Creo que casi todos hemos tenido alguna vez la sensación de no conocer lo suficiente nuestro entorno, incluso de no conocerlo casi nada. Es lo que sintió un servidor en el Hayedo de Tejera Negra, un enclave natural de espectacular belleza y gran riqueza medioambiental que, aun estando relativamente cerca, nunca había visitado. Por eso aceptamos de inmediato la propuesta que nos hizo Peugeot para visitar este parque natural, declarado Patrimonio de la UNESCO, al volante de un Peugeot 3008 Hybrid.
La actual generación del Peugeot 3008 se lanzó al mercado en 2016, así que ya deberíamos estar cerca de su renovación. Desde Peugeot no sueltan prenda de cuándo sucederá tal acontecimiento porque de momento no les preocupa demasiado. El 3008 es el tercer modelo más vendido de su categoría (detrás de Hyundai Tucson y Kia Sportage). Y la versión Hybrid que vamos a conducir es el coche híbrido enchufable más vendido en España en 2022, incluyendo todos los tipos de carrocerías y segmentos.
Nuestra ruta comienza en la emblemática fábrica de Stellantis en Villaverde, al sur de Madrid. Una planta cargada de historia de cuyas líneas han salido vehículos de Barreiros, Chrysler, Talbot, Peugeot y ahora también Citroën. De hecho, el Citroën ë-C4 eléctrico se fabrica aquí para todo el mundo. Nuestro coche para este viaje es un Peugeot 3008 GT Hybrid 225, la versión híbrida enchufable de tracción delantera y 224 caballos de potencia. Hay otra versión con un motor eléctrico adicional en el eje trasero que proporciona tracción total y entrega 300 CV de potencia.
Salimos cerca del mediodía, así que hacemos una parada en Riaza para reponer fuerzas. Hasta ahora la ruta ha transcurrido en su mayoría por la Autovía del Norte (A-1). Dejo que la gestión del sistema híbrido vaya gestionando automáticamente cada propulsor del coche con el modo de conducción Hybrid, que seguramente lo haga más inteligentemente que yo. El coche tiene otros dos modos de conducción: Electric y Sport.
El paisaje ya ha cambiado bastante respecto al que teníamos cuando salimos. Desde el restaurante estamos a unos 15-16 kilómetros en línea recta del Hayedo de Tejera Negra, el verdadero protagonista del día, pero todavía nos quedan casi 50 kilómetros por carretera sinuosas y unos 45 minutos de viaje hasta el siguiente punto de encuentro. El paisaje se va tornando cada vez más verde, cada poco tiempo vemos ganado pastando a ambos lados de la carretera y a lo lejos, de vez en cuando, se ve algún corzo. Hemos ido ganando altitud constantemente y llegamos al primer aparcamiento del parque natural.
Hayedo de Tejera Negra, un tesoro natural patrimonio de la UNESCO
Cuando llegamos al primer aparcamiento, nos reagrupamos para continuar juntos al segundo y último aparcamiento antes de entrar al Hayedo. Nos quedan unos 6 o 7 kilómetros de pistas poco complicadas y accesibles para cualquier turismo. Me sorprende gratamente la capacidad del 3008 Hybrid para filtrar las irregularidades de la pista de tierra. No está permitido el uso de vehículos en el interior del Hayedo. Estos pueden entrar sólo hasta el aparcamiento, como es lógico. Dejamos los coches y llega la mejor parte, que hoy no es conducir.
El inicio de la ruta lo marca una fuente de agua natural, sin tratamientos de ningún tipo. La ruta que vamos a hacer discurre aguas arriba junto al río Lillas por un pastizal húmedo, alimento del ganado y mamíferos herbívoros, y junto a repoblaciones de pino silvestre. Antiguamente se utilizaba la madera como sustento económico de la zona y repoblarlo de pinos tenía un doble motivo: dar peonadas a los lugareños que los plantaban y garantizar más madera para el futuro.
El Parque Natural del Hayedo de Tejera Negra abarca una extensión de 1.641 hectáreas, de las cuales unas 400 hectáreas son hayedo. Hay quien califica de milagro que podamos disfrutar de este paisaje en nuestros días, pues hasta el año 1960 se llevaban a cabo agresivas prácticas forestales, incluyendo el carboneo y talas a matarrasa.
De hecho, la ruta que vamos a hacer se llama Senda de las Carretas, que recibe su nombre por las carretas utilizadas para transportar el carbón producido en el hayedo. En la ruta hay una carbonera, utilizada tradicionalmente para obtener carbón de estos bosques. Se apilaba leña de haya, se enterraba bajo una capa de tierra y después de unos diez días de combustión lenta, se obtenía carbón.
Cruzamos un pequeño arroyo e iniciamos una suave ascensión por un camino con robles a los lados, y aquí ya empiezan a aparecer las primeras hayas de manera dispersa. Hemos venido sin duda en la mejor época del año, con la flora otoñando y cambiando de color. El paisaje es absolutamente cautivador con su mezcla de colores verdes, amarillos, naranjas y rojizos en una infinita variedad de matices y tonalidades. Es un deleite para la vista.
Nos cuentan los guías del parque que estamos en un entorno único en estas latitudes. El Hayedo de Tejera Negra es algo así como una isla de clima atlántico en medio de una zona con clima mediterráneo, en pleno Sistema Central. El haya es un árbol más propenso a crecer en zonas del centro y del norte de Europa. De hecho, estamos ante el hayedo situado más al sur de Europa. Pero el microclima del parque, junto con su aislamiento, ha permitido la conservación de las hayas.
No es, ni mucho menos, la única especie de árbol que podemos ver: hay tejos, acebos, abedules, robles, avellanos... A esto se suma el sotobosque de brezales y jarales. Y hay que tener presente que este sitio no es nuestro: abundan los corzos, los zorros, las garduñas y los tejones, entre otros. También hay huellas de jabalís cada pocos metros, que de vez en cuando hacen auténticos socavones en la tierra.
Seguimos ascendiendo bajo las copas de las hayas hasta llegar a la pradera de Matarredonda, desde donde se puede disfrutar de una panorámica espectacular. Es la parte más dura del recorrido (aunque asequible), después de la cual ponemos rumbo de vuelta a los coches. Al llegar a mi 3008 Hybrid compruebo el ordenador de a bordo, que muestra un consumo medio de 6,4 l/100 km. Arranco y ponemos rumbo a Burgo de Osma, donde haremos noche.
Un buen compañero de viaje sea cual sea la carretera
Hasta ahora he conducido la mayor parte del recorrido en modo Hybrid, pero es momento de dejar activado el modo Sport y comprobar las diferencias. Nos espera una buena dosis de carreteras y algunas son de esas que la mayoría de la gente considera «malas» y otros «divertidas». Bien es cierto que el asfalto va cambiando: bien en algunos tramos, muy roto en otros. Pero no me preocupa demasiado, la suspensión hace buen trabajo.
En los tramos más revirados se suceden varias horquillas y, para mi sorpresa, el coche tiene un comportamiento muy neutro, no subvira. La dirección no transmite feedback al conductor pero es rápida y permite inscribir el coche en las curvas con agilidad. Eso sí, el i-Cockpit siguen sin gustarme: no hay manera de que pueda ver el cuadro de instrumentos si me coloco en mi posición de conducción ideal. Así que para poder ver algo, tengo que colocar el volante más bajo de lo que sería natural.
A pesar de ello, en el camino al hotel he venido tan concentrado en la carretera que no estaba pendiente del i-Cockpit. Con el modo Sport, sigue habiendo algo de lag en la respuesta del acelerador, aunque menos que en modo Hybrid. El sistema debería saber que en el modo Sport quiero toda la potencia al instante, pero algún ingeniero francés debió pensar diferente. Lags aparte, este Peugeot 3008 Hybrid cumple de manera solvente en cuanto a potencia, como bien he comprobado subiendo varios puertos. Para quien busque más prestaciones o necesite tracción 4x4, por encima hay otra versión con un motor eléctrico adicional y 300 caballos de potencia. A igualdad de equipamiento, las versiones de 300 caballos cuestan 5.500 euros más. El 3008 Hybrid 225 arranca en 44.900 euros, nuestra unidad con el acabado tope de gama (GT) cuesta 47.100.
Después de casi 300 kilómetros de muchas curvas y una conducción a ritmo alto en los últimos 100 kilómetros aproximadamente, llego al hotel sin batería. El ordenador arroja un consumo de gasolina de 7 litros cada 100 km. Nada mal teniendo en cuenta la conducción que hemos hecho, aunque hoy tiene una importancia secundaria. Porque antes de irme a la cama hago mentalmente un balance del día y no pienso en el gasto en gasolina, lo único que me viene a la cabeza es la espectacular belleza del Hayedo de Tejera Negra.