La industria del automóvil europeo no está pasando por el mejor de los momentos de su historia, y la transición hacia la movilidad eléctrica está costando, hasta el punto de que los fabricantes locales están pidiendo soluciones a Bruselas para que actúe ante una situación que tachan de alarmante.
Lo cierto es que hay varios factores influyendo en este sentido, pero las marcas de Europa hacen responsables a los líderes políticos, pues no están dando las soluciones necesarias y, por si fuera poco, tampoco están siendo del todo claros y férreos con su toma de decisiones.
Piden a Europa más claridad, y un mayor margen de maniobra
Podemos entender esto si analizamos la forma en la que han llevado a cabo la puesta en marcha de la última normativa de emisiones Euro 7, que se ha ido retrasando en cuanto a su aprobación y activación de las restricciones.
Eso, según los fabricantes europeos, no da ninguna confianza ni a ellos mismos a la hora de apostar por inversiones concretas, pero también despista a los consumidores, que no terminan de decidirse por un coche u otro, a la espera de que la Unión Europea sea clara en cuanto a la continuidad de los motores de combustión.
El resultado es que las ventas de coches eléctricos no terminan de despegar de la forma esperada, y los fabricantes apuntan a que todo podría desencaminar en una caída en picado si no se toman medidas.
Así lo han trasladado a los responsables europeos a través de la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles, que defiende los intereses de las 15 marcas principales que tienen presencia en nuestro continente.
Se solicita, por tanto, la modificación de las cifras de emisiones máximas permitidas para furgonetas y autobuses que está previsto que rijan a partir de 2025, además de una revisión a la baja de los apartados de la normativa referentes a vehículos ligeros y pesados, y que tienen como fecha de activación los años 2026 y 2027.
Otros factores a tener en cuenta en la situación de la industria
Es decir, que las restricciones planteadas actualmente, y según los fabricantes europeos, deberían tardar algo más en llegar para que tengan margen de maniobra, y también de beneficios, pues aseguran estar asfixiados.
A todo esto, hay que sumar que la infraestructura de carga de los coches eléctricos es todavía insuficiente en la mayoría de países, lo que también afecta en la decisión de los potenciales clientes, que esperan a una mejoría en este sentido antes de embarcarse en la adquisición de un vehículo con esta tecnología.
Y por si fuera poco, la tensión también es latente en cuanto a la dura competencia que llega desde China, con automóviles electrificados a un coste mucho menor. Un momento en el que los aranceles extra aplicados a los vehículos asiáticos desde el 5 de julio de este año tienen que votarse en Europa, de cara a modificarlos, mantenerlos o eliminarnos.
El Gobierno chino, por su parte, ya ha anunciado una respuesta en forma de guerra comercial en caso de no obtener el resultado que quieren (eliminar las nuevas tasas), algo que afectaría especialmente a Alemania y España.