El defenestrado Herbert Diess marcó una hoja de ruta muy clara para la electrificación de Volkswagen y de todo el grupo. Una estrategia que a la postre fue la que terminó expulsándole de la silla de dirección. La llegada de Oliver Blume en el pasado mes de septiembre ha supuesto que todos los proyectos se estén revisando con lupa para analizar su rentabilidad. Una de las mayores apuestas hasta la fecha era el Proyecto Trinity, un plan de futuro que podría ser cancelado por culpa de un presupuesto excesivo y de unas fechas poco realistas.
A principios del año pasado, en 2021, Volkswagen anunció por todo lo alto un plan que situaría a la marca en la cumbre de la electrificación y la tecnología. El Proyecto Trinity consiste (todavía no ha sido cancelado) en la adopción de la plataforma SSP ultramoderna para dar vida a coches eléctricos de gran autonomía con una elevada capacidad de conducción autónoma, un nivel 4. Un plan muy atrevido para una marca generalista como Volkswagen que supone crear una plataforma, un coche, un software y una planta completamente nuevos.
Solamente la construcción de la factoría anexa a las líneas principales de Wolfsburgo tiene un presupuesto cercano a los 2.000 millones de euros. A eso hay que sumar el resto de los elementos necesarios, lo que podría suponer mucho más dinero. El nuevo CEO de Volkswagen no está del todo convencido con semejante apuesta, que daría vida a una nueva etapa eléctrica en la marca. En más de una ocasión Blume ha comentado que no si bien apoya la movilidad eléctrica no es especialmente partidario de poner todos los huevos en una misma cesta.
Está claro que los eléctricos que saliesen de ese proyecto tendrían un precio de venta muy elevado, lo que iría en contra del habitual posicionamiento de la marca. Si el presupuesto no encaja, los tiempos tampoco ayudan. El excesivo optimismo de Diess fijó el año 2027 como el año que el proyecto Trinity se culminaría con el primer vehículo de producción. A pesar de que todavía queda casi un lustro para semejante fecha, nadie en Volkswagen cree que vayan a llegar a tiempo. Los problemas con el software son el principal motivo por el que los modelos de próximo lanzamiento como el Porsche Macan se hayan retrasado.
Los problemas crecen en las mesas de los ingenieros de software, y nada augura que en 2027 todo vaya a estar solucionado y funcionando. Blume quiere postponer la fecha al 2030 y deshacerse de la factoría añadida de Wolfsburgo. El planteamiento consiste en producir los nuevos eléctricos con plataforma SSP en las actuales líneas de montaje de la fábrica, aunque esta deba ser renovada. El objetivo es batir el tiempo de producción de Tesla, una de las grandes obsesiones del antiguo CEO de la compañía.
Actualmente Tesla tarda una media de 10 horas en producir un Model Y, se estima que Volkswagen tarda aproximadamente el triple en producir un Volkswagen ID.3. Mayor velocidad de producción implica una mejor rentabilidad y una reducción de costes, pero si para ello necesitas invertir 2.000 millones, algunas cifras no cuadran. Según ha publicado Manager Magazin, las nuevas estrategias se presentarán próximamente ya que todavía no hay una decisión final tomada. Se habla incluso de una vuelta a la senda del hidrógeno, algo que había quedado completamente descartado.