Los últimos dos años no han sido los mejores de la vida de Carlos Ghosn. Su indiscutible éxito posicionando a Nissan como la marca pionera en la movilidad eléctrica se ha visto muy ensombrecido por los escándalos que le acusan de una supuesta apropiación de fondos corporativos y un presunto delito de evasión fiscal por valor de 44 millones de euros. El año que viene, Nissan pondrá en el mercado el Ariya, un SUV eléctrico cuya esencia nació bajo el mandato de Ghosn y que podría redimirle como un visionario de la movilidad eléctrica.
Hace más de una década, el ejecutivo brasileño, CEO del que en ese momento era un fabricante de automóviles convencional, cambió el rumbo de la historia de la industria apostando fuertemente por el Nissan Leaf, un coche totalmente eléctrico con una estética poco convencional con el que revolucionó el mercado. Por sí mismo fue capaz de capturar un tercio de los objetivos de ventas y marcó el camino para que el resto de la industria comenzase a invertir mucho dinero en esta nueva (aunque también vieja) tecnología. Este hecho eclipsó completamente el mérito de Ghosn.
Ahora, Nissan, como parte de la Alianza que le une fuertemente a Renault y Mitsubishi está experimentando una nueva etapa en la que la responsabilidad recae sobre los hombros de un SUV eléctrico compacto como el Nissan Ariya. Con su llegada al mercado prevista para el próximo año, su cometido es marcar la senda de una nueva generación de coches eléctricos de la Alianza. Será un nuevo escaparate tecnológico, con un cometido todavía más difícil que el del Nissan Leaf. Además debe coser la fractura que le ha alejado de su socio tradicional, Renault. El nuevo CEO de la marca, Makoto Uchida, simboliza así su mano tendida al grupo francés.
Nissan Ariya.
El desarrollo del Ariya se inició bajo la supervisión de Ghosn, y su éxito puede ayudarle a reivindicar el lugar en la historia del automóvil que mercería, juicio, delitos y condenas a parte. Si los coches eléctricos están comenzando a cambiar la historia, el ejecutivo brasileño debería tener un lugar en ella como visionario y catalizador de una nueva línea de trabajo. Durante su mandato, Nissan fue el único fabricante que mantuvo su estrategia, y también la inversión, cuando la economía entró en recesión y el resto de la industria tomaba otro camino.
En el momento actual, tal distinción parece difícil de imaginar, ya que Ghosn vive exiliado en el Líbano, a donde huyo para escapar de los tribunales japoneses. Por ahora, sobre sus espaldas no existe ninguna condena y por eso es tan importante el juicio que arrancó la semana pasada a Greg Kelly, el ex ejecutivo estadounidense de Nissan acusado de conspirar con él para ocultar alrededor de 86 millones de dólares en ingresos diferidos. Kelly negó los cargos aludiendo que la compensación económica recibida era estrictamente legal y definió a su ex jefe como un "ejecutivo extraordinario" que necesitaba ser contratado para beneficio de la empresa.
El juicio de Kelly tiene ramificaciones para Nissan, después de las informaciones que hacen sospechar que Ghosn pudo haber sido víctima de un golpe interno. También pone el foco de atención sobre Japón como un lugar poco atractivo para hacer negocios. Y también las tiene para Ghosn. Si Kelly evita la condena, supondrá una reivindicación que quizás le permita ocupar un lugar en los libros de historia.
Con todo lo ocurrido durante estos dos años, desde su arresto, es fácil olvidar que fue Ghosn quien salvó a Nissan hace más de dos décadas. Kelly lo recordó y lo dijo en voz alta en el juicio la semana pasada: "El Sr. Ghosn fue un ejecutivo extraordinario". Los expertos económicos en la industria del automóvil aseguraban que Nissan estaba condenada al fracaso, "él demostró que estaban equivocados".