Tanto el Bollinger B1 como su derivado el B2 recibirán la clasificación de camiones Clase 3, que en Estados Unidos, significa que no pasarán los test de seguridad de la NHTSA ni los de homologación de consumos de la EPA. Los dos 4x4 eléctricos del fabricante americano, con aspecto de Land Rover, iconos de la resistencia y de las capacidades off-road por excelencia, son el reclamo para convertirla en una empresa de I+D que externalizará toda su producción.
Bollinger ha anunciado recientemente que traslada su sede desde Michigan a un edificio más grande en los suburbios de Detroit. En el caso de esta startup americana, el concepto "más grande" es bastante relativo, puesto que en esa nueva sede tendrán su puesto de trabajo el doble de personas que en la actual, en total 80 trabajadores. Una fuerza laboral limitada que confirma la idea de que Bollinger será un fabricante de nicho, que no aspira a competir ni con los fabricantes tradicionales ni con los recién llegados.
Las pick-up y los todoterrenos eléctricos, que son ya modelos de nicho dentro del mercado de los vehículos eléctricos, son todavía menos representativos en el mercado general. En este escenario, Bollinger Motors aparece como una empresa cuya aspiración es llegar a un cliente muy específico. El precio de cada uno de sus modelos, a partir de 125.000 dólares, ya los sitúa como un producto de elevado precio, con aspecto de vehículo rudo, resistente, pero carente de lujos.
Los 4x4 eléctricos de Bollinger carecen de toda concesión al lujo.
Se trata de un modelo de negocio que poco tiene que ver con el que han seguido otros rivales, también recién llegados al mercado, como es el caso de Rivian o Lordstown. En el pasado Salón del Automóvil de Los Ángeles, Bollinger presentó sus dos 4x4 eléctricos radicales, uno en formato pick-up, el B1 y otro en formato todoterreno, el B2, y abrió la reserva previa a la que se accede mediante un depósito reembolsable. A partir de 2021, Bollinger pondrá su plataforma eléctrica a disposición de otros fabricantes para que implementen sobre ella sus propios vehículos comerciales, incluidos motores y baterías. Además, añade su catálogo de productos un chasis cabina eléctrico llamado B2 Chassis Cab y la versión Chass-E, que mantiene el habitáculo de dos o cuatro puertas del B1 y el B2, y añade una plataforma trasera sobre la que implementar una ambulancia, una grúa o un camión de servicios.
Si bien Bollinger ofrece estos productos a terceros, tampoco tiene intención de producirlos, ya que recurrirá a un fabricante externo para ello. Esta estrategia reduce la inversión en instalaciones y mano de obra, pero también reduce la ambición de la empresa. Otra razón por la que Bollinger no aspira a convertirse en un gran fabricante es que en Estados Unidos sus camiones tendrán la designación Clase 3. Esto significa, básicamente, que no deberán cumplir con algunos de las homologaciones de seguridad que se exigen a los vehículos de transporte de pasajeros, como son los test de choque de la NHTSA (National Highway Traffic Safety Administration), ni tampoco pasarán la homologación de consumos y emisiones de la EPA (Environmental Protection Agency).
El Bollinger B1, y su derivado, el B2, son dos de los vehículos eléctricos más radicales que se han presentado hasta ahora. Cuentan con dos motores eléctricos, uno en cada eje, que les proporcionan tracción a las cuatro ruedas y una potencia total combinada de 458 kW (614 CV) y un par motor de más de 900 Nm capaces de acelerar de 0 a 100 km/h en 4,5 segundos y alcanzar una velocidad máxima de 160 km/h. El sistema está alimentado por una inmensa batería de 120 kWh de capacidad.
Bollinger Motors ha trasladado recientemente su sede a Detroit.
Con estas especificaciones se podría pensar que pueden ser competitivos con a otros vehículos de similar tamaño y características, tanto de gasolina como eléctricos. Pero su falta de pruebas de seguridad y homologación y su precio, lo convertirán en un producto que solo comprarán clientes muy determinados. Bollinger evolucionará como una empresa de ingeniería y desarrollo de vehículos. El año pasado, Robert Bollinger, director ejecutivo de la empresa, se calificó a sí mismo como el "inversor semilla" de toda la empresa, desvelando que estaba interesado en "mantener el conocimiento", trabajando sobre todo en I+D y eliminando de la ecuación el montaje de sus productos.