Francia está considerando implantar un nuevo impuesto para los coches que apunta directamente a aquellos más pesados. Tras haber considerado la idea el año pasado, y haberla descartado posteriormente ante la preocupación de la industria del automóvil, ahora la proposición se ha vuelto a poner sobre la mesa del ejecutivo galo. Una medida que, a pesar de las políticas para incentivar los coches eléctricos, afectaría tanto a los coches de batería como a los híbridos y los térmicos -aunque no a todos por igual-.
Antes de asumir su cargo como ministra de Transición Ecológica, Barbara Pompili, a finales del año pasado propuso una idea muy polémica: un nuevo impuesto a aquellos vehículos, especialmente los coches, considerados demasiado pesados. La idea encontró la oposición directa de la industria automovilística francesa, ya que podría afectar al 70 % de los coches producidos en Francia. Y eso que por aquel entonces todavía no amenazaba la sombra del coronavirus, cuyas consecuencias a nivel económico han golpeado duramente al sector automovilístico.
Paradójicamente, la propuesta de este nuevo impuesto sobrevuela las mesas de negociaciones en un momento en que la industria atraviesa una etapa complicada y el Estado francés ha tenido que atender su llamada de auxilio, y se rumorea que podría estar lista para estudiarse de nuevo en enero de 2021. Con la perspectiva reciente (recordemos que la pandemia, entre otras cosas, ha obligado a Renault a solicitar un préstamo de 5.000 millones de euros al Estado francés), esto ha hecho saltar de nuevo las alarmas.
El texto defendido el año pasado por Barbara Pompili preveía un impuesto de 15 euros por kilo en todos los modelos térmicos de más de 1300 kg. En el caso de los coches eléctricos, también se penalizaría con 15 euros cada kilo, aunque se eleva el máximo hasta los 1700 kg, hasta un límite máximo de 10.000 euros por coche.
Así, un Renault ZOE ZE50 (1577 kg) o un Peugeot e-2008 eléctrico (1623 kg) quedarían exentos del impuesto, pero un Tesla Model 3 Gran autonomía (1922 kg) pagaría 3330 euros por exceso de peso. El Audi e-tron 55 quattro, un eléctrico muy pesado que marca en la báscula 2.565 kilos con el equipamiento de serie, tendría que pagar el máximo de diez mil euros.
En el caso de los térmicos, un Citroën C5 Aircross BlueHDi 130 con equipamiento de serie tendría una multa de unos 3075 euros, y un Renault Scenic TCe 140 CV tendría que pagar 3435 euros adicionales. Las familias numerosas con tres o más hijos (aproximadamente una de cada cinco familias en Francia) tendrían condiciones algo más favorables, con un límite 300 kg superior, o 550 kg en caso de los coches eléctricos.
¿Y qué pasa con los híbridos? Pues el borrador original se olvidó de ellos. El primer texto no mencionaba a los coches híbridos ni a los híbridos enchufables (estos últimos pueden llegar a ser notablemente pesados), y por ende se desconoce qué condiciones se impondrían a cada uno de ellos. Sea como fuere, un Peugeot 3008 GT Line Hybrid4 híbrido enchufable y sus 1928 kilos no quedarían exentos de pagar, al menos, 3420 euros (en caso de tener el mismo trato que los eléctricos). Al mismo tiempo, se podría beneficiar de una ayuda de 2000 euros para la compra de vehículos híbridos enchufables. Eficiencia burocrática.
¿Cuál es la motivación de este nuevo impuesto? Por un lado, incentivar la fabricación y venta de coches más ligeros y, por tanto, que requieran menos energía para desplazarse (la masa juega directamente en contra del consumo). Por otro, el interés recaudatorio: según las primeras estimaciones, se calcula que este impuesto podría aportar 4.400 millones de euros a las arcas públicas francesas. No obstante, habida cuenta de la delicada situación económica actual, tanto de la industria como de los potenciales compradores, los posibles ingresos directos de este impuesto podrían no compensar en absoluto el impacto negativo en el conjunto de la economía -además de suponer una estocada a un sector que intenta recuperarse-.