Desde que en 1974 Volkswagen introdujo en su gama el Golf con tracción delantera, sustituyendo al famoso Beetle de tracción trasera, el fabricante alemán ha apostado por esta disposición mecánica por razones de espacio, balance de masas y coste. Sin embargo, con el menor peso y volumen de los motores eléctricos y la ubicación de la batería en la parte baja esos argumentos van perdiendo valor. Volkswagen se plantea como una opción real volver a la tracción trasera para sus nuevos coches eléctricos que construirá sobre la plataforma modular eléctrica MEB.
La tracción delantera se impuso en la industria del automóvil desde que el ingeniero británico Alec Issigonis desarrolló en 1959 el Mini Cooper original. La mayoría de los fabricantes optan por esta opción en la configuración mecánica de sus modelos. En los coches de combustión, situar el motor en la parte delantera se traduce en una serie de ventajas como una mejor distribución del espacio, menor peso, menor coste y una mejora de la tracción en condiciones climáticas adversas, al situar el peso del motor sobre las ruedas motrices.
Sin embargo, la transición a los coches eléctricos puede significar el final de la tracción delantera. Al menos así lo ha expresado Matthew Renna Director de la división de movilidad eléctrica de Volkswagen en América del Norte, en una mesa redonda con periodistas celebrada en el pasado Salón del Automóvil de Los Ángeles.
Plataforma modular eléctrica MEB de Volkswagen
La mayoría de los coches eléctricos que actualmente están a la venta en el mercado son de tracción delantera. La excepción en este caso es la marca Tesla, que opta por ofrecer de serie la tracción trasera y opcionalmente el Dual Motor con tracción total. También BMW, siguiendo la tradición de la marca, ha optado por la tracción trasera en el BMW i3.
El motor eléctrico es considerablemente más pequeño y menos pesado que uno de combustión. En este caso, para los fabricantes, situar el motor delante o detrás —o ambos— no conlleva necesariamente una penalización en el espacio, mantiene una distribución de pesos uniforme y no afecta al coste final del vehículo. Más bien al contrario. Con la tracción trasera los motores eléctricos ofrecen un control más directo de la potencia y una mejor distribución de la fuerza de frenado en cada rueda, lo que supone una ventaja sobre todo a la hora de conducir sobre nieve o hielo, al no concentrar el peso en un extremo del automóvil. Además, el conductor percibe mejor las sensaciones que le transmite el coche si la potencia se dirige a la parte trasera porque es en esa dirección hacia la que se transfiere su peso cuando acelera.
Por lo tanto en los coches eléctricos no existe una razón convincente para poner el motor en la parte delantera. Si la eficiencia y el coste son equivalentes, y la tracción trasera ofrece una mejor dinámica de conducción "optaríamos por una plataforma de tracción trasera", ha dicho Renna.
La mecánica eléctrica no solo podría acabar con la elección de la tracción trasera como la más habitual. Al ser la batería el componente más caro del vehículo y no los motores, agregar un segundo propulsor en la parte delantera no conllevaría un incremento importante del coste del vehículo, por lo que los automóviles con tracción total podrían ser más asequibles que nunca.