Recientemente ha sido noticia en la mayoría de medios la apuesta de Mazda por continuar con el desarrollo de motores de combustión en detrimento de las nuevas tecnologías. Como ya os contamos, la estrategia de la empresa japonesa va ligada a sus necesidades y carencias, ya que una compañía de su reducido tamaño no se podría permitir el enorme desembolso que están haciendo grupos como Volkswagen y Renault-Nissan-Mitsubishi para desarrollar la tecnología del coche eléctrico. Así pues, es natural que Mazda ensalce su nueva tecnología –a pesar de su obsolescencia innata– y que además, acompañe sus novedades con encuestas que tratan de dar fuerza a sus argumentos.
En el día de ayer fueron publicados los resultados de un estudio realizado por Mazda, llamado Mazda Driver Project, mediante el cual la compañía nipona asegura que el 60% de los conductores españoles ve un "futuro positivo" para los motores de combustión, entre otras afirmaciones. El estudio afirma también que un 31% de los encuestados espera que los vehículos diésel sigan existiendo y que el 33% prefiere los motores a combustión frente al eléctrico si equiparamos el coste de mantenimiento.
Como ya ha sucedido en otras ocasiones, cuando una empresa encarga una encuesta o estudio, no cuenta con que los resultados podrían decir justamente lo contrario de lo que desean escuchar, y este ha sido el caso de Mazda. Si analizamos con detenimiento los resultados y los observamos desde el punto de vista opuesto, obtendremos que el 40% de los conductores de nuestro país augura un futuro difícil para los motores diésel y a gasolina, que el 69% de los encuestados espera que los motores diésel dejen de existir, y todavía mejor, que dos de cada tres prefieren conducir un coche eléctrico si no tenemos en cuenta la diferencia en los costes de mantenimiento, que es otra ventaja más de prescindir de los motores de combustión. Sin lugar a dudas, los números hablan por sí solos.
Cuando hablamos de la transición hacia las "nuevas energías" y la movilidad sostenible, tenemos que tener presente que no se trata únicamente de un problema de emisiones que se soluciona con nuevas tecnologías, sino que detrás existe un enorme entramado empresarial y corporativo que lucha por sus propios intereses, por el porvenir de su marca y la prosperidad de su negocio. Existen empresas, como es el caso de Mazda, que han apostado grandes cantidades de dinero en el desarrollo de tecnologías que probablemente tengan los días contados, y evidentemente, los esfuerzos desesperados por no permitir que éstas desaparezcan del mercado se pueden equiparar a los del pez que trata de respirar una vez lo han sacado del agua.