Corren tiempos de dudas y de inestabilidad. Lo que hace cuatro años parecía un destino cantado hoy podría no ser real. La llegada del coche eléctrico ha sido uno de los mayores fenómenos revolucionarios de la industria del motor en sus más de 100 años de historia. Una transición acelerada hacia una tecnología que depende mucho de la aceptación de la gente. Si bien fabricantes y gobiernos han apostado por una vía, el mercado parece haber optado por otra diferente. Las ventas han dejado de crecer y ante esta nueva situación compañías como Ford tienen que reevaluar su estrategia de cara al futuro a corto plazo.
Desde Bruselas, sede política europea, han fijado atrevidos plazos para la erradicación de los coches de combustión. A partir de 2035 no estará permitido vender coches con motor térmico salvo contadas excepciones. Las marcas adoptaron este dogma sin calcular las repercusiones y algunas de ellas subieron la apuesta. Ford fue de las más atrevidas, llegando a asegurar que ya en 2030 darían el salto definitivo a la electrificación en el Viejo Continente. Hace tres años de esa decisión, no es mucho tiempo, pero las cosas han cambiado mucho y el panorama es completamente diferente.
Una estrategia acelerada que ahora necesita parar y reflexionar
Durante años, una década, las ventas de coches eléctricos han crecido, lenta pero inexorablemente. Los porcentajes y las cuotas han ido in crescendo a tal ritmo que muchos esperaban un aumento exponencial a medida que la oferta siguiese la misma tendencia. Hoy hay más coches eléctricos que nunca, pero menos que mañana. A pesar de ello el mercado no las tiene todas consigo, ya sea por el precio de los vehículos en sí, por los problemas con la infraestructura de carga o con el simple hecho de que no aceptan una imposición de su libertad de elección tomada por políticos europeos. Sea como sea, la tendencia actual es la que es y no se puede negar.
El problema de Ford es que ha comprado muchos boletos en una lotería que no está tocando a nadie. Los americanos han hecho duras transformaciones en su oferta europea para adaptar la gama al futuro. Se han desecho de modelos icónicos como el Ford Fiesta, la puerta de entrada a la marca. Ante semejante movimiento, muchos clientes han optado por sus rivales naturales como el Renault Clio o el Toyota Yaris. Literalmente, Ford ha regalado su parte del pastel a la competencia sin recibir nada a cambio, aunque esperan recuperarlo. Semejante rumbo han tomado con el Ford Focus. Un producto que está pasando sin pena ni gloria por el mercado. En cambio, han lanzado el Ford Explorer europeo. Un SUV eléctrico derivado del Volkswagen ID.4 que lleva más de un año de retraso.
Ante esta situación no es nada extraño que en Michigan hayan decidido frenar y reevaluar la situación. Las pérdidas siguen acumulándose en el departamento de Ford eléctricos. Pierden casi 47.000 dólares por cada coche que venden y para este 2024 vaticinan pérdidas de hasta 5.500 millones de dólares. Esa sangría no es capaz de soportarla ni el mayor fabricante de Estados Unidos. Ahora bien, los americanos tienen muchos proyectos abiertos, como el del Ford Puma 100% eléctrico que veremos este mismo año. También están trabajando en un coche pequeño y barato que pueda competir con el esperado Tesla Model 2.
Hace unas semanas que el propio Jim Farley, CEO de Ford, aseguró tener a un equipo de ingenieros trabajando en el desarrollo de una plataforma específica para eléctricos pequeños. El propio Farley asegura que son capaces de ser rentables vendiendo coches impulsados por batería con un precio entre los 25.000 y los 30.000 euros. Sin embargo, de forma paralela han retrasado el lanzamiento de dos importantes modelos, ¿el motivo? Esperar a que el mercado esté maduro. Desde hace años los fabricantes parecen estar dando palos de ciego con sus estrategias. Se las deseaban muy felices con los eléctricos, pero no está siendo así. Conste que Ford no es la única en cambiar de rumbo, Mercedes también lo ha hecho. Mientras tanto, Toyota gana más que nunca con sus híbridos. Una solución cercana, barata y real para la reducción de emisiones.