Los recorridos de última milla suponen un gran tráfico en las ciudades y las zonas interurbanas. Poco a poco las flotas de transporte se van renovado con modelos más eficientes, gran parte de ellos eléctricos. Prometen un mayor ahorro de costes en carburantes, a la vez que tratan de reducir su huella de carbono, una de las más grandes. Sin embargo, los condicionantes deben tenerse muy en cuenta, tal y como ha desvelado un estudio de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos.
Todo parecen glorias y alabanzas a la implantación de furgonetas de reparto eléctricas. Muchas empresas de distribución y logística anuncian a viva voz esa esperada transición verde. Sin ir más lejos, en 2019 Amazon encargó la compra de nada más y nada menos que 100.000 furgonetas eléctricas a Rivian. El mayor pedido de la historia. A este pedido hay que sumar otros como el UPS o FedEX. En España también empiezan a verse los primeros industriales eléctricos, aunque el impacto comercial es más pequeño.
Aunque todo esto parezca una gran revolución verde, los investigadores de la Universidad de Michigan han descubierto que entre el 50 y el 80 % de las emisiones de la vida de un industrial eléctrico proceden de la recarga. Por lo tanto, resulta absolutamente fundamental que estas recuperaciones de energía se hagan con la energía más limpia posible para que así la reducción del impacto ambiental sea más efectiva.
Dicho de esta manera, los investigadores de la Universidad de Michigan tampoco parecen haberse roto mucho la cabeza, pero en su estudio también dejan claro que el cómo se hacen las recargas puede suponer un ahorro o un gasto considerable para las empresas de logística. Realizar las recargas de forma óptima en forma y tiempo es vital para prolongar la vida útil de las baterías y por lo tanto del vehículo.
Hay que tener en cuenta que a los vehículos industriales se les presupone una utilidad mucho más dura que a un turismo convencional. Descargas y cargas diarias afectan a la obsolescencia de las pilas. Si no se realizan de forma correcta, el supuesto ahorro de costes de un vehículo industrial eléctrico se desvanece, igualándose a modelos similares con motores diésel o gasolina claramente más contaminantes.
Furgoneta eléctrica de Rivian para Amazon.
En palabras del propio autor del estudio, Parth Vaishnav, «cargar el vehículo tan pronto como regresa y hacerlo hasta el 100 % supone dejarlo inmovilizado mucho tiempo en un depósito o estación de carga con la batería llena. Esto provocará que la batería se gaste más rápidamente, tan rápido que es posible que sea necesario reemplazarla en algún momento de la vida útil del vehículo. La creación de esa batería adicional produce emisiones de gases de efecto invernadero adicionales además de costes adicionales».
Para solventar este problema se recomienda cargar la batería lo suficiente como para completar la ruta diaria, lo que ellos han denominado una carga suficiente. Esta técnica prolongará la vida útil de la pila, en algunos casos a más del doble. Los beneficios resultantes son claros: un ahorro en costes de mantenimiento y energía, además de una considerable reducción en las emisiones de gases contaminantes.