China es el mayor productor de vehículos eléctricos del mundo y, si las estimaciones de los analistas son correctas, lo seguirá siendo. Al menos hasta 2025, el año en el que el Gobierno del gigante asiático se ha propuesto alcanzar las siete millones de unidades comercializadas. Al margen de las trabas impuestas a las exportaciones, el Ejecutivo chino ha creado un plan de 'créditos de carbono' que entrará en vigor a partir del 1 de enero y con el que los fabricantes extranjeros pueden beneficiarse para producir más vehículos eléctricos propios.
La mayoría de las automovilísticas cuentan con una joint venture china que les resulta especialmente útiles a los fabricantes extranjeros, que están comenzando a desarrollar y comercializar sus nuevos modelos a través de sus socios en el país, lo que les generará 'créditos de carbono' acumulativos. Cuantas más unidades logren vender a través de sus marcas chinas, mayor libertad tendrán para seguir produciendo un mayor volumen de sus propios modelos. Y al mismo, seguirán recibiendo los subsidios que ofrece el Gobierno chino.
Grupos como BMW, que opera en China a través de su filial Brilliance, el conglomerado francés PSA, que lanzó un coche eléctrico compacto –el ES500– mediante la marca Fukang o Toyota y Fiat, gracias a la multinacional Guangzhou Automobile, son algunas de las firmas que están comenzando a apostar por este sistema que en un corto periodo les generará beneficiones fiscales. General Motors es la única compañía que ya ha comercializado un vehículo eléctrico propio, un microcar de dos plazas desarrollado a través de su filial SAIC-GM y que lanzó en 2017 bajo la marca Baojun.
Los compradores de vehículos eléctricos en China reciben generosos subsidios por parte del Estado, que pueden alcanzar los 75.000 yuanes –unos 9.500 euros– por unidad. Sin embargo, el Gobierno confirmó que este programa se irá reduciendo gradualmente en 2019 y se pondrá fin en 2020.