En el último año, Toyota parece haber centralizado la mayor parte de las críticas hacia las grandes corporaciones automovilísticas. La importancia industrial de los japoneses ha provocado acusaciones de ralentizar la era eléctrica con una estrategia muy dispersa que no ha encontrado todavía una solución real. No son nada partidarios de aplicar cambios drásticos y siempre han declarado ciertas reticencias con respecto a la llegada de coches eléctricos.
Está claro que, si se observa al resto de grandes corporaciones automovilísticas del mundo, Toyota es la más retrasada. El mayor fabricante del mundo no parece haberse adaptado bien al cambio de paradigma con respecto a la movilidad, pero hay que tener en cuenta que, mientras que Europa piensa de forma local, Toyota debe hacerlo de forma global. Sus coches son sinónimo de fiabilidad y durabilidad. Para aquellos que quieren que un automóvil dure varias décadas, nada mejor que un Toyota o un coche japonés. Son capaces de resistir en los territorios más duros del mundo. Aún así, en 2021, presentaron una estrategia de 30 lanzamientos de coches eléctricos antes de final de la década.
En Japón, los cambios se suceden tan lentamente que pueden llegar a desesperar. No toman decisiones aceleradas, sino que sopesan todas y cada una de las consecuencias antes de decidirse. La llegada del coche eléctrico ha pillado a Toyota con el pie cambiado. Siempre han defendido la electrificación, sus híbridos dominan las ventas en medio mundo, pero ir un paso más allá les está costando. A menudo han manifestado que el coche eléctrico todavía no es un producto maduro capaz de servir a todo el mundo y que, por esa razón, no se centrarán en él por completo.
Akio Toyoda ha defendido esta postura a capa y espada durante años, pero los mercados exigían un cambio que él no estaba dispuesto a aceptar. Por ese motivo, a principios de este año, Toyoda cedió su silla al hasta entonces CEO de Lexus, Koji Sato. Un relevo generacional que todo el mundo miraba con expectación, pero del que no cabe esperar un rápido giro a lo eléctrico. Al igual que su predecesor, Sato ha reconocido que la Corporación Toyota no va a pisar el acelerador tanto como al mundo le gustaría. Se esperan cambios, pero no una revolución.
Esta forma de pensar tan contraria al movimiento general no sólo es apoyada por la cúpula directiva. La Junta de Accionistas celebrada estos días ha respaldado la visión de sus máximos representantes. Los inversores de Toyota han votado en contra de una resolución sin precedentes. No habrá un rápido giro a lo eléctrico y muestran su apoyo a la dirección y a la estrategia que han fijado. La pregunta clave siempre es la misma, ¿aciertan o se equivocan?
Esta resolución llega apenas unas horas después de que Toyota anunciase un nuevo rumbo eléctrico. Los japoneses aspiran a ofrecer en 2026 coches eléctricos con hasta 1.500 kilómetros de autonomía gracias a las baterías de electrolito sólido. Ese es el gran salto que esperan los japoneses. Automóviles capaces de rodar largas distancias sin tener que recargar, aunque ahora entran en juego otras cuestiones como el precio. Es pronto para saber si Toyota se equivoca en retrasar la llegada de coches impulsados con baterías. Lo que nadie les podrá negar nunca es que ellos han hecho más por la electrificación que el resto de marcas juntas.