Fue el producto estrella de las Navidades pasadas y, según los expertos, la fiebre por el patinete eléctrico no ha hecho más que empezar. Uno de sus modelos, el Xiaomi Mi Scooter, figuraba entre los 10 productos más vendidos en Amazon durante las Navidades pasadas, una muestra de la revolución que está desatando este vehículo de movilidad personal (VMP). Otro signo de que cada vez son más ciudadanos los que lo eligen como medio de transporte es el auge del alquiler compartido, dirigido por empresas privadas: Bolt, una multinacional de la micromovilidad estonia, ya tiene más de 25 millones de usuarios en 30 países. Y otro de los gigantes, la estadounidense Lime, asegura que la ocupación de sus patinetes se multiplicó casi por seis en los últimos meses.
Sin embargo, el desembarco del patinete eléctrico en las grandes ciudades no está resultando pacífico. Según el fiscal de sala coordinador de Seguridad Vial, Bartolomé Vargas, durante los 11 primeros meses del año pasado se produjeron en España 273 accidentes en los que estuvieron implicados patinetes eléctricos y, al menos en dos de ellos, hubo fallecidos. Un escenario en el que puede estar influyendo la situación de alegalidad que vive el sector.
"Que no haya regulación llama al comportamiento incívico porque los usuarios que utilizan estos vehículos no están controlados. Eso significa que pueda haber menores conduciendo, que se conduzca sin casco, que se incremente no tanto el número de accidentes como la posibilidad de que estos sean más graves… Además, no está claro por dónde pueden circular y por dónde no, con lo cual se agravan los conflictos con los otros modos de transporte", explica Eduard J. Álvarez, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y experto en movilidad y logística urbana.
Según explica J. Álvarez, también profesor del máster Ciudad y Urbanismo de la UOC, cuando hay un accidente entre dos cuerpos no importa únicamente la velocidad sino el producto de la masa (el peso de la persona) por la velocidad. Por eso una colisión entre un peatón y un patinador puede resultar muy grave. "Si un patinete choca contra un coche puede generar un gran problema sobre el conductor del patinete. Pero un patinete que circula a 30 km/h y choca contra un peatón puede causar tanto daño como una bicicleta o un ciclomotor, o incluso más, y eso hay que considerarlo. El no regular abre un abanico de incertidumbre y de peligrosidad en las vías que es difícil de gestionar", advierte el profesor.
Una regulación inmediata
Es una de las razones por las que los expertos en movilidad urbana reclaman una buena regulación inmediata, ya que hasta la fecha la Dirección General de Tráfico tan solo ha dictado una instrucción, en 2016, que ha quedado obsoleta por la evolución tecnológica de los modelos. Países como Francia ya han regulado el uso de estos dispositivos debido a los problemas que ocasionaban, ya que en ciudades como París la situación era caótica.
"Desde mi punto de vista, la regulación aquí es sencilla: asimilar el patinete eléctrico al ciclomotor", explica Eduard J. Álvarez, que afirma que de ese modo el casco sería obligatorio, toda persona tendría seguro, se necesitaría una licencia para conducirlos, solo lo podrían usar los mayores de 16 años y tendrían que llevar luz y circular por calzada. Además, al obligar a los usuarios del patinete a ir por calzada se reforzaría "la tendencia de las ciudades a regular las vías como vías 30, ya que los coches tendrán que ir con más cuidado. Y esto sí contribuiría a la movilidad urbana", afirma.
La sostenibilidad, en entredicho
Una de las ventajas que se asocia al uso de los VMP es que mejoran la sostenibilidad de la movilidad urbana. Sin embargo, también esta condición se está cuestionando. La razón es que, aunque la transición hacia la movilidad eléctrica tenga aspectos positivos para las ciudades porque significa mucha menos contaminación en destino y motores más eficientes, la electricidad necesaria para su funcionamiento se tiene que producir en algún lugar, y con las fuentes de generación de energía actuales no resulta sostenible. "Al final estamos creando otro tipo de contaminación sobre el planeta, aunque se reduzca, y mucho, la contaminación en destino", señala el profesor de la UOC.
Otro problema relacionado con la sostenibilidad de los patinetes eléctricos es que no están captando usuarios que hayan decidido cambiar el coche por este medio de transporte, que era el objetivo. Según mostraba el segundo barómetro del RACC del ciclista urbano en Barcelona, más del 30% de quienes usan el patinete procede del transporte público, y el 41% procede de modos no motorizados, lo que significa que son personas que iban caminando o en bicicleta. "Si el objetivo era hacer un trasvase del vehículo de combustión al vehículo eléctrico, únicamente estamos captando un 10 %, que es el número de usuarios de patinete que proceden del coche o de la moto. Y ese es un porcentaje tan pequeño que no compensa", señala Eduard J. Álvarez.
A lo anterior se suma otra realidad que tampoco favorece la sostenibilidad de las ciudades: si gran parte de quienes utilizan el patinete procede del transporte público, un servicio deficitario que la Administración decide proporcionar por cuestiones sociales y medioambientales, la escasez de demanda puede poner en peligro el futuro de este servicio.
"En el momento en que empezamos a restar cuota al transporte público, hacemos que crezca el déficit porque estamos descompensado la oferta y la demanda: la demanda baja y la oferta, siendo la misma, incrementa el coste por pasajero, y evidentemente el coste no financiado mediante tarifa. Por eso se puede dar la situación de que la proliferación de VMP termine reduciendo tanto la demanda sobre el transporte público que se acaben cerrando líneas", señala el profesor de la UOC, y añade que la única solución a esta situación sería que las plataformas que prestan los servicios de alquiler fueran públicas, de modo que se pudiera compensar el déficit de tarifa del autobús con los ingresos del patinete eléctrico.