Los coches híbridos llevan ya unos cuantos años en el mercado con nosotros y, aunque los 100% eléctricos empiezan a repuntar últimamente, la hibridación todavía tiene un larga vida por delante.
La tecnología híbrida real se puede dividir en dos categorías, con permiso de los microhíbridos o MHEV y de los que utilizan las siglas E-REV, por ser considerados eléctricos de autonomía extendida.
A esos dos grupos los vamos a dejar fuera para explicar las particularidades y diferencias que hay entre un vehículo PHEV o híbrido enchufable y otro de tipo HEV o Full Hybrid.
En ambas tecnologías, el motor principal es el de combustión, un bloque térmico sin el que sería imposible hablar del concepto de híbrido como tal.
PHEV son las siglas de Plug-in Hybrid Electric Vehicle y su principal ventaja frente a lo que conocemos como HEV o Hybrid Electric Vehicle es que un híbrido enchufable puede rodar en modo 100% eléctrico durante más tiempo/distancia.
Lo que quiere decir que el motor o motores cero emisiones de un PHEV pueden mover de manera independiente al automóvil.
La autonomía va a depender principalmente del tamaño de su batería eléctrica, aunque necesitan homologar al menos 40 kilómetros limpios de emisiones para optar a la etiqueta Cero. De lo contrario, se tienen que conformar con la pegatina Eco.
Los coches PHEV, como su propio nombre indica, sí que se pueden enchufar a una toma de corriente para recargar su paquete de baterías. No es estrictamente obligatorio -pues también pueden rellenar sus celdas haciendo uso de la mecánica de combustión-, aunque sí recomendado para sacarle el mayor partido al vehículo en cuanto a eficiencia y ahorro de combustible se refiere.
También aprovechan la energía liberada durante los procesos de deceleración para hacer puntuales recargas de la batería, lo que servirá para lograr o aumentar ligeramente la autonomía homologada por el coche.
Los denominados HEV, híbridos puros o Full Hybrid no se enchufan en ningún caso y aunque su mecánica eléctrica permite circular en modo 100% eléctrico, no pueden hacerlo del mismo modo que lo haríamos con un PHEV, como puede ser un Hyundai Tucson PHEV, un Toyota RAV4 Plug-in Hybrid, un Volkswagen Golf eHybrid o un Mercedes-Benz Clase E 300e, entre otras opciones del mercado.
Utilizan baterías mucho más pequeñas que los PHEV, pues en realidad no las necesitan para la finalidad por la que nacieron. Basta comparar la capacidad de 0,9 kWh de un Toyota Corolla Hybrid con tecnología HEV, con la de 13,8 kWh de la variante enchufable del Hyundai Tucson.
En el Corolla y otros modelos Full Hybrid, muchos de ellos de la mano de Toyota, el esquema mecánico híbrido consigue que el motor eléctrico apoye al de combustión en arranques desde parado y cuando se le exige más garra al motor térmico.
Mientras que en un híbrido enchufable podemos circular en modo cero emisiones a altas velocidades cuando el estado de carga de la batería lo permite, en un híbrido convencional la función cero emisiones queda relegada a momentos más puntuales generalmente a baja velocidad, y especialmente desde el arranque desde parado. No obstante, según las circunstancias, también pueden circular en modo eléctrico en carretera durante tiempos cortos.
Las ventajas de un híbrido puro o Full Hybrid, por tanto, se van a poder disfrutar y comprobar principalmente en territorio urbano, en zonas de baja velocidad y en atascos. La batería, a veces mal llamada autorrecargable, requiere en todo caso de recargas mediante el motor de combustión y aprovechando la energía liberada en los procesos de deceleración.