Vivimos tiempos de transformaciones y también de incertidumbres. El cambio en nuestra forma de movernos está suponiendo un reto para todo el mundo: fabricantes, gobiernos y, sobre todo, usuarios. El coche eléctrico ya está aquí. Ha llegado para quedarse y en los próximos años el mercado debe disparar su cuota para alcanzar el objetivo de 2035. Europa se ha establecido como la región del mundo que más apuesta por la movilidad eléctrica. Sin embargo, una decisión continental puede suponer todo un riesgo para una industria que representa cientos de miles de millones de euros y millones de puestos de trabajo en múltiples países.
Si el Viejo Continente ha declarado su intención de eliminar todo rastro de contaminación proveniente del tráfico, los conductores necesitan coches eléctricos que sean equiparables en condiciones y precio a los modelos de combustión. No todas las regiones de Europa avanzan al mismo ritmo en materia de electrificación. Territorios como Noruega, Países Bajos o Alemania son líderes en el cambio, pero otros mercados como, por ejemplo, España se sitúan a la cola de una larga lista. El problema no sólo radica en la red de carga, sino en el precio de los vehículos. Es ahí donde China quiere atacar.
Asia ha visto una brecha en la industria automovilística europea. Tras la pandemia de la COVID-19 el mercado ha cambiado. El conflicto de Europa del Este ha redibujado la red de energía del continente y ha disparado los precios de fabricación para las marcas. Hoy los coches son muy caros, casi inaccesibles para muchos compradores y, lo que es peor, nada indica que vayan a volver las tarifas económicas que hemos visto durante muchos años. El coche eléctrico también sufre de estos problemas. El coste de las baterías es significativo. A pesar de que las marcas sellan acuerdos con sus proveedores, la inmensa mayoría son chinos.
China lidera la producción de baterías y de coches eléctricos. El país ha conseguido revertir su industria rápidamente. Tanto es así que muchos analistas afirman que pronto llegará un exceso de oferta eléctrica. Muchas marcas y modelos de diferente índole tratan de llegar al mismo objetivo: han puesto su atención en Europa como medida de alivio. MG, XPeng, NIO, BYD, Zeekr… Nombres que antes apenas sonaban en nuestras cabezas hoy inundan nuestros portales de noticias. El desembarco ya se está produciendo y el riesgo para Europa es considerable.
Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, ha declarado abiertamente en la cámara que Europa abrirá una investigación sobre los subsidios al coche eléctrico en China. Según la máxima representante del continente, los chinos están rompiendo el mercado al aplicar unas reglas que resquebrajan el equilibrio de la competencia. “Sus precios se mantienen artificialmente bajos gracias a enormes subvenciones estatales. Esto está distorsionando nuestro mercado. Así como no aceptamos esta distorsión desde el interior de nuestro mercado, tampoco la aceptamos desde el exterior".
Se trata de un primer paso que hasta ahora se había evitado por posibles represalias del Gobierno chino. Muchas marcas temen que Xi Jinping considere esta acción como una maniobra previa para aplicar gravámenes e impuestos especiales a los coches eléctricos chinos. Una acción que podría ser respondida de forma similar a las marcas europeas en China. Cabe la pena mencionar que los propios fabricantes se oponen abiertamente a regular la entrada de marcas asiáticas. Luca de Meo, presidente de Renault, por ejemplo, ha declarado recientemente que lo que Europa debe hacer es apoyar a la industria local con subvenciones y exenciones fiscales que permitan equiparar costes con los coches chinos. De esta manera, se mantendrían los ingresos y los puestos de trabajo que ahora están amenazados.