Parece que también en la hoja de ruta del que tal vez sea el fabricantes de coches de lujo con más solera de la historia, Rolls-Royce, están los coches eléctricos. Y es que si la principal premisa de la marca inglesa, propiedad de BMW, es la comodidad extrema, ésta se vería afectada si sus clientes no pudieran acceder al centro de las ciudades que restrinjan su entrada a los coches más contaminantes. Así pues, Rolls-Royce se atreve a acotar la presentación de su primer coche eléctrico, que debería ver la luz durante la presente década.
Hacía mucho tiempo que Rolls-Royce no hacía declaraciones con la electricidad como principal protagonista en uno de sus lujosos productos, siendo el coche que ilustra esta entrada la última noticia que tuvimos de Rolls-Royce con la vista puesta en el eléctrico futuro de la industria. Rolls-Royce lo llamó Vision Next 100, y se trata de un modelo conceptual eléctrico completamente autonónomo
En unas declaraciones de un portavoz de Rolls-Royce al medio Autonews dejaban claros los motivos por los que la firma de coches de lujo, a pesar de no tener ningún tipo de demanda de coches eléctricos en estos momentos por parte de sus clientes, apuestan por ellos.
Y es que pare cuando los clientes tradicionales de Rolls-Royce vayan a necesitar de un coche eléctrico, ellos ya quieren tenerlo desarrollado y a la venta: "No hay demanda de los clientes, pero debemos estar en condiciones de venderles un automóvil si la legislación les prohíbe conducir un automóvil con motor de combustión en el centro de una ciudad".
Rolls-Royce Phantom 102EX.
A pesar de que Rolls-Royce parecía que iba a ser la primera marca de lujo en implementar la electricidad en sus productos como principal fuente de energía, lo cierto es que sus productos han seguido equipando sus tradicionales motores V12 de gasolina en lugar de equipar motores eléctricos alimentados por paquetes de baterías. Ya en 2011 presentaron un prototipo sobre la base del Phantom que apodó 102EX ( que proviene de Electric Experience), y fueron varias las manos de afortunados periodistas que pudieron probar el prototipo, que al final se quedaría como un proyecto olvidado de la firma.
Por aquel entonces equipaba dos motores eléctricos que daban vida al eje trasero, con 145 kW cada uno, que se alimentaban de un paquete de baterías que para la época se antojaba enorme, con una capacidad de 71 kWh. Cifras que podrían estar en la línea del su primer coche eléctrico de producción, sólo que ahora con la tecnología eléctrica que tiene a mano el grupo BMW, la eficiencia sería tal que no supondría un problema la autonomía que por entonces adolecía el prototipo.
Un esquema eléctrico tendría total sentido dentro de un paquete de lujo como el que conforma cada Rolls-Royce fabricado, donde el silencio de uso de su afinado V12, unido al confort de marcha de un conjunto tan pesado, son los principales protagonistas en su experiencia de uso tanto desde el asiento del pasajero como el del conductor. Un esquema eléctrico, por su silencio total de uso y peso del paquete de baterías no harían más que redundar en este aspecto.