A lo largo de la historia el ser humano ha asistido a diferentes guerras tecnológicas. Luchas a dos o más bandas que enfrentaban a compañías y corrientes de pensamiento. Algunos ejemplos habituales son el CD y el Láser Disc o el VHS y el Beta. Hoy vivimos una nueva confrontación, esta vez entre sistemas de energía. La electricidad tiene todas las papeletas para resultar la fuerza ganadora. El hidrógeno siempre se ha postulado como alternativa, pero está perdiendo la guerra. Toyota es una de las marcas que más ha apostado por el hidrógeno. Un sueño que ahora se desvanece, pero, en realidad, la culpa ni es de la marca ni de su coche.
El Mirai lleva años en el mercado. Fue uno de los primeros coches del mundo impulsados por hidrógeno. Hoy, su segunda generación luce grandes atributos y destaca como una de las berlinas más cómodas y refinadas del mercado. Al igual que con el coche eléctrico, la teoría es buena, ideal podríamos decir. El problema reside en el día a día. Si bien la infraestructura de recarga eléctrica está creciendo, puede que no tan rápidamente como todos esperábamos, bien diferente es el caso para aquellos que necesitan hidrógeno para hacer funcionar sus coches. La red de hidrogeneras no solo no crece, sino que mengua con el paso del tiempo.
Los vehículos no son el problema, el Mirai es un gran coche
El año pasado, Europa aprobó una normativa para expandir la presencia de electrolineras e hidrogeneras por las principales carreteras del continente. Bruselas obliga a instalar puntos de carga cada 60 kilómetros a lo largo de la Red Transeuropea de Transporte para el año 2026. La potencia mínima debe ser de 400 kW y, para el año 2028, esta debe aumentar hasta 600 kW. También hay objetivos relativos al hidrógeno. En la misma norma se establece la obligatoriedad de una tener una estación de hidrógeno cada 200 kilómetros. Un proyecto muy ambicioso que se ha topado con la realidad. En septiembre del año pasado el mayor distribuidor de hidrógeno del continente, Everfuel, anunció el cierre de sus estaciones, algo que perjudicó a los clientes de Toyota.
En Estados Unidos la situación no es mucho mejor. Muchos clientes de la marca se sienten decepcionados por el hecho de convivir con un coche de hidrógeno y los problemas que ello conlleva. Los problemas con la recarga son los más habituales, pero hay más como el alto coste del combustible o la caída del valor de reventa. Los vehículos impulsados por hidrógeno pierden mucho valor rápidamente por la misma razón que sus propietarios originales argumentan a la hora de venderlos. La infraestructura falla. Es habitual que las hidrogeneras no tengan hidrógeno o que la boca de carga se congele dadas las extremadamente bajas temperaturas a las que se almacena. También es habitual que el punto más cercano esté cerrado y haya que hacer muchos kilómetros para el siguiente.
Muchos clientes americanos se sienten engañados porque Toyota sigue vendiendo el Mirai como si todo fuese perfecto, algo que ha quedado demostrado que es mentira. Mirai significa futuro en japonés. Un futuro que hoy por hoy pinta muy negro. Toyota confía plenamente en su tecnología y en la expansión de su gama y, en realidad, no tiene nada malo pues la tecnología ha demostrado ser buena. A pesar de ello, Toyota ha reducido drásticamente el precio del Mirai para intentar aumentar sus ventas. El futuro dictará sentencia con respecto a qué tecnología predominará, pero hoy por hoy, la electricidad lleva todas las de ganar.