tener en cuenta que no todo el litio extraído es válido para las baterías recargables, pues requiere de una calidad y pureza realmente alta.
No hay que olvidar tampoco que el litio no es lo único que se está utilizando para la fabricación de las baterías, pues las de de litio-ferrofosfato o LFP ofrecen ventajas como un menor coste de producción al prescindir del níquel, cobalto y otros componentes que sí utilizan las tradicionales de iones de litio. De hecho, todo apunta a que las de LFP le tomarán la delantera a las convencionales en los próximos cinco o seis años.
Y se siguen buscando alternativas, de cara a reducir la cantidad de litio necesario para la construcción de las baterías. Lo hemos visto en investigaciones como la que propone un nuevo electrolito que necesitaría un 70% menos del preciado material, con la consecuente bajada de la demanda. Tampoco podemos dejar de lado los desarrollos en cuanto a aumento de la capacidad y de los ciclos de recarga en baterías actuales, a igual cantidad de litio y tamaño de las celdas.
La electromovilidad y las evoluciones de los próximos años serán decisivas a la hora de conocer el resultado, pero lo que sí se puede asegurar ahora mismo es que hay litio suficiente para los coches eléctricos que se fabriquen hasta, al menos, 2030 o 2032. A partir de entonces, las fuentes de suministro no están tan claras como hasta ahora. En todo caso, es pronto para hacer una estimación tan a largo plazo.
Con todo lo anterior claro, es de esperar que el precio de los vehículos electrificados siga bajando, acompañado por una evidente amplitud de la oferta.