Europa tiene ante sí un reto mayúsculo. La renovación del parque de vehículos y la total adopción del coche eléctrico suponen un objetivo cuando menos ambicioso. Para paliar el radical giro de guion, la Unión Europea ha establecido normativas con las que obligan a los fabricantes a reducir su tasa de emisiones. La norma Euro 7 ya está aprobada y todavía tardará unos años en entrar en vigor, pero algunas voces importantes del sector avisan de los riesgos que conlleva. El Presidente de la ACEA, también CEO de Renault, Luca de Meo, ha advertido que la norma de contaminación podría llevar al cierre de varias plantas en suelo europeo.
A finales del año pasado de Meo sustituyó a Oliver Zipse, presidente de BMW, como el máximo representante de la ACEA (Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles). La organización reúne a las principales marcas europeas. Aunque sus objetivos buscan la estabilidad de los mercados, las aguas bajan revueltas en la organización tras las salidas de Volvo y del Grupo Stellantis a finales del año pasado. Marchas importantes, teniendo en cuenta que el conglomerado francés es el segundo más importante en el Viejo Continente tras el Grupo Volkswagen.
Con Luca de Meo al mando, la ACEA busca redirigir las políticas europeas para centrarse en una mayor inversión eléctrica. El presidente ha puesto como ejemplos los casos de Estados Unidos y China. Ambos territorios están apoyando firmemente su industria del automóvil eléctrico con medidas comerciales favorables. “No están prohibiendo ni regulando, sino que están estimulando masivamente sus industrias”, ha declarado de Meo a la vez que ha instado a las autoridades a presentar una respuesta similar a la Ley de Reducción de la Inflación del Gobierno americano que busca atraer a fabricantes extranjeros a sus propias tierras con interesantes beneficios fiscales.
Durante meses la política americana ha sido de duros enfrentamientos entre Estados Unidos y Europa, aunque finalmente las negociaciones parecen haber satisfecho a ambas partes. En una carta abierta, Luca de Meo anima a las autoridades ha cambiar su mentalidad: “Hacemos un llamamiento urgente a Europa para que implemente una política industrial automotriz ambiciosa y estructurada capaz de competir con otras regiones del mundo, al tiempo que salvaguarda y promueve el libre comercio en todo el mundo".
Con respecto a la norma Euro 7, el presidente de la asociación ha dejado bien claro que la considera contraproducente. El plazo de tres años fijado para su entrada en vigor es excesivamente ambicioso. Los coches de combustión necesitarán filtros y catalizadores de escape prohibitivamente caros para poder cumplir con los límites legales. Según lo propuesto por la Unión Europea, la normativa Euro 7 elevará el precio por vehículo en unos 1.000 euros para el fabricante y más del doble para los consumidores, lo que a su vez podría reducir las ya de por sí perjudicadas ventas en un 10%.
En ese organismo vivo que es la producción de un coche, la menor producción puede acarrear problemas secundarios de índole considerable como el cierre de fábricas. de Meo aboga por reorientar esas normativas en políticas que aceleren la adopción del coche eléctrico haciendo que estos sean más asequibles. El nuevo presidente de la ACEA también muestra un claro interés por los combustibles bajos en carbono. Impulsar ambas medidas resultaría mucho más efectivo para los fabricantes y para los clientes. En más de una ocasión Luca de Meo ha dejado bien claro que no cree en una pronta paridad de precios entre eléctricos y coches térmicos